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El tiempo pasa, incluso para mi. Unos días buenos, unos días malos. Tres meses de altibajos.

Jessica se había ido. La encomienda de cuidar su apartamento y de no cometer algo estúpido por la depresión las estaba cumpliendo al pie de la letra.

Después de otro encuentro con Sam decidí que no había sido la mejor idea, por lo que un día al salir de clase hablé con él y le dije que esa relación de amigos con beneficios no funcionaría. El chico lo tomó a mal, pero no me importó mucho.

Realicé que el tiempo lo cura todo. Ni Jessica, ni Sam, ni nadie. Únicamente el tiempo haría lo suyo.

Mi rendimiento en el trabajo incrementaba con los días. La paga no era la mejor, pero tampoco necesitaba grandes cantidades de dinero para sobrevivir. Aparte tenía casi todo lo que Michael me había dejado.

En momentos de desesperación me lamentaba que Michael no estuviera aquí, él habría podido aconsejarme para actuar con sensatez en todas las ocasiones que metí la pata.

Había cometido muchos errores a lo largo del tiempo, aún así, no me arrepiento de nada. De todo había aprendido algo.
Esta vez aprendí que la vida no debe depender de segundas o terceras personas. La felicidad tampoco, todo depende de mí.

Me limitaría únicamente a dedicarme a lo que desde un principio vine a hacer en Nueva York: estudiar y trabajar.

Y tal vez, solo tal vez podría volver a Londres, a casa.

—Te ha crecido mucho —decía Jay mientras cepillaba mi cabello.

Lauren leía una revista de modas tumbada sobre mi cama.
Desde que Jessica se fue a Los Ángeles, ellos dos pasaban demasiado tiempo en casa. O yo iba a casa de ellos.

—Si, creo que debería cortarlo —tomé una punta que caía por debajo del pecho.

—¡Ay, vamos al salón! —chilló —Te acompaño—se ofreció Jay.

Lauren se levantó efusivamente de la cama.

—Mira —sostuvo la revista frente a mi rostro —Este corte te vendría de maravilla.

Jay y yo observamos el cabello de la modelo y ambos decidimos que era perfecto. Muy corto y diferente a lo que había llevado todos estos años, pero ideal para mi.

—Bueno, sería un cambio bastante radical —decía Jay mirando la revista y midiendo el largo de mi cabello —Pero me gusta. Listo, recto y sin pretensiones. Tienes el cuello largo y quedará muy bien a la altura de los hombros.

—Si, pero si ella quiere hacer un cambio en su vida también deberá hacerlo en su persona —y por primera vez, Lauren estaba trayendo el tema a colación.

—Es verdad A, un cambio de imagen te vendrá de maravilla y aquel verá de lo que se perdió —dijo haciendo una mueca muy graciosa.

Lauren y yo soltamos una carcajada sonora. La habilidad de Jay para divertir a los demás me estaba causando efecto inmediato.

—Tienen razón, me encanta. Aparte debe ser muy fácil de peinar y lavar. El cabello muy largo es trabajoso.

—¿Entonces si es en serio? —preguntó Lauren —¿No piensas volver con él?

—No — musité —¿Vamos al salón y al café? —intenté cambiar de tema.

Ambos palmearon emocionados. Tomé mi bolso y cambié las pantuflas por unas bailarina para poder salir.

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