Kenya
Mis padres ya habían venido, y era obvio que me iban a preguntar sobre lo que me había pasado en el cuerpo tarde o temprano.
Pero por ahora no sabían nada porque al ser finales de noviembre, el frío ya se iba asentando en Nueva York y se acabaron los pijamas y la ropa corta.
Estoy en mi habitación, sentada como un indio en mi cama mientras intento estudiar para el exámen de Filosofía que tengo dentro de un mes. Y que por lo que parece voy como el puto culo.
Me cago en el profesor Morrison.
Todos le tenemos manía a ese, justo un día antes del examen parcial, te pone dos trabajos para entregarlos ese mismo día, y sino pues tienes un cero como un huevo.
¡Cuando encuentre la manera te atropello!
Este era el último curso que me queda para poder entrar a la universidad. Y sinceramente mis notas habían bajado mucho. He pasado de aprobar con un ocho o nueve, a aprobar con un cinco o seis.
La bronca que me pegó mi padre ayer fue descomunal. Ya que según él, tengo que aprobar con la mejor calificación posible para poder escoger una carrera.
Pero yo no quiero entrar a la universidad, yo quiero ser policía. Pero si me aparezco diciéndole ésto a mi padre me va a surrajar de arriba a bajo.
Él quiere que yo sea una buena empresaria y que herede su empresa. Pero yo quiero ser policía y ayudar a los demás de esa manera.
Pero tengo que trabajar duro para conseguirlo.
Me cuesta concentrarme con la música a todo volumen del cuarto de mi hermano. Y exasperada ya, me levanto de la cama con la espalda recta, y rodando los ojos me dirijo hasta su cuarto.
Se va a enterar, ya lo verás...
Abro la puerta de mi habitación y camino por el largo pasillo que lleva hasta su habitación.
No la puede poner un pelín más bajito, No la pone para que se entere Harry Potter.
Sin tocar la puerta, la abro encontrándome lo que no esperaba ver en mi vida.
Mis ojos se abren de par en par y solo puedo ver un culo gordo encima de mi hermano.
Mi boca se abre a más no poder y rápidamente cierro la puerta para salir corriendo hacia mi habitación y cerrar.
Mi hermano haciendo improperios.
¿¡Mi hermano copulando!?
El mundo se va a acabar.
Intento por mi sano juicio, olvidarme de la horrorosa imagen que se me ha quedado pegada como una lapa a la sesera.
¿Pero cómo un niño de catorce para quince años está dale que te pego, y yo con mis casi dieciocho años no lo he hecho?
Decido hacer lo que mejor se me da para estos casos.
— Lalalala. — Empiezo a cantar.
Como veo que Filosofía del Arte no se va a estudiar sola, cojo el tocho de libro y lo pongo en mi escritorio blanco que está un poco pegado a la mesita de noche y me siento en la silla huevo y bufo sonoramente.
Venga concéntrate...tienes que aprobar.
Enchufo la lamparita y me acomodo para empezar otra vez a intentar memorizar.
Aunque el instituto no empieza hasta después de vacaciones de Navidad por problemas de sanidad.
Si es que yo lo sabía, no era normal ir a mear y que no hubiese ni papel para limpiarte.
Bueno bieno, y ni hablemos del jabon del lavamanos que entonces ya me desmayo.
Antes de poder pensar en Filosofía, papel higiénico, jabón. Mi móvil empieza a sonar que está encima de mi cama.
Me arrastro con la silla huevo hasta la cama y agarro el móvil.
Kaylita
Jé, como me escuche llamándola así me asasina. Descuelgo la llamada de inmediato.
— ¡Cara de culo peludo! — Grita y yo me aparto rápidamente del móvil.
Maldita loca.
— ¿Puedes no chillar? — Le grito de la misma manera a punto de estallar a risas.
Me contengo y me despisto mirando el calendario con fotos recortadas de deportivos.
Cómo no me voy a enterar ni de lo que me va a decir, pongo el altavoz del teléfono para escuchar a la loca ésta.
— Y tal cual, que a lo que iba. — Hace una pausa.
Me acerco más al escritorio otra vez con la sillita divertida y observo el día.
Tres de diciembre de dos mil diecisiete.
Yo tenía un par de cosas que hacer hoy.
— Ajá, sigue... — Le ánimo para que me responda.
— ¿Está noche fiesta de pijamas en tu casa? Ya sabes...cotilleo más que nada. — Me dice con tono exageradamente alegre.
— Voy a preguntarle a mamá, haber si me deja, pero seguramente sí. — Le digo mirando el techo pensando en lo que me diría mamá.
— Pues ve a preguntarle, seguro que te deja, yo te espero aquí siempre alone. — Dice pronunciando en inglés.
Me alejo del móvil aún escuchándola cantar a lo ¿Qué? ¡Coño, a lo Kayla!
Jé.
Me levanto del huevo gigante y camino hacia la puerta, la abro y sin moverme veo bajar a una chica con una falda mal puesta. Frunzo el ceño y me acerco rápidamente a las escaleras.
— ¡Eh tú! — Digo a la chica que se estaba revolcando antes con mi hermano. Ésta se gira y la puedo ver con más detenimiento.
Rubia platino, pestañas postizas, ojos marrones, pecas y un crop top demasiadado alto.
— ¿Quién eres tú? — Me pregunta la choni esta.
Jé, te vas a cagar niñata.
— ¿Qué se supone que haces en mi casa? — Le digo acercándome a ella.
Me da igual ir en pijama, ya verás como ésta payasa no se asoma más a ver mi casa.
— Soy la novia de Sean. — Me dice sonriendo de manera arrogante.
— Pues yo soy su hermana, así que no quiero verte más por aquí, no eres bien recibida. — Le digo diciendo la verdad de mi parte. No quiero ver cinco tías al día rondando por mi casa.
— ¿Quién me lo impide?, ¿Tú?, Si eres una mosquita muerta, ¿Has visto como vistes? Eres una zarrapastrosa. — Dice riéndose de mí.
— Ya, pues prefiero ser una zarrapastrosa a no ser un juguete al que cogen y lo tiran cuando quieren. — Le digo callándole la boca de pata que tiene.
Uy qué mala soy joer.
Su boca se abre hacia abajo haciendo una o.
— Creo que sabes llegar perfectamente hasta la puerta, o ¿Quieres que te acompañe? — Le digo cruzándome de brazos de manera borde.
— Creo que sé llegar. — Dice asesinándome con la mirada.
— Pues hala, arreando chavala, haber si consigues recoger tu dignidad por el camino de vuelta a tu casa. — Le digo bajando las escaleras sentirás de ella.
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MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]
Teen Fiction• Primer libro de la Saga Hombres Irresistibles. Simplemente pasó. Cuando lo conocí y observé sus ojos, me di cuenta de que me había conseguido erizar completamente, y de que sería mi perdición. A leguas se veía que era peligroso, pero no pensé que...