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N/A: ¡Gracias por las 14K! Por cierto; al igual que otras personas comentaron; quiero dar todos mis respetos a los familiares de las víctimas del atropello de esta tarde en la Rambla de Barcelona. En fin...Vamos con la actualización, disculpen la demora...

La mañana de Navidad, nuestra pequeña fue corriendo al salón donde se encontraba el árbol con algún que otro regalo. Estaba tan feliz. Al abrir sus regalos, ella iba rasgando poco a poco el papel de envoltorio, la cara se le iluminaba cada vez que descubría cuál era su regalo; aunque sólo fuesen dos, decía que eso era más que suficiente para ella.

—¡Qué guay!—exclamó la pequeña con alegría, abriendo su regalo—. ¡Gracias mamá, y a ti también, papá!—le respondimos con un «de nada» y ella se acercó a decirnos—. He hecho algo para vosotros. Primero para mamá, luego tú, papá—se apresuró a decir—. ¡No te ofendas, por favor!

Me reí y negué con la cabeza. Tú también reíste. —¿A sí?—preguntaste con cautela y una se te escapó una sonrisa traviesa—. ¿Me lo enseñas?

—¡Sí!—exclamó la niña de ocho años, sacando una cajita decorada con pegatinas, te tendió la mencionada y la observaste con cautela—. Ábrelo—te animó sonriendo—. No sé si te gustará...Pero lo hice yo.

—Si viene de cualquiera de vosotros; me encanta—dijiste antes de abrir la caja, con una sonrisa sincera; al abrirla, sonreíste con emoción—. Lo dicho, mi amor; ¡me encanta!

Me enseñaste la bonita y elaborada pulsera que había hecho nuestra hija; era realmente linda, y parecía hecha con mucho amor y esmero. Te acercaste a ella para darle un abrazo largo, lleno de cariño. Me sonreíste mientras que estabas abrazándola; te separaste de ella sonriendo y te pusiste a darle pequeños besos en el rostro a nuestra pequeña Everly mientras que ella reía.

—Mamá—dijo entre risas—. También hay que darle besos a papá.

Tan adorable. Te acercaste hacia mí sonriendo. —Es verdad—dijiste con dulzura y guiñaste un ojo—, hay que darle besos a papá también.

Os acercasteis y os pusisteis a darme besos, sí, literalmente. Al igual que hiciste tú al besar a nuestra hija, a,as me dabais pequeños besos en la cara, con suavidad. Y tú te reías por lo bajo. Después, la pequeña me entregó una caja decorada de manera similar a la que te regaló a ti, con un pequeño lazo de tela aterciopelada roja. La examiné superficialmente y después me dispuse a abrirla.

—Si no lo abres no sabrás lo que es—bromeaste—. Venga, seguro que te encantará.

Al abrirla sonreí. —¡Es preciosa!—dije—. Me gusta mucho, gracias, peque.

—¡De nada! Y mira—dijo señalando una foto—. ¡La he hecho yo!

En el interior de la caja, había una pequeña foto doblada y una pulsera similar a la tuya, hecha por Everly. Ambas cosas; en la foto estábamos en el sofá sentados, y creo que en ese momento, nuestra hija, estaba durmiendo la siesta; pero resultó ser que se levantó para hacernos una foto desde la cocina. Era la foto del día del muérdago; y salíamos besándonos. Me reí y le di un abrazo que duró unos segundos.

—Es hermosa—dije—. Te quiero—la di un beso en la coronilla—, mi niña.

Nos acercamos a ti y te sonreí; para luego darte un beso en los labios, a lo que nuestra niña dijo. «¡Oye! ¡Que estoy delante», reí ante su comentario, al igual que tú; y seguimos dándonos un beso mientras que nuestra hija nos miraba con expresión divertida.

—Lo bueno es que se quieren—masculló la pequeña—. Pero—hizo una mueca—, puaj, qué cosa más rara. No haré eso nunca.

Nunca se sabe, me dije, pero eso no quería tenerlo que saber al detalle. Lo bueno es que estábamos juntos, y cómo dijo Everly, nos queríamos. Os adoro.

Una Coca Cola para enamorarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora