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Jay llegó en quince, tal y como había anunciado. Me saludó con un beso en ambas mejillas y un abrazo efímero.

—Cuéntamelo todo —dijo acomodándose en el sofá.

La pizza seguía caliente. Saqué un par de latas de refresco y le extendí una. Decidimos no usar platos y comer directo de la caja. Estábamos en confianza, no era necesario sacar toda la loza y cristalería.

—Bueno —abrí la caja y tomé la primera rebanada —Sebastian ha venido hace menos de una hora, de hecho, se acaba de ir.

Destapó las latas y me miraba atónito.

—No me digas que follaron —dijo muy seguro estrellando la palma en su frente.

Tenía la boca llena y no podía hablar, con las manos le dije que no.

—No, no, para nada. Vino bastante tranquilo. En son de paz.

—¿Entonces?

—Resulta que Lauren fue anoche a su casa.

—Justo después de vernos —añadió, atando cabos.

—Le dijo que yo salgo con mi instructor de yoga y que ella estaba dispuesta a consolarlo.

Él soltó una carcajada sonora que retumbó en todo el departamento. No pude evitar reírme también.

—Oh dios —frotaba sus ojos llorosos por la risa —¿Y que pasó? ¿Se acostó con él?

—No, Sebastian la echó y le dijo que estaba equivocada.

—¿Y a quién le crees? —me preguntó, aunque la respuesta era obvia —Digo, tal vez él está inventando eso para volver contigo.

—No, conozco a Sebastian y no usaría a mis amigas para acercarse a mí. Tiene malas mañas pero no llegaría a ese extremo.

Él se encogió de hombros, dándome la razón.

—Buen punto. Al menos el hombre conserva algo de decencia —hizo una pausa, pensativo —¿Qué sugieres hacer con ella?

Bufé.

—Nada, no tiene caso. A estas alturas de mi vida no puedo perder el tiempo con gente que no vale la pena, solo le diré que supe lo que hizo y le pediré se aleje de mí. No pienso pelearme con ella, aunque admito me dan ganas de barrer Central Park con ella.

—Uy, uy uy, celando a su hombre —dijo burlón.

Curvé los labios en una ligera sonrisa. A decir verdad, si, me daba un poco de celos. Solo un poco. Pero más me dolía la traición.

—Para nada, ella lo merece por traidora —me defendí tratando de parecer indiferente.

—Yo noto aquí algo entre líneas. Aparte de advertirte sobre Lauren, Sebastian quería que vieras que está intentando cambiar.

Jay tenía razón. La mala jugada de Lauren me había nublado el panorama que no logré vislumbrar la otra cara de la moneda. Ambos nos dedicamos una mirada de complicidad.

—Que cambie lo que quiera, conmigo se ha cerrado las puertas.

Él arqueó una ceja y torció los labios. Examinándome el semblante.

—Yo te veo muy contentita, hasta con más apetito. Admítelo, se te cayeron las bragas al verlo.

Me pregunto si todos los mejores amigos gays serán igual de burlones, con la capacidad de bromear sobre todo.

—Hombre, contigo no puede uno hablar en serio.

—Y por eso me quieres —dijo él aleteando las pestañas.

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