69 (final).

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Multimedia | "Stand By Me (cover)" Florence + The Machine.




El pasillo era tan largo que por un momento sentí que mis movimientos eran en vano y no lograba avanzar. Mis rodillas temblaban a cada paso que daba. Todo se me estaba saliendo de las manos.

Sebastian seguía de pie en el altar, lucía tan apacible que yo solo quería contagiarme de aquella calma. Me miraba fijamente con una sonrisa en el rostro. Jamás apartó su mirada de la mía y eso fue lo único que me salvó de no tropezar. Él tenía en ese momento los hilos que me controlaban.

No fui consciente de la cantidad de personas que estaban presentes, tampoco me tomé la molestia de mirar a la multitud que seguía mi recorrido. Mis pensamientos estaban destinados a otras cuestiones más irrelevantes como no resbalarme, no dejar caer el ramo o no firmar mal en el acta de matrimonio.

De reojo lograba ver a todos de pie con sus ojos bien puestos sobre mí. Al final de mi recorrido me encontré con Jay, quien de inmediato me tomó del brazo y yo respiré con alivio.

La caminata con Jay fue muy breve, un mero simbolismo. Subimos dos pequeños escalones y finalmente supe que mi odisea había terminado. Mi amigo se deshizo del enlace de nuestros brazos y tomó mi mano entre las suyas. Sebastian extendió la suya con la palma hacia arriba, listo para recibirme, Jay colocó la mía sobre la de él y en ese momento todo nervio, toda preocupación y toda ansiedad desapareció.

—Hola —me saludó con calidez, en una voz tan queda que solo yo podía oírle—. ¿Lista?

Aclaré mi garganta y tragué una bocanada de aire. Me percaté que desde que puse el tacón en la entrada del salón no había sonreído ni una vez.

—Lista —contesté esbozando apenas una sonrisa ilegible.

El juez apareció en la sala y escuché a mis espaldas como se iban levantando los invitados. La ceremonia estaba por comenzar.

Comenzó leyendo los artículos del Código Civil para nosotros dos, nos habló de nuestros derechos y obligaciones para finalizar preguntándonos si estábamos ahí por voluntad propia.

—Señorita, Amelia Catherine West, ¿consiente en contraer matrimonio con el señor Sebastian Stan?

—Sí, consiento —respondí con rapidez, como si mi vida dependiera de ello.

—Señor, Sebastian Stan, ¿consiente en contraer matrimonio con la señorita Amelia Catherine West?

—Sí, consiento —contestó con firmeza, sonaba bastante convencido.

Al escucharle decir esas simples pero significativas palabras algo dentro de mí estalló, como fuegos artificiales.

Jessica apareció y entregó los anillos al juez, mismos que él nos extendió para que pudiéramos proceder a los tan tradicionales votos. Yo no había preparado un discurso, ni llevaba una nota porque no la necesitaba, naturalmente podría improvisar algo.

—Amelia —tomó mi mano libre—, agradezco a la vida por haberte puesto en mi camino, fuiste la guía y la luz que necesitaba y siempre necesitaré. Prometo cuidarte, respetarte, y pertenecerte hasta el final. Tienes mi alma y corazón hoy, mañana y siempre.

Quería llorar, llorar a mares cuando recitó sus votos mirándome a los ojos para después deslizar la sortija en mi dedo pero me hice fuerte y calmé mis emociones porque era mi turno de hablar.

—Sebastian, desde tiempo atrás supe que en ti había encontrado a la persona con la que quería compartir el resto de mis días, pero el día de hoy lo confirmo. Juro honrarte, apoyarte y estar ahí por siempre. Sé que llevamos un largo camino recorrido pero a partir de este momento iré de tu mano como esposa y fiel compañera.

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