Capítulo 16

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Dylan

Domingo por la mañana. Un día perfecto para estar junto a ella. Me molesta estar pensando estas cosas. Tengo miedo de lo que me está haciendo.

Porque cando estoy cerca de ella, se me olvida completamente todo. Con ella es diferente, todo cambia cuando estamos juntos. No he protegido a nadie como lo he hecho con ella, ni tampoco me he puesto así de celoso por nadie.

Y juro que todo esto es muy nuevo para mí. El sentimiento que crece dentro de mí, me asusta bastante. Cuando se enfada o me chilla y se va y no me habla aunque estemos reunidos con los demás, solemos mirarnos, y hay veces en que la pillo sonriendo, y eso hace que me sienta nervioso y débil.

Débil por una chica. Hay días en los que me cuesta conciliar el sueño y acabo desvelándome. Me asusta porque sé que lentamente me estoy enamorando, y cuando te enamoras te hacen daño.

Esos ojos color selva, que me atraen y me atrapan, con su perfecta sonrisa, que podría derretir todo el hielo de la Antártida en pocos segundos, esos labios color cereza y todo de ella, me está volviendo loco, hasta su carácter malhumorado. Ella es perfecta a su manera.

Anoche la traje a mi casa. Sinceramente quería dormir junto a ella, en mi cama. Pero me imagino que ella no quiere, así que le he dejado la habitación de invitados para ella. Son las nueve y cuarto de la mañana y mi cuerpo me pide a gritos el desayuno. Un cosquilleo causa que me imagine a Kenya durmiendo a mi lado todas las noches, yo haciéndole el desayuno, y a los dos felices aquí. Me levanto de la cama con una energía potente y que no sabía que tenía. Me meto en el baño y me lavo los dientes, me peino un poco y vuelvo a la habitación de manera silenciosa.

Abro un cajón de la comoda que hay al lado de la puerta y cojo unos pantalones cortos y una camiseta cualquiera. Decido no ponerme las zapatillas de casa para no hacer ruido. Salgo de la habitación y camino por el pasillo hacia la habitación de ella.

La puerta está al borde de cerrarse. La empujo muy poco adentrando mi cabeza en la habitación. Puedo notar como Kenya duerme plácidamente en la cama. Satisfecho, salgo de ahí con sumo silencio y bajo las escaleras de lado para que mis pies no suenen.

Feliz camino por la cocina. Cojo un cuchillo de uno de los cajones y agarro una barra de pan que hay encima de la encimera envuelto en el papel cartón. Corto la mitad y lo meto en el horno. Lo conecto haciendo que se enciendan las luces de éste. Salgo al jardín de mi casa con una pequeña cesta en mi mano izquierda. Veo el Naranjo lleno de naranjas y no dudo en acercarme y coger unas cuantas. Al otro lado del jardín hay un cerezo así que cojo ocho cerezas y las guardo también en la cesta.

Entro a la cocina rezando por que no se haya levantado y saco la tostada que casi se me quema. Le hecho aceite de oliva y de la nevera saco una loncha de pavo y otra de queso. Las pongo con cuidado en la tostada y rápidamente saco de un cajón que guarda manteles, una bandeja color magenta con forma redonda y empiezo a poner cada cosa en un plato. Lavo las cerezas y las pongo en un bol de cerámica de color blanco. Saco un plato pequeño blanco y pongo la tostada. Corro hacia el exprimidor y lo conecto a la corriente, con el mismo cuchillo que he usado para cortar el pan, corto las naranjas por la mitad y las voy exprimiendo.

Añado un poco de azúcar al sumo ya que las naranjas están un poco agrias. Coloco el zumo en un vaso y lo pongo en la bandeja. Caliento un vaso de leche y le pongo chocolate instantáneo, añado azúcar y lo coloco también en la bandeja. Veo el resultado y sonrío, ojalá le guste.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza. Una bombilla se me enciende de la cabeza y corro al jardín.

Un tulipán, un tulipán.

Cuando encuentro la planta, cojo la flor de color Blanca y la depósito en un jarrón muy pequeño con agua, después de cortar  un poco el tallo de la flor.

Respiro hondo, y limpio las cosas que he usado. Cojo la bandeja y subo por las escaleras con mucho cuidado. Cuando estoy en el piso de arriba abro la puerta de su habitación con el codo y camino observando como duerme.

Kenya

Se siente tan bien en esta cama. Todo es tranquilo y eso me encanta. Siento cómo me mueven despacio.

— Kenya, te he traído el desayuno. — Escucho la voz ronca de Dylan en mi oído.

— ¿Mhm? — Pregunto intentando dormir a la vez que frunzo el ceño. Por favor, no lo estropees Dylan. Espera, ¿Ha dicho desayuno? El olor del chocolate inunda mi nariz por completo. Oh dios mío, no puede ser. Leche con Nesquik. Abro los ojos de golpe y le veo ahí levantado. Inconscientemente sonrío. ¿Ha hecho todo esto para mí? ¡Es un amor!

Sonríe espléndidamente feliz, miro la bandeja que está justamente en sus manos. Un zumo de naranja, el vaso de leche, una tostada con pavo, cerezas en un cuenco pequeño y hay un jarrón de cristal muy pequeñito en el que luce un tulipán blanco. Sonrío nerviosa, ahora mismo tengo que parecer Cruela Devil.

Ese pensamiento hace que sienta vergüenza al momento.

— Es tu desayuno, pensé que te iba a gustar la sorpresa así que... — Comienza a decir. Asiento y no dejo que acabe la frase.

— ¡Todo tiene una pinta increíble! — Miro la bandeja de madera extrañada. Rápidamente levanto la persiana que hay a mi lado permitiendo que entre la luz del Sol.

No me puedo creer que él haya hecho esto. Es surrealista.

— Vaya, tiene que haberte llevado tiempo hacer todo esto. — El niega sonriente y posa la bandeja entre mis piernas.

— Lo he hecho con todo mi corazón. Sabía que no te lo esperarías y decidí hacerlo. — Responde. No sé cómo agradecérselo.

— No tenías porqué molestarte, pero muchas gracias de verdad, aprecio el tiempo que te ha tardado en hacer esto.  — Hablo sonriendo. Él que por entonces está de pie, se sienta a mi lado con cuidado manteniendo la distancia. Enciende la televisión que hay enfrente de mí con un mando que no sé de donde ha salido y pone las noticias.

Le doy un sorbo al zumo de naranja y lo saboreo tanto como puedo.

— Dylan, me cuesta decirlo pero, esto está tan bueno. — Sonríe nervioso y me cuesta mirarlo sin que el corazón no me palpite. Tengo miedo, es capaz de salirme por la boca.

(...)

La mañana concluye de manera maravillosa junto a él. Después de haberme comido absolutamente todo de la bandeja menos la flor, que está en la mesita de noche, le agradezco de nuevo y vemos un poco más las noticias.

Me duele decir que, esto es agradable.

MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora