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Parte 1

Quedaba poco para el lunes dieciocho de julio de 2039

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Quedaba poco para el lunes dieciocho de julio de 2039. El cumpleaños de mi novia, esa eras tú. La fiesta que yo estaba organizando era un poco más complicada, puesto que yo no conocía a tu familia, y no tenía contactos que me pudiesen decir con quienes te relacionabas, etcétera.

Pero tuve mucha suerte al ir a tu casa un día, tu hermano estaba saliendo; y le dije que quería darte una sorpresa y que necesitaba su ayuda. Le pregunté sobre sus amigos, porque aunque me hablases de tus amigos, yo nos los conocía personalmente. Tú no tenías amigas; tenías amigos, los amigos de tu hermano eran tus amigos. Según tu hermano, habíais compartido tantas cosas que ya no tenía ni idea de qué era sólo suyo.

Le pedí que me diese el teléfono de tus padres y otros familiares para quedar y consultar los preparativos para tu fiesta. Era más complicado hacer una fiesta para una familia pequeña que para una familia tan numerosa como la tuya. La fiesta sería por la mañana, y al fin conocería a tu familia, pero sería una fiesta corta, sólo hasta la hora de comer y por lo tanto no podría conocer a fondo a tu familia.

Al despertarte, me hice el tonto haciendo parecer que no me había acordado. Dijiste que te querías quedar en casa como un cangrejo ermitaño, pero insistí en que vinieses. Al llegar al local, sonreíste de lado.

—¿Qué hacemos aquí?—preguntaste con tu usual curiosidad—. ¿De qué conoces este sitio?

Estábamos cerca de la casa de tus padres. De la casa de Nueva York, puesto que os habíais criado la mitad de vuestras vidas en Nueva York y la otra en Nueva Jersey, el motivo no me lo contaste. Era, según tu hermano, el lugar en el que más habías pasado tiempo durante tu infancia, una pastelería que estaba a pocas calles de tu antigua casa. Era la antigua pastelería de tu tía Megan; que en aquel momento dirigía tu hermano.

Ignoré la pregunta y abrí la puerta, preguntabas cada dos por tres cosas que no te explicaría en aquel momento. «Ya lo verás» respondía cada vez que me preguntabas. Abrí la puerta y se podía ver con la luz que entraba desde la calle soleada.

—Tápate los ojos—te dije y me lanzaste una mirada interrogativa; después añadí para relajarte—. Confía en mi...

Después de preguntar un par de cosas más, te tapaste los ojos con tus manos.

—No me sueltes, Sam—dijiste aferrándote a mi brazo—. Me voy a caer...

—Tranquila—dije—, no te soltaré...Confía en mí...

Me paré en la sala más grande, donde todas las personas que querías estaban, te dije que te destapases los ojos y así lo hiciste.

—¡Sorpresa!—Te quedaste de piedra al ver a tu familia, no toda, ahí no cabíamos todos—. ¡Felicidades, Piper!

Algo en tus ojos brilló. —¡Mil gracias!—dijiste dándome un beso y un abrazo después, pude notar que Jason me miró con recelo—. ¡Gracias, gracias—añadiste dándome pequeños besos en mi cara, que por cierto, estaba roja—, gracias!

—De nada—te dije sonriendo—. ¡Anda!—te animé—. ¿A qué esperas? ¡Ve con tu familia!

—Sólo si tú vienes—dijiste sonriéndome y te di la mano dirigiéndome a tu familia.

Una Coca Cola para enamorarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora