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Había terminado mi turno; sólo me habían dado un centavo de propina, ¡qué tacaños!

Me encontré contigo de vuelta a mi apartamento, me saludaste y me dijiste.

«¡Eh! ¿Tú no eras el chico de las Coca Colas?»

Te respondí que sí, pero entonces llegó el hombre de la otra vez y te fuiste con él...

Una Coca Cola para enamorarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora