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Multimedia | "Lovely" Billie Eilish & Khalid.






Después de una ardua sesión individual con la doctora Kim logré entender el motivo de ciertas conductas que adopté a lo largo de mi vida. Ella aseguraba que el haber crecido con un padre ausente provocó que inminentemente desarrollara una enorme desconfianza personal y un sentido de falta de protección, mismos patrones que me arrastraron a una relación donde la dependencia emocional era la orden del día

También me hizo ver que el hecho de que inconscientemente me involucrara con parejas de mayor edad no era coincidencia y que eso iba mucho más allá de buscar un estatus económico o madurez en el compañero. Más bien era el simple hecho de la búsqueda de protección.

En el fondo sabía que Kim no estaba errada, por mucho que me costara aceptarlo. Ella tenía razón y yo tenía muchos problemas psicológicos desde temprana edad.

Sin embargo quería saber más, todo el tiempo hablamos de mí y mis problemas. Pero nunca tocó el tema de mi relación. No podía pedirle que me contara las cosas que Sebastian le había confiado durante su sesión, eso no era ético.

Me sentía mal conmigo misma. Decepcionada, incluso. Pero principalmente me sentía ansiosa y la zozobra de no saber si nuestra relación tendría arreglo me mantuvo por los suelos durante una semana.

Realicé el ejercicio que me pidió, observé a mi compañero como si no le conociera, como si le viera por primera vez y reafirmé el hecho de que volvería a caer por él sin lugar a dudas, una y otra vez. Anoté en la última página de mi agenda las cosas que percibía, las que me agradaban y las que no.

Tuve tiempo suficiente de observarle detenidamente ya que poco dialogamos ese intervalo de tiempo. Donde antes reinaban los gritos ahora reinaban los silencios. Y eso me preocupaba todavía más.

Los silencios son los más peligrosos,  porque a veces gritan más que mil palabras.

Cuando peleábamos al menos sabía las cosas que pasaban por su mente. Ahora no se nada. Sebastian va más callado que de costumbre. Y no me trata mal ni es cortante, pero tampoco me muestra afecto.

Por las noches duerme poco. Incontables han sido las veces que despierto durante la madrugada y él está sin poder conciliar el sueño.

No es el mismo hombre que hasta hacía unos días se encontraba feliz ante la idea de casarse, feliz por el reencuentro con su querido y exiliado hermano. Pocas veces saca a flote el tema de la boda, y ni hablar de los preparativos pues se ha alejado totalmente del proceso.

Incluso yo, he estado tan agotada con mi batalla interna que no tengo ánimos para atender a Rosie, nuestra wedding planner. La pobre Rosie ha trabajado prácticamente sola, y admito que no es culpa suya el hecho de que yo no tenga cabeza para decidir si se ven mejor las servilletas color blanco roto o blanco hueso. Tal vez le haga un espacio en estos días para ajustar detalles, si es que el novio no cancela la boda antes.

Logré escabullirme en punto de las cinco de la tarde para que mi jefe no me asignara una tarea más y así no retrasar mi hora de salida como habitualmente lo venía haciendo. Esas eran las desventajas de ser solo un auxiliar y era un precio que debía pagar si quería formarme una carrera profesional por mi propia cuenta. Tenía que empezar desde abajo.

Cambié el par de tacones bajos por unos zapatos de piso antes de abandonar el edificio, el consultorio de la doctora Kim no se encontraba muy lejos y creí que me vendría bien caminar unas cuantas cuadras.

Me conduje a paso lento, tenía tiempo suficiente para no verme en la necesidad de correr. La sesión comenzaba a las seis. Incluso compré un té helado pues tenía de paso un Starbucks. Conforme avanzaba me sentía más y más ansiosa. No sabía que esperar.

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