El idioma de los Dioses

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Casi no recordaba la última vez que había entrado en un templo. JiMin sostenía su mano y tiraba de él para que se diera prisa en entrar, pero YoonGi seguía reacio.
- Vamos, Hyung. ¿Por qué camina tan despacio?
- No sé que me da más miedo, que sea un templo o que sea la casa de tus padres. - Mencionó el mayor.
- ¿Miedo? ¿Por qué? - Rió el tanuki. - Nadie va a comerle, Hyung.
- Ya... no será porque tus padres no tendrán ganas de hacerlo en cuanto se enteren de lo nuestro. - Aseguró.
- Ya le dije que no están. Y Han trabaja hasta tarde hoy. - Le repitió mientras seguía tirando de él.
- ¿Ese tipo sigue mirándote raro? - Quiso saber YoonGi. JiMin negó.
- En realidad, se ha vuelto cada vez más amable. - Sonrió. - No habla demasiado, pero es atento. - YoonGi frunció el ceño.
- ¿Atento? ¿Qué quieres decir con eso? - JiMin rió.
- Está celoso, Hyung. - Se divirtió con el gesto del tigre.
- ¿Yo? ¿De ese tipo? Por supuesto que no. - Para llegar al lugar donde la familia de JiMin residía, tenían que cruzar el templo. YoonGi miró a su alrededor y contempló la belleza del lugar. Las paredes con hermosas imágenes de los Dioses, espacios amplios y columnas con grabados florales. Entraron en la sala más grande, donde tenían lugar los rezos. Recorrieron el pasillo central de la gran estancia rodeados de bancos a ambos lados. Al fondo de la sala, en el altar, se alzaban las estatuas de los seis Dioses. JiMin seguía cogiéndole de la mano, casi corriendo alegre y YoonGi continuaba resistiéndose un poco cada vez con más fuerza según se acercaban a las estatuas. - Espera. No corras. - Pidió. - No me siento a gusto, pequeño. - Confesó.
- ¿Qué le ocurre, Hyung? - Dijo deteniéndose justo frente al altar. Le tomó de las manos. Era verdad que YoonGi no parecía sentirse cómodo allí.
- Yo... - No dejaba de mirar las estatuas de los Dioses.
- Sólo son representaciones, YoonGi-Hyung. - Intentó explicarle. - Los Dioses están siempre rodeándonos, tanto dentro como fuera del templo. Este es un lugar sagrado porque es un lugar de reunión. Un lugar donde buscar paz, consejo y consuelo. No ha de tener reparo de ser usted mismo aquí. - Aseguró. - Al menos mientras no estén mis padres. - Rió traviesa y dulcemente.
- No estoy tan seguro de eso. Nunca he sido del agrado de los Dioses. - Comentó.
- Eso no es verdad. ¿Por qué dice eso? - Se entristeció. JiMin no contemplaba la posibilidad de que los Dioses no amaran a uno solo de sus hijos.
- No puedes decir que me lo han puesto fácil, JiMin. - Tenía razón. La vida del tigre nunca había sido fácil. El tanuki suspiró. Le tomó de las mejillas, le hizo mirarle a los ojos y sonrió.
- Los Dioses a veces tienes formas extrañas de ayudarnos a ser quienes debemos ser. - Se avergonzó de sus palabras y dejó caer sus manos y bajó su rostro mirando al suelo. - No todo está en manos de los Dioses, ellos sólo nos guían, no toman las decisiones por nosotros. - Habló intentando mantenerse sereno. - Pero yo sé que no es justo. No es justo todo lo que usted a sufrido, pero... - Calló. Sus palabras no estaban bien y no quería que la persona a la que amaba se sintiera mal. No pudo evitar dejar caer sus lágrimas. Los Dioses eran importantes para él, pero YoonGi era más importante.
- Shh. - Le abrazó el tigre. - No llores, pequeño. - Intentó calmarle. - Continúa. - Le animó. JiMin conocía a los Dioses mucho mejor que él y quería escuchar su opinión. Quería una explicación.
- Usted y su familia han pasado por cosas muy malas. - Dijo sin poder contener las lágrimas. - Pero esas cosas han hecho que usted haya aprendido a ser fuerte para superarlas. Yo creo que... - Cogió aire. Sonaba tan egoísta. - ...quizá los Dioses nos han unido para que usted cuide de mí. Porque yo soy débil y torpe, Hyung. - Se sintió aún más pequeño y susurró sus siguientes palabras. - Usted siempre cuida de mí. Yo me alegro de que usted sea tan fuerte. - Los segundos que YoonGi tardó en responder se le hicieron eternos al pequeño tanuki.
- Nunca lo había visto así. - Aseguró acariciando su mejilla con cariño. - La verdad, si así puedo protegerte a ti y a nuestros futuros cachorros, no me importa nada de lo que ha pasado antes de conocerte. - El rostro de JiMin se enrojeció al oír hablar a YoonGi de tener cachorros juntos. Le hizo levantar la mirada y le vio sonreirle con afecto. JiMin había crecido amando y siendo amado por los Dioses. Podía, mejor que nadie, sentir ese amor. Quería que YoonGi también lo sintiera y él era el adecuado para conseguirlo.
- Venga conmigo, Hyung. - Tenía una idea. Le cogió de la mano de nuevo y echó a correr hacia otra de las salas. Era mucho más pequeña y había sólo una estatua, la del Dios León. - Esta es la sala de los alfas. - JiMin cogió un cojín y lo depositó en el suelo. - Túmbese.
- ¿Qué vas a hacerme, mocoso? - Preguntó desconfiado.
- ¿Sabe en lo que consiste lo que llamamos un contacto con los Dioses, Hyung? - YoonGi negó mientras veía como el tanuki encendía incienso. - Confíe en mí. Túmbese y relajese.
- No creo que pueda relajarme aquí. Y mucho menos con un olor tan fuerte como el de ese incienso.
- Este incienso es justamente para eso. - JiMin hizo un puchero. Quería que su alfa confiase en él y se dejase llevar. Ese era su mundo, su terreno, su especialidad. YoonGi no pudo resistirse a su gesto de cachorro suplicante y finalmente se tumbó con la cabeza apoyada en el cojín. - Respire profundo. Ponga la mente en blanco. - Cogió el cuenco, se arrodilló junto a YoonGi y lo hizo vibrar. El sonido incomodó los oídos del tigre al principio, pero luego le hizo entrar un trance lentamente. Tardó bastante más de lo que solía tardar la gente y mucho más de lo que tardaba JiMin, pero el tanuki no se rindió y continuó hasta que la respiración del tigre indicaba su estado de seminconsciencia. Justo entonces, cuando JiMin dejó el cuenco en el suelo, se sintió tremendamente adormecido. El sonido del cuenco y el incienso durante tanto tiempo le habían afectado a él mismo, quien era muy propenso a entrar en trance. Aún sabiendo que era irracional y que debía cuidar del estado del tigre, JiMin no pudo evitar dejarse caer con suavidad al suelo y tumbarse junto a su pareja.

La oscuridad envolvió al tigre hasta que un relámpago iluminó el cielo. La lluvia caía sobre su lomo empapando su pelaje. No le importó, se sentía acostumbrado. La jungla espesa le rodeaba y le abrazaba, estaba en su hábitat natural, y eso le complacía. Vio, a través de la maleza, las seis imponentes figuras de los Dioses. Ya no se sentía tan cómodo allí y sentía que sus miradas le juzgaban. Apartó la vista e intentó ignorar su presencia caminando por el lugar, gratificado de poner hundir sus grandes patas en la húmeda tierra. De pronto, escuchó un gemido lastimero y angustioso. Lo reconoció al instante y, preocupado, corrió en su dirección. Encontró al tanuki acurrucado al pie de un gran árbol, temblando de miedo y frío mientras la lluvia caía sobre él. Se acercó deprisa y se colocó sobre él, manteniéndolo entre sus patas para taparle de la lluvia. Eso no estaba bien, debía ponerle a salvo. El tanuki debía entrar en calor. Alzó la vista y miró a los Dioses que seguían allí pero no quiso pedirles ayuda, ¿de qué serviría? Divisó a lo lejos una luz amarilla y cálida como la del Sol. Cogió al pequeño cánido de la nuca entre sus fauces con la suavidad de una madre, y el pequeño, adormecido por los opiáceos endógenos que ese gesto liberaba, se dejó llevar por el tigre, confiando en que él le cuidaría. Al llegar a la luz, el tigre se dio cuenta de que ya no estaban en la jungla, sino en una pradera soleada y verde con algunos árboles desperdigados. Le depositó en el suelo y ambos sacudieron el agua de lluvia de su pelaje. Vio como el tanuki se revolcaba en la tierra apoderándose de su calor. Se tumbó satisfecho, ya no temblaba, estaba a salvo. Le vio juguetear y rondar por ahí sin alejarse demasiado. Vio como se acercaba a los Dioses y correteaba entre ellos mientras que los Dioses solo le miraban como si estuvieran muy acostumbrados a que eso sucediese. Eso le tensó, él no se sentía tan cómodo con todo aquello. El tanuki le miró y le hizo señas insistentes para que se acercara. Se levantó y caminó despacio hacia los Dioses. Se paró de golpe cuando el gran Dios león, Dios de los alfas, dio el primer paso hacia él. Le gruñó y él le miró con el corazón encogido. Entendió porque le gruñía el Dios. Le estaba reprochando que no confiara en ellos, que les hubiera abandonado de sus pensamientos por completo. Cerró los ojos con fuerza y contuvo la respiración cuando vio al Dios elevar su gran pata hacia él.  Se sorprendió cuando la colocó sobre su cabeza con suma delicadeza. El Dios lobo omega bajó su morro hasta empujar con suavidad el costado del tanuki para indicarle que debía ir con su alfa. Obedeció al instante y se colocó bajo él, arropado y seguro entre sus grandes patas delanteras. Vio como el Dios lobo omega se colocaba junto al Dios león alfa. Ambos se inclinaron un poco y la pareja les correspondió el gesto para luego retirarse. Caminaron un poco, sin separarase. El tanuki jugueteaba con el largo y anillado rabo del tigre despreocupadamente. Finalmente el tigre se tumbó a la sombra de un árbol y el tanuki se acurrucó a su lado completamente dichoso. Él ya sabía que debía estar con el tigre, los Dioses sólo le habían confirmado, una vez más, lo que era obvio para él.

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IMPORTANTE!!!: He subido una historia corta completa, un one-shot (historia con una sola parte), que se llama "El esclavo del señor Jeon" Es un VKook. Te invito a leerla y a dejarme en los comentarios que te ha parecido y si te gustaría que hiciera más historias cortas como esa. ¡Incluso te dejo que elijas el tema!

Muchas gracias por leer!!! Un beso!!!!

Like Cats and Dogs. |YoonMin| |Omegaverse|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora