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—¿Ubicas CrossOver Strategies? —le pregunté a mi compañero mientras cenábamos.
Meditó un par de segundos.

—Si mal no recuerdo, trabajan en campañas políticas y relaciones públicas de empresas privadas —asentía convenciéndose a sí mismo de que estaba en lo cierto —¿Por qué? —había despertado su intriga.

Revoloteé mi sobrante de comida con el tenedor, estaba satisfecha.

—Mañana tengo una entrevista ahí, y quería saber si era buena empresa.

La idea parecía no agradarle pero lo supo manejar.

—Le dan servicio a empresas bastante grandes, por lo que sé, si logras acomodarte ahí te vas a codear con personas importantes —comentó —¿Para qué puesto estás aplicando? Porque el politólogo es muy polivalente.

—Consultor político para sector privado —él me miró sorprendido —Claro, sería auxiliar.
Respiró aliviado.

—Menos mal, es un puesto delicado, debes tener muchos años de experiencia para soltarte a manejar crisis políticas y de imagen en grandes empresas. Tendrán que capacitarte muy bien.

—Lo sé, me siento muy verde todavía para llevarle la imagen corporativa a alguien de la talla de Metflife.

—Lo harás bien, eres muy lista —había cierto pesar en su hablar.

Creo que él tenía idea –errónea- de que una vez que yo entrara a trabajar me despegaría de su lado, o las cosas entre nosotros cambiarían.

—¿Estás bien? —puse mi mano en su rodilla por debajo de la mesa.

Se revoloteó en su asiento, incómodo, había tocado un tema aparentemente delicado.

—No mucho —se confesó sin mirarme.

—¿Quieres platicarlo?

—Estoy un poco asustado —sorbió lo último que quedaba de tinto en su copa y sin preguntarle le volví a servir —Me asusté de tenerte de nuevo, cada paso que das siento que te aleja de mí, no sé si me entiendas. Y en mi afán de evitar que eso suceda me comporto como imbécil.

Hablaba de nuestra pelea de dos semanas atrás.

—Pero te he dicho que no me iré...

—Lo sé, pero te veo tan joven, con tanto camino por recorrer y no puedo evitar pensar que tal vez en algún momento de tu vida decidirás que no quieres más al tipo viejo y controlador con el que peleabas cada cinco minutos.

¡JA! Era de lo más gracioso que le había escuchado decir, no pude evitar reírme y él me miró irritado.

—A ver, Sebastian, vamos a poner las cosas en claro. Has sido infiel, mentiroso, controlador, manipulador, celoso —contaba cada palabra con los dedos de la mano — Y mírame, aquí estoy. Si no me fui antes, cuando estaba completamente arruinada por ti, ¿por qué habría de hacerlo ahora?

—Justo por eso, por las cosas que te he hecho pasar...

—Aprende a dejar el pasado atrás, enfócate en lo que viene. Y tampoco me vengas con la tontería de que te voy a dejar por viejo. Ni tu eres un anciano, ni yo soy una adolescente. Trece años de diferencia no son nada.

Ladeó la cabeza intentando maquilar todo lo que le estaba diciendo.

—Debí de alejarme de ti en cuanto nos topamos en esa gala cuando ibas con Michael, y sin embargo, me acerqué demasiado, tanto como para terminar haciéndote mi esposa.

¿Alejarse? ¿Gala? ¿Michael? No entendía a que venía todo esto.

—¿Qué tiene que ver aquella gala?
Curvó sus labios en una adorable sonrisa, como si un recuerdo agradable viniera a su mente. Mi corazón se llenaba de regocijo al verle sonreír así.

—Desde esa noche dejaste de pasar desapercibida para mí —me dijo con una voz tan suave como terciopelo, repasando mi mejilla con el pulgar —Ni siquiera se explicar cómo me sentí, solo recuerdo que te vi y quedé cautivado.

Vaya, esa sí que era toda una revelación. Siempre tuve la idea de que comencé a gustarle mucho después.

—Cuando supe que edad tenías y todo lo que había pasado contigo pensé que no sería la mejor decisión involucrarme sentimentalmente con una mujer tan joven y en tu situación, me habría sentido como un aprovechado.

—Por eso recurriste al contrato... —afirmé, regresándome a aquellos años.

—Fue lo único que se me ocurrió para tenerte cerca y poder procurarte, pero no tan cerca como para afectarte.

Mala jugada. Terminamos tan involucrados como nuestras perturbadas almas nos lo permitieron. Quiso no afectarme pero me atropelló violentamente.

—Entonces te gustaba desde antes ¿eh? —le piqué las costillas con el dedo índice y él se sonrojó —Con razón tomaste mi virginidad sin pensarlo mucho.

Intentó poner cara seria pero le venció la risa.

—Perdón, pero fue demasiado tentador —me levanté de la silla y recogí los platos. Sentí su mirada clavada en mi rostro, en búsqueda de alguna emoción desconocida.

—Pervertido —le acusé mientras me dirigía descalza a la cocina.

•••

—¿Te ayudo con eso?

Estaba terminando de meter las copas en el lavavajillas.

—Casi acabo, aparte no he hecho nada productivo hoy. Ve y descansa un poco.

Le vi de reojo hacer una mueca de desagrado y salió de la cocina.

—Estaré en la sala.

Y en efecto, ahí estaba, como una estatua tallada por el mejor escultor. Dolorosamente hermoso. Esperando por mi, con una copa de vino tinto en la mano.

Me pareció gracioso el contraste. Él iba de vestir, muy formal, recién salido de la oficina mientras que yo llevaba un short de mezclilla deslavado y mi sudadera de la Universidad de Columbia.

—El señor pantalones elegantes y la señorita sudadera vieja.

Me uní a él sentándome en el sofá con las piernas estiradas sobre las suyas.
Palmeó mis rodillas un par de veces.

—Eso es momentáneo, apuesto a que en cuestión de días volverás a andar entaconada para ir a tu nuevo empleo —sonaba bastante animado ahora.

—Que bueno que lo has asimilado.

—¿Asimilar qué?

—Que no estoy echa para quedarme en casa siempre luciendo linda como muñeca de aparador. Soy más de las que van entaconadas y empoderadas.

—Si, lo entiendo y lo acepto.

—Y no por eso me alejaré de ti ni nada por el estilo. Nada cambiará entre nosotros —besé la punta de su nariz y él cerró los ojos —Solo pórtate bien y no me hagas enojar.

Dejó caer la cabeza hacia atrás en el respaldo del sofá, abrió los ojos con lentitud. Azul profundo, un lugar digno para ahogarse y morir plenamente.

Cada vez que le miraba rectificaba el hecho de que le amaba de una manera irracional.

«¿Se puede amar tanto a una persona?» me formulé esa pregunta mientras buscaba enrollarle con mis brazos.

•••

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