Capítulo XXXVI
Kenya
El frío suelo al entrar en contacto con mis piernas me producen un horrible escalofrío que me recorre el cuerpo por completo. Miro el móvil que está al lado de mis brazos y lo enciendo para mirar la hora. Son las seis y veintitrés de la mañana.
Llevo desde las doce y media aquí tirada. Llorando en el suelo de mi habitación, apoyada en la pared. Necesitaba llorar y dejar que mi corazón me oprimiera por dentro. Cuando lloraba fuerte, sentía como si tuviese un ladrillo en el pecho que me empuja
— Eres la estúpida más estúpida del universo. — Me digo, con voz ronca y dolorosa.
— Sólo a ti se te ocurre enamorarte de él. — Hablo, sentada mientras que una lágrima baja por mi mejilla.
No sabía que enamorarme de él iba a ser tan malo. Ahora él se iba a otra ciudad sin pensar un segundo más en mí, dejándome tirada como a un trozo de papel enfurruñado en el suelo.
Me siento tan vacía por dentro. Cómo si mi corazón estuviese vacío mientras que un humo ardiente y doloroso diese vueltas por él.
Me levanto del suelo con cuidado de no caerme por las horas que he estado tirada y me acerco lentamente hasta mi cama. Aparto un poco la sábana y me meto dentro de ella tapándome después. El dolor no cesa. Y no puedo tomarme una pastilla ni nada porque no existe una pastilla contra el amor.
Con un pañuelo que palpo en mi mesita de noche me sueno los mocos que me impiden respirar normal. Cuando acabo lo dejo otra vez en la mesita. Imposible, ahora no voy a poder ni dormir. Siento mi nariz pesada.
Ya lo recogeré mañana. Mi cabeza duele como mil demonios acuchillándome la sesera.
Joder, me va a tocar bajar a por una pastilla. Con las pocas ganas que tengo, me levanto maldiciendo en voz baja. Abro lentamente y con cuidado la manivela de la puerta. Cosa que es totalmente imposible, porque al subirla hace ruido así que bueno, lo he intentado.
Camino acompañando mis pasos con maldiciones a todo el mundo. Llego a las escaleras y algo veo brillar algo blanco detrás de una estatuita de un barco en la escalera. Y la luz que se cuela por una persiana lo hace iluminar.
Camino lentamente hasta estar delante de ese papel. Lo cojo y miro atentamente que es una carta blanca, y está un poco magullada. Abajo al costado puedo diferenciar un nombre escrito en tinta de pluma.
Sokov.
Era el apellido de Dylan, sin esperar más vuelvo a subir las escaleras a hurtadillas sin hacer ruido, entrando a la habitación y cerrándola detrás de mí.
Corro a la cama ignorando el daño en mi cuerpo y me siento abriéndola hacia arriba.
Leo atentamente:
Buenas noches Kenya, sé que posiblemente hayas encontrado esta carta por ahí en algún sitio de tu casa.
Seguramente ya sepas que soy Dylan. Bueno, he estado pensando sabes. Y me gustaría salir contigo algún día y conocerte mejor. Esto te lo escribo algunas semanas después de haberte conocido. Cuando te ví ahí tumbada en la toalla tan radiante no me pude contener a querer tu número. Y ya ni hablemos de cuando te quitaste las gafas y me miraste con esos hermosos ojos. Te has quedado clavada en mi mente y no paro de pensar en tí. Si algún día llegamos a salir como novios o algo similar, y te hago daño como un idiota. Enséñame ésta carta. Recuérdame todo lo que mi mente y corazón sintieron al verte. Eres increíble, me fascina tu forma amargada de ser. Así tan fría y cortante. Me vuelve loco. Quiero verte y abrazarte fuerte y no soltarte. Y que ningún chico te mire de manera coqueta o grosera. Y que sólo yo pueda disfrutar de mi Kenya. Que bonito suena. Eres la chica más hermosa que han podido ver mis ojos. Me encantaría con todas mis ganas besarte y decirte al oído cosas preciosas, compartir mi tiempo contigo y llenar mi vida de aventuras y vivencias junto a tí. Puede que pienses que estoy totalmente loco. Pero es lo que siento cuando te veo, y cuando pienso en tí cada noche. Espero que después de leer ésta carta mía no huyas de mí. Sino que estés junto a mí para siempre.besos del chico al que tienes totalmente loco.
Dylan Sokov.
Solamente puedo llorar y abrazar esa hermosa carta que me había escrito él.Enserio me estaba volviendo loca de la espera. Lo quiero esperar. Quiero volverlo a ver y enseñarle esta preciosa carta que el con su puño y letra me ha escrito. Él se estaba comportando de una manera diferente.
Miro en la mesita de noche mi móvil y no dudo ni cuatro segundos en cogerlo. Marco su número de teléfono y espero nerviosa a que descuelgue.
Un pitido.
Dos pitidos.
Tres pitidos.— Hermosa Kenya West, ¿Qué voy a hacer contigo? — Escucho la voz de Dylan.
— Dylan, ¿Estás borracho? — Pregunto confusa, aunque ya se la respuesta.
— No estoy muy sobrio cariño mío. — Ríe con voz ronca.
— Quiero que vuelvas a mis brazos pequeña, te echo tanto de menos. Estoy a punto de hacer una carrera, ¿Sabes? — Vuelve a reir como borracho pasando por un control de alcoholemia.
— Por Dios Dylan, no hagas estupideces. No puedes conducir de esa manera. ¡Te matarás! — Le regaño. Si va a hacer una carrera en ese estado se iba a matar.
— En un descampado justo a unos minutos de tu casa. — Concluye.
— No te subas a ese maldito coche, ¿Me has oído? — Grito antes de colgar la llamada.
Me levanto de la cama como si luchara por vivir y abro el armario cogiendo el mono de la moto, los guantes y el casco. Me los pongo en escasos minutos y salgo corriendo de la habitación cogiendo el móvil y las llaves de la moto.
Los tortolitos estaban en una habitación en el piso de arriba y con suerte no escucharían el estruendo que hago al bajar con el mono.
Cierro la puerta de la casa y me subo rápidamente en la moto. Me coloco el casco mientras que la moto se calienta y me subo rápidamente en ella y salgo pitando de la casa derrapando casi al caerme.
Joder, hacía tiempo que no la cogía.
Corro como Dios sabe cómo hacia algún descampado que hay cerca de casa. Desde lejos se puede escuchar la música a todo volumen y no dudo en hacer algún caballito por lo nerviosa que estoy.
Solo espero que no se haya montado en ningún coche...
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MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]
Teen Fiction• Primer libro de la Saga Hombres Irresistibles. Simplemente pasó. Cuando lo conocí y observé sus ojos, me di cuenta de que me había conseguido erizar completamente, y de que sería mi perdición. A leguas se veía que era peligroso, pero no pensé que...