60

2K 158 24
                                    

Un día podía despertar y sentirme maravillosamente plena, contemplaba mi entorno y las cosas que tenía en mi vida para corroborar lo afortunada que era.

Otro día podía despertar y sentirme aturdida, contemplaba al hombre que vivía conmigo para llenarme de incertidumbres, de preguntas sin respuestas, de ideas estúpidas.

Estaba segura de que Sebastian me amaba tanto como yo le amaba a él, de otra manera no seguiríamos juntos después de infinidad de problemas y obstáculos.

Sin embargo, la nube negra parecía nunca irse, se postraba sobre nosotros todo el tiempo algunos días más oscura y otros días más grisácea, pero siempre avecinando una gran tormenta o al menos un incómodo chubasco.

Durante el desayuno, aquella mañana inevitablemente me replanteé la decisión de aceptar unirme en matrimonio con el hombre de mis sueños y de mis pesadillas. El ser su esposa traería consigo un gran peso, y no me refería a la presión social por aparentar ser la esposa modelo, más bien por el pasado turbio que parecía seguir persiguiéndole a cada paso que daba.

Tomé mi taza con café para darle un sorbo más, esta me cubrió el rostro pero aun así pude observar de frente a mi compañero por encima de esta. Iba perfecto, como todos los días. Pulcro, elegante y eléctrico.

Al percatarse de mi mirada levantó la vista del iPad y me regaló una sonrisa, una sonrisa de las cuales muchos actores y modelos matarían por tener y ni en sus más guajiros sueños lo logran.

«¿Vale la pena sacrificar mi estabilidad emocional con tal de mantenerte siempre a mi lado?», me formulé la pregunta internamente por enésima vez en lo que iba de la semana.

—¿Qué pasa? —me preguntó curioso.

Su mirada inquietante se postró sobre la mía como si intentara escudriñar a fondo y saber la respuesta.

—Nada —me llevé una mora a la boca.

—¿Segura? —insistió.

—¡Si! —respondí tajante.

—Recuerda que por la tarde tenemos la visita de un periodista que enviarán para hacernos unas cuantas preguntas sobre el compromiso —anunció despreocupado.

—¿Venderás la entrevista? —no había imaginado una exclusiva en una revista.

—Es un excelente convenio y mejorará mucho mi imagen corporativa.

—Entonces soy solo un negocio para ti —afirmé sin siquiera pensar en preguntarle, era evidente.

—Ya habíamos hablado de esto, Amelia, me quiero casar contigo porque te amo, pero si la boda ayudará a mi imagen pues debo aprovecharlo. A ambos nos beneficia.

—Yo no veo mi beneficio en ningún lado por aquí —me encogí de hombros —Pero ya que tanto hablas de negocios, entonces quiero acordar algo.

—Te escucho —dijo él, al parecer estaba abierto al diálogo.

—Me voy a prestar a todo este circo de la entrevista, pero de una vez te advierto que no quiero prensa en la boda. ¿Está bien? —le sentencié.

—De acuerdo, cariño. Entonces así será.

Miré el reloj que llevaba en la muñeca, se me hacía tarde para llegar al trabajo. Le di un último trago al café y procedía tomar mi bolso y después a darle un beso de despedida a mi prometido.

•••


Eran pasadas las cinco de la tarde cuando finalmente terminé el reporte que Demian me había pedido. Lo dejé sobre su escritorio y me dirigí a la salida del edificio. La tarde me pareció muy agradable así que decidí caminar, pensé que si mantenía un paso lento los tacones no me molestarían tanto.

Issues Donde viven las historias. Descúbrelo ahora