Capítulo 18

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~ En la multimedia está la vestimenta con la que Kenya fue a la pelea y la canción -Dead- de Madison Beer ~ 💜


Kenya

— ¿Eso no se lo habrás hecho a Kayla no? — dije aún sin creer lo pervertido que es mi hermano.

— Aún no, pero ¡oye! Es una buena idea. — Responde y Dylan besa mi coronilla.

— Estás mal, muy mal. — Digo, volviendo a negar con la cabeza.

— Mañana pasas a recogerme para ir al Instituto ¿no? — Pregunta mi hermano.

Mierda, lo he olvidado.

Me doy una hostia mental y miro a Dylan, que por su parte asiente.

— Sí, mañana a las siete y media voy a casa. — Contesto aburrida y bufo.

— Vale. — Dice.

— ¿Qué cenarás? — Pregunto.

— Pediré una pizza, y una Coca-Cola no te preocupes. — Habla.

— Vale, no te acuestes muy tarde pequeño granuja, y si te falta dinero, en mi cartera de la mochila hay dinero. — Sonrío.

— Vale. —

— Adiós. — Me despido.

— Adiós Kenny, ¡Usa protección! — Antes de poder decirle algo cuelga dejándome loca.

— ¿Cómo lo ha...?

— Es que mientes muy mal. — Dice. Río y me giro para verlo.

— Ey. — Le doy un suave golpe en el torso y su risa se hace más sonora aún.

(...)

Dylan y yo cenamos comida china y miramos la televisión aunque poco caso le hacemos ya que los dos hablabamos de que los chicos acabarán juntos.

¡Mierda! Me olvidé de los chicos.

— Están bien. — Habla Dylan, que parece leerme la mente.

— ¿Lees mentes o algo parecido? — Pregunto cruzándome de brazos y luego estallo a risas.

— No pero, podría dedicarme a ello, ¿no crees? — Coje mi mano y empieza a mirar las rallas de la palma.

— ¿Ahora también quieres ser vidente? — Vuelvo a estallar a risas sin poder parar. Él al igual que yo también ríe provocando que nuestras risas inunden la cocina.

— Podría hacer mi propio canal de televisión, en esas en los que aparecen viejas con las tetas caídas mientras hablan con gente por teléfono y sacan las cartas. — Volvemos a reír.

— No te veo como vidente. — Digo mirando sus musculosos brazos tatuados.

Estuve dándole vueltas a la pregunta ¿Porque no hacerme un tatuaje pequeñito? Desde que conocí a Dylan, pero no he llegado a ninguna conclusión.

— Quiero hacerme un tatuaje. — Suelto de golpe con la mirada perdida. Dylan abre los ojos sorprendido y sonríe. Su sonrisa me mata.

Podría dedicarme toda mi vida a admirarla, es tan hermosa, odio a la gente que por el simple hecho de verlo tatuado el cuerpo entero piense que es mala persona o problemático, porque en realidad tiene un corazón enorme.

— Eso es maravilloso. — Sonríe de lado. Asiento.

— He estado pensando mucho sobre ti. — Asegura, mirando su plato. La sonrisa vuela fuera de casa y la seriedad inunda mi rostro. ¿Dylan pensando en mi?

— ¿Por qué? — Pregunto confusa.

— Desde el día que te enseñé a surfear, pude saber con certeza que, que eras especial, que no eras como las demás que sólo buscan sexo de una noche, y sentí que el caparazón que creé hace unos años se quebró en mil pedazos y apareciste tú. Con tu carácter malhumorado y terco, con tu sonrisa de ángel, hasta cuando te pedí por tu número y no me lo quisiste dar, fue raro encontrar a una chica que no me lo diera tan rápidamente, cuando peor la pasé fue cuando supe que tenías una cita con Colton, pero yo sabía que él no te interesaba, y sentí que iba a matar a Derek cuando lo vi tocarte. — Aclara. Vaya, me gusta que se abra de esta manera conmigo.

Los recuerdos vuelven a mi mente y sonrío inocentemente.

— Yo al principio no pensé acabar enamorada de ti, pero cada día se me hacía más difícil ocultar lo que sentía por dentro, y me negaba, me negaba a admitir lo que sentía por ti, por no volver a ser dañada como una vez fui, el muro que construí se derribó dejándome verte a ti, y mi instinto me dijo que me protegiera. Así lo hice, pero no duró mucho, porque cada noche pensaba más y más en ti y volvía otra vez a pensar que tú y yo no podíamos estar juntos, que no podíamos, tú eras el típico chulito y yo era muy correcta, sabía lo que tú querías y me cerraba, creyendo a mi mente e incluso llegué a engañar a mi mente de que tú sólo querías tenerme en tu cama y luego tirarme como a las demás, pero ahora creo que me equivoqué. — Hablo sonriendo y juraría que sus ojos brillan intensamente y su sonrisa se vuelve a formar dejándome ver sus preciosos oyuelos.

— Tú eres y siempre serás mía Kenya, de nadie más. — Me besa. Mi corazón da un vuelco y siento que voy a morir de tanto amor.

(...)

— Buenas noches princesa. —  Se despide agarrándome de la cintura y atrayéndome a él y besando mi cuello.

— Buenas noches. — Contesto.

(...)

Me despierto por la maldita alarma.

¡Dios! Con lo cómoda que estaba acurrucada en los brazos de Dylan.

Me alejo un poco de él y tomo mi móvil, apagando la alarma que suena con una canción que me gusta, pero a la que le estoy cogiendo manía.

¡Hora de levantarse!

— Dylan. — Lo muevo suavemente pero reacciona de otra manera. Me abraza y me pega a su torso.

— No te vayas. — Susurra dormido. Sus tatuajes se ven electrizantes gracias a la poca luz que traspasa la persiana.

— No me voy a ir. — Respondo a punto de dormirme de nuevo.

— No me dejes sólo de nuevo. — Dice, ¿Qué querrá decir con eso? Si yo nunca le he dejado. Gruño interiormente. ¿Por qué el instituto tiene que abrir a las ocho de la mañana y no a las once?

— Dylan, es hora de levantarse. — Hablo suavemente. Cuando digo eso abre los ojos como platos y se levanta.

— ¿Qué hora es? — Pregunta alarmado poniéndose una camiseta.

— Las siete en punto. — Camino veloz hacia el baño. Abro la llave de la ducha y escucho a Dylan hablar.

— No hace falta que te duches. Total para volverte a poner la misma ropa. Dúchate en tu casa, será más cómodo. — Dice tranquilamente observando qué iba a hacer.

— Aunque no me importaría si te duchas conmigo. — Contesta acercándose a mí. Mi corazón palpita fuerte. Dylan tiene razón, es más cómodo si me baño en casa.

— Bien, tienes diez minutos. — Respondo dejándolo en el baño.

— Desayunaremos en mi casa. — Grito desde el salón, ya que he bajado las escaleras rápidamente para que Dylan no le pusiera pegas a los diez minutos.

Me pongo un pantalón de deporte de Dylan, porque no quiero ir en vestido. A los minutos, baja Dylan adorablemente mono.

Con unos vaqueros negros rotos en las rodillas, una camiseta negra con el logo en blanco de Hera, y con su clásica chaqueta de cuero negra.

Mi chico malo. Coje las llaves de su coche y salimos los dos por la puerta.


MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora