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—¿Qué ha pasado?—interrogaste elevando una ceja.

Ahí vi, que lo de ser actor no era una opción, excepto que fuese en un público amable, como el de los niños pequeño. Te dije «nada, tranquila»; y Vee dijo lo mismo, lo bueno era que sonamos convencidos, y me pareció que intentaste creértelo; luego me pediste dos chocolates calientes y una magdalena grande, que al dártelos, compartiste con tu sobrina.

Era adorable como os veíais, Vee y tú, con los labios un poco manchados de chocolate; y la magdalena partida en pequeños trozos que comíais mientras reíais y hablabais de cosas que ni pregunté.

—¿Qué tal los chocolates?—pregunté acercándome con una sonrisa—. ¿Están buenos?

Vee asintió. —¡Está muy bueno, no como el del cole!—dijo riéndose—. La comida del colegio está muy mala—hizo una mueca y reí—. Oye, papá...

Estos pequeños...Lo de guardar secretos como que no...

—¿Papá?—preguntaste elevando una ceja—. ¿Qué pasa aquí?

—Nada, tía Piper—dijo Vee sonriendo—. Es que a veces digo «papá» en lugar del nombre sin querer...

Le guiñé un ojo discretamente y reprimió una risita inocente. Estuvimos hablando un rato más hasta que os fuisteis, Vee dando pequeños saltitos y tú dándola la mano e imitándola al caminar.

Esa era una escena realmente enternecedora...

Una Coca Cola para enamorarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora