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Mi madre ya no se encontraba en casa por la mañana, mientras tanto me levanté y decidí salir a ver si había algún lugar dónde estuvieran solicitando personal. Tomé lo más decente que tenía en mi armario, que mi mamá me había comprado la navidad anterior; unos jeans de mezclilla, una blusa abotonada azul cielo de manga larga y una gabardina color caqui que me regaló mi prima Dianna en mi cumpleaños.

Caminé primero por el centro de la ciudad; visité restaurantes, cafeterías y hasta un bar. De todos me batearon, por la edad, por la experiencia, porque no necesitaban personal, etc.

Como última opción fui hacia el centro comercial Westfield, si corría con suerte me podrían emplear en una de esas tiendas de ropa o algo por el estilo.

Suspiré aliviada al entrar, ya no aguantaba el frío de afuera. Me detuve un momento a admirar la belleza del lugar, la estructura de cristal que cubría el techo, la cantidad de luces y decoraciones que lo hacían verse como un recinto de elegancia y clase alta. Los transeúntes vestidos de las mejores marcas, con bolsas cargadas de compras, a quienes no les importaba despilfarrar cantidades absurdas de dinero en un bolso o algún otro accesorio.

Las mujeres con finos perfumes, manicura impecable y cabelleras de ensueño. Y yo con mi cabello enmarañado, mi ropa vieja, lo único que me salvaba era la gabardina de H&M que Dianna me había obsequiado.

De entrada pasé a Bershka, la primer chica que vi fue a quien le pedí informes; se encontraba de pie doblando unas camisetas que las clientas habían dejado del revés; tímidamente me acerqué a ella.

—Uh, disculpa, una pregunta.

Esta se giró a verme y sin disimular me pasó el radar de pies a cabeza en fracción de segundo. No respondió, solo movió sus perfectas cejas, dándome a entender que soltara la pregunta.

—Solo quisiera saber si habría oportunidad de laborar aq...

—Estamos completas— respondió tajante y siguió doblando camisetas.

—Gracias.

—Ajá.

"Perra" pensé mientras abandonaba la tienda, de seguro para ella las cosas son muy fáciles ahí doblando ropa que las niñas ricas dejan echa bola al salir del probador.

Continué dando vueltas por el centro comercial, admirando la ropa y lo que se exhibía en aparadores. Me preguntaba si algún día yo podría adquirir un bonito bolso de marca o algún vestido de diseñador. Ó venir a sentarme con mis amigas a beber un café mientras conversamos de lo perfectas que son nuestras vidas.

Ah sí, lo olvidaba, no tengo amigas, nunca tuve el suficiente estatus económico para pertenecer a los círculos sociales de St. Paul's. Al menos eso creí hasta el momento en que alguien me llamó desde el interior de una tienda, American Eagle Outfitters. Era Lauren, una compañera del colegio, vaya, ¿Qué estaba haciendo ella trabajando ahí?.

—¿Lauren?, ¿Trabajas aquí?— pregunté confusa.

Se encogió de hombros.

—Sí, así es, ¿tiene algo de malo?.

—Oh no, para nada, es solo que pensaba que la única que podría necesitar un trabajo era yo. Por ciero, estoy buscando ahora mismo.

—No todo siempre es lo que parece— me sonrió amablemente. —Digamos que mi familia no está en su mejor etapa económica y decidí ayudar con los gastos. Y ¿ya encontraste algún prospecto de trabajo?.

—No, para nada, me han rechazado de todas las tiendas, estoy empezando a preocuparme.

Torció un poco el gesto y miró su reloj.

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