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—Bien, ¿Qué edad tienes?—preguntó Jess mientras tecleaba concentradamente en el ordenador sentada el sofá.

—Diecinueve—respondí desde la cama.

Jessica continuaba ingresando mis datos en el portal de Seeking Arrangement, mientras yo solo me encontraba mirando el techo, analizando en retrospectiva como la vida cambia en cuestión de instantes. Nunca me había detenido a pensar con exactitud en qué lugar estaría a mis casi veinte años, pero definitivamente jamás me visualicé en una prestigiosa universidad de la liga ivy en Nueva York, ni mucho menos entrando en este raro negocio de la sugar babies, no estaba para nada orgullosa de mí, es más, me desconocía.

—Listo—canturreó Jess cerrando la laptop en un sonido que me hizo volver a la realidad.

—¿Y ahora?

Se sentó en la cama junto a mí. Puso su mano en mi hombro.

—Solo hay que esperar. Tu perfil ya está a la vista de cientos, bueno, miles de sugar daddies del mundo. Pronto alguien te contactará y únicamente dependerá de ti si lo eliges o no.

Suspiré con una nota de exasperación.

—Joder, estoy a punto de echarme para atrás.

—Cuando caiga tu primer depósito en tu cuenta bancaria a ver si te quedan ganas de echarte para atrás— respingó la rubia.

•••


A la mañana siguiente acudí con mi experta compañera a las oficinas de Seeking Arrangement situada en el centro de Brooklyn, porque claro, una agencia de sugar babies jamás estaría en el centro de Manhattan. Tenía pinta de un lugar bien establecido, nada ostentoso, ya que ellos no recibían clientes en sus instalaciones.

Dirigiéndonos por un corredor desde la entrada hasta la puerta de una oficina, puerta sin rotular, Jessica abrió y se metió con toda la confianza, en una silla roja giratoria se encontraba sentado un sujeto que hablaba por teléfono, a juzgar por los ademanes estaba totalmente segura de que era gay, y a juzgar por su vestimenta estaba totalmente segura de que si no era el dueño, al menos era alguien importante de ahí.

Terminó su llamada y arrojó el iPhone dorado en su escritorio. Bufó y respiró profundamente. Acto seguido nos dirigió la mirada sonriendo ampliamente en cuanto vio a mi acompañante.

—¡Querida!—exclamó el moreno de ojos color miel y se levantó de la silla, aproximándose hacia nosotras con un andar tan grácil tal cual bailarina de ballet.

—Hola Jay—respondió Jessica al momento en que se fundían en un abrazo.

Jay se separó de Jess y centró su atención en mí.

—Y, ¿quién es ella?—preguntó al mismo tiempo que me escudriñaba con los ojos.

—Ella es Amelia, la chica de la que te conté anoche, ya está registrada en el portal—Jay asintió con la cabeza como si conociera toda mi historia—Siento que si tiene potencial, pero quería tu visto bueno— el hombre estaba pensativo.

—No lo sé mujer, la veo un poco...—trataba de encontrar una palabra.

—¿Inexperta? Si, y mucho. —inserté—Y con miedo también.

Soltó una carcajada.

—Exactamente. Pero tienes carácter. Eso es bueno. Solo te hace falta un cambio de look. ¿Estarías dispuesta a dejarlo en mis manos?.

—¡Seguro!—respondí, si me entusiasmaba una visita al salón de belleza.

Un despunte, tinte seguido de un tratamiento capilar. Mascarillas y limpieza facial fueron unas de las tantas cosas que hicieron las chicas de la estética conmigo. A pesar de no llevar maquillaje, el cambio era notorio. Mi piel lucía más radiante, mi cabello estaba divino. Finalmente mis cejas encontraron su forma adecuada. Y mi manicura estaba simplemente impecable.

Después de la rutina de belleza y de conversar un poco más con Jay sobre las políticas y protecciones que tendría al entrar en este negocio, al anochecer, me dirigí con Jess de nuevo a donde se encontraban nuestros dormitorios en Columbia

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Después de la rutina de belleza y de conversar un poco más con Jay sobre las políticas y protecciones que tendría al entrar en este negocio, al anochecer, me dirigí con Jess de nuevo a donde se encontraban nuestros dormitorios en Columbia. Todo se encontraba vacío, la mayoría habían vuelto a sus casas, salvo los becados que nos era difícil volver debido a las carencias económicas.

•••


—¡Jessica!—brinqué en su cama de un solo movimiento.

—Amelia ¿estás demente?, son las nueve de la mañana, es domingo...—se tapaba la cabeza con la almohada.

—Necesito tu ayuda, tengo veinticinco solicitudes.

Con un salto se incorporó abriendo los ojos tal cual platos.

—¿¡Que!?— tomó la laptop y ansiosamente comenzó a revisar— No... puede... ser. Ay, míralo a él, es bien parecido— dijo señalando con su uña acrílica la foto de un tal Malcolm Smith de Arizona.

—¿Qué hago?— pregunté quitándole la computadora.

—Revisa los perfiles, que sean cuentas verificadas, fíjate que aparezcan sus estados financieros, y todos esos datos de confiabilidad y buena reputación.

—Hay unos muy viejos. Otros muy feos, esto es muy complicado.

Dirigía el cursor de un lado a otro, indagando en los perfiles de aquellos hombres rico-añejos que estaban interesados en conocerme.

—Te recomiendo inicies con alguien de Nueva York, así no te tienes que mover de la ciudad.

—¿Qué opinas de él?— le mostré el monitor con el perfil de Gilbert Scott, 45 años, reconocido médico cirujano, ingresos anuales de casi un millón de dólares, divorciado.

—Guau— exclamó—tienes buen ojo—dándome un codazo en el brazo.

—Bien, entonces, contactemos a Gilbert Scott.

•••





Hola chicas! Otra vez con un capítulo cortico.

Pasito a pasito, suave suavecito, voy escribiendo poquito a poquito (8) jajajaj.

Dejenme sus coments down here. A ver que tal les está pareciendo esto :3

Les platico que ahora que la Amelia ya es Sugar Babe pues tendrá un guardarropa y cosas guay entonces estaré haciendo algo así como un "box de información" dónde les dejaré referencia de ropa, lugares, y todas las cositas bonitas que mencione aquí :3

Prometo actualizar más rápido jeje.

Besos :*

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