Capítulo 68

1.9K 136 4
                                    


Capítulo LXVIII

Dylan

¿Cómo explicarle que la amo y que posiblemente muera a la vez si salgo de la banda?

Ahora que estoy aquí, cerca de ella no me quiero ir nunca. No me importa ni el instituto, ni las peleas y mucho menos las carreras. Solo quiero estar con ella.

— Saldré. Saldré por ti, por los dos. — Frunzo el ceño en dirección a mi coche. Me encamino hacia él y me adentro en el interior. Meto la llave y la giro escuchando el rugido del Audi. Suspiro exasperado.

— ¡Joder! — No puedo hacerlo. No puedo presentarme enfrente de Aleksandr Smirnov y decirle; Hey que me voy de la banda, he encontrado el amor y no quiero herirla ¿Vale?

Seguro que me pegaría un tiro en la cabeza. Bastante ha hecho ya con permitirme mudarme a Los Ángeles. Pero si no lo intento jamás seré feliz con Kenya. Y lo único que he comprendido en estas últimas semanas es que no puedo cambiar el final si no he cortado de raíz el principio.

Mierda tengo que intentarlo. Pero, ¿Qué haré si me dice que me perseguirá hasta matarme? ¿Volver a Los Ángeles? Ya sabe que vivo allí, eso no me sirve. Conseguiría encontrarme. Bueno, tendría que esconderme hasta conseguir que se olvide de mi existencia.

Meto marchas y piso el acelerador un poco fuerte. El coche sale disparado hacia el frente y me doy prisa en llegar al maldito casino.

Solamente espero que la cosa no se ponga fea, porque estaré rogando a Dios por mi vida.

(...)

— Espera aquí un momento. — Escucho el esculpido gruñido que ha dado el gorila enfrente de mí. Ruedo los ojos cansado. ¡Como tarde mucho le escudriño mi rostro en la suya!

El hombre trajeado que parece un armario se da la vuelta y entra por la puerta negra desapareciendo de mi campo de visión.

No estoy nervioso, pero sí que tengo un poco de miedo por lo que pueda pasar. La puerta chirría y levanto la mirada hacia ella observando como vuelve a aparecer el armario andante delante de mis ojos. Me hace una seña con la cabeza para que le acompañe, no lo dudo un segundo más y con dos huevos le sigo.

Las paredes son de un color beige y hay cuadros extravagantes que deben de costar un ojo de la cara. Las lámparas son de queroseno que cuelgan del techo voluminosaamente, y desprenden demasiada luz.

En el gran open space hay una cabeza de un hipopótamo ligeramente abierta pegada a la pared y parece que dice; Cómeme. Pasamos por otra puerta situada a la derecha en la que están posados otros dos armarios andantes. El armario número uno le hace una seña con la mano al armario número dos y tres. Se apartan y abren las dos puertas.

¡Venga Dylan joder, con dos pares de cojones!

Respiro con fuerza y me armo de valor antes de pasar por debajo del marco de la puerta con forma de arco.

Aparece un gran despacho, enfrente de mis narices está el gran escritorio de madera Ébano tratada y al gran jefe. Sentado relajadamente mientras posa sus codos encima de la mesa y entrelaza sus manos.

— Dylan, que sorpresa. — Su voz gruesa suena sorprendida y me obliga a levantar la vista hacia sus tremendos ojos oscuros. Ojos que han presenciado muchos asesinatos a sangre fría.

— Hola Alexandr. — Mi saludo es breve, cauto y lo suficientemente formal y no formal a la vez. Él me observa sonriente mientras me invita a sentarme en una silla que está pegada al otro lado del escritorio. Asiento inmediatamente y me aproximo con grandes zancadas hacia ella para después, sentarme bajo su atenta mirada.

Alexandr es una de esas personas con las que hablas y si lo miras a los ojos te da la sensación de estar delante de una víbora.

— Bueno, y cuéntame. ¿Qué te trae por aquí? — Su voz ha cambiado a una entretenida. Parece que le divierte el verme por aquí.

Allá vamos.

— Verás. Esta temporada ha sido exitosa ¿No crees? — Comienzo. Él asiente complacido y se sirve medio vaso de whisky en un vaso.

— Me has hecho ganar lo que otros no han conseguido. Por cierto, se rumorea que tuvistes problemas hace unos meses con un boxeador del Sur. Kalon, no, Kevin, sí, Kevin Sullivan. — Acaba de abrir el cajón de mierda.

Mi respiración se entrecorta y temo de que haya oído hablar de Kenya. Si sabe que ella es la razón por la cual quiero dejarlo la matará y luego me matará a mí.   Me armo de valor y respondo.

— Tocó mi moral y mis cojones también. No sabía que los del Sur fueran tan tocapelotas. — Me sirve whisky a mi también y se apoya en su silla con su vaso en las manos.

— Los del Sur son unos capullos. Intentaron esconder droga en la parte Norte hace unos días. Suerte que me alarmaron rápidamente y acabaron decapitados. El imbécil de Nick está empeñado en joderme lo que me queda de existencia y no sé si aguantaré el no pegarle un tiro en la cabeza. Hicimos un trato y está saltándose las cláusulas por el forro de sus huevos. Si sigue así le pondré una bomba en los calzoncillos. — Argumenta frunciendo las cejas. Escucho atentamente antes de hablar.

— Los del Sur se lo tienen creído. Solo porque su costa es más grande y porque tienen el aeropuerto cerca. Pero no pueden con tu imperio Alexandr.

Él sonríe satisfecho con mis palabras y saca una carpeta de color vino posándola encima del escritorio. La abre y saca un papel escrito a máquina y me lo entrega.

— Es la renovación de tu lealtad, Dylan. Si te quedas te haré millonario y de paso añadiré unos cuantos millones de más a mi cuenta bancaria. ¿Qué me dices? — Abro los ojos hacia la hoja. Miro hacia la madera del escritorio y luego hacia él. No sé si puedo hacerlo, pero tengo que intentarlo por muy alocado que sea.

— Voy a dejar de boxear, Alexandr. Quiero acabar de estudiar y dedicarme a algo menos peligroso. — Alexandr no parece nada sorprendido y sonríe de lado por un momento.

— ¿Es por esa chica? — Suelta de golpe. Mis ojos se dirigen rápidamente hacia los suyos antes de quedarme callado.

— Oh vamos, ¿Crees que soy estúpido? He visto tus peleas, lo sé todo. Sé la movida con los del Sur, sé porqué realmente te largastes, sé la pelea con tu hermano...que no te cueste contármelo. Yo también he tenido tu edad y me he enamorado. No te voy a asesinar tranquilo. — Suelta una carcajada sonora del interior de su garganta. Mi ceño se frunce, ¿Desde cuando este hombre es comprensible? Oh vamos, ¿Me está tomando el pelo?

— Normalmente lo haría, Dylan. Pero me has sido leal en todo momento y me has obedecido en cada tarea que te he encomendado. Haré una excepción. — No puedo evitar sonreír hacia su dirección. Me controlo para no parecer imbécil y me levanto de la silla al instante.

— Ha sido un placer haber trabajado para ti, Alex. Y te doy las gracias por tu comprensión. — Se levanta al mismo tiempo y me tiende la mano. La estrujo de igual manera.

— Cuando quieras puedes venir para hablar si te apetece. Y espero que seas feliz con esa chica, no todo el mundo deja este por una chica.

— Eso está hecho. Ah y sí, ella es maravillosa. — Respondo.

MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora