Capítulo setenta y tres: Especial tercera parte.

1.8K 97 2
                                    

Ahora empieza la acción. Me aferro todo lo que puedo a Dylan mientras mi corazón me quiere salir desbocado por la boca. Él gira el manillar violentamente hacia sí y la motocicleta se eleva de la parte delantera durante unos segundos haciendo un caballito. No puedo evitar sentir la adrenalina al borde de mi garganta. Dios, solo puedo rezar para que no nos alcancen.

No entiendo cómo ni la razón por la cual me apetece ser Dylan en este momento, pero no tenemos ventaja ni mucho tiempo para cumplir mis caprichos. El rugir de la moto es potente y da gusto escucharlo, estoy pegada a Dylan todo lo que puedo. La curiosidad me puede y me muevo intentando no estorbar a mi ojiazul mientras conduce y observo la aguja del velocímentro de la moto y trago terriblemente duro al visualizar la aguja marcar doscientos cincuenta kilómetros por hora. Automáticamente me giro hacia atrás sin ver rastro de la patrulla. Mi yo interior toma aire de su inhalador antes de derribarse en el suelo. Sí, hemos estado cerca.

Contenta, abrazo de manera cariñosa a Dylan y él acelera haciendo otro caballito. La moto se desvía hacia la derecha adentrándonos en el centro de Nueva York, la moto desciende la velocidad y paramos en una casa adosada que queda frente al centro comercial. Me quedo hipnotizada por la casa, hace mucho frío, pues estamos a menos dos grados y eso se nota en los cristales empañados de las ventanas de dicha. Me sujeto de la espalda del tatuado para aguantarme antes de pasar mi pierna derecha hacia la izquierda para bajar de la moto. Él baja tres segundos después, se aproxima al mini deposito que contiene mi moto e introduce la llave girándola abriendo el compartimento. Saca una manta color neón impermeable y cubre la moto cuidando que quede tapada la matrícula.

Comienzo a tiritar a causa del rocío que está cayendo. Insisto con la mirada a Dylan para que se apresure, este acaba de cerrar el compartimento con la llave y se quita su casco, en cuanto lo veo repito sus movimientos quitándomelo yo también de manera que el aire sopla hacia mi rostro y exhalo soltando humo congelado.

— Vamos joder, me estoy congelando. — Me quejo viéndolo desde la acera. Sus hombros y su espalda están esculpidos bajo esa chaqueta de cuero, no puedo evitar morderme el labio pensando en las cosas que podrían haber debajo de ésta.

—Venga, ¿qué haces ahí quieta? ¿no tenías frío?— Agito mi cabeza de derecha a izquierda eliminando algunos pensamientos nada puros. Me giro hacia Dylan que me lanza las llaves de la moto, las alcanzo de manera poco ágil y camino torpemente por culpa del calor que de repente me azota hacia la entrada de la casa. La fachada es negra, las paredes tienen forma de ladrillo pero a diferencia de que son color negras, el tejado es color oscuro también, pero no puedo diferenciar bien el color ya que es plena madrugada, lo veo negro sinceramente.

Él abre rápidamente la puerta con unas llaves que ha sacado hábilmente de uno de sus bolsillos y entra, yo le sigo y automáticamente un olor a chimenea y a café me embauca. El recibidor es un pequeño pasillo, las paredes están pintadas de un blanco tenue, si miro hacia la derecha hay un corredor que da al salón y a la cocina, y seguramente a un baño. Pero si giro la cabeza hacia la izquierda hay una escalera de madera blanca que seguramente dará a las habitaciones.

—¿Esta casa es tuya?— Suelto anonadada. Pensé que vendió la casa que tenía aquí cuando se fue. Él se gira de manera fría y en cuanto me ve, relaja su expresión transmitiéndome un poco de calma. Asiente con las manos metidas en sus bolsillos de su pantalón negro vaquero.—. No tenía ni idea, ¿inviertes mucho en casas?— Me muevo aproximándome a él. Traga duro y mira hacia otro lado perdido. Frunzo el ceño y suspiro.

—¿He dicho algo que...?

—Esta era la casa que los padres apropiaron a Dominika— Suspiro incómoda, ¡qué tonta soy! A ver si en vez de preguntar tanto te callas un poco Kenya.—. Ella fue muy importante para mi. No me gusta hablar de ella porque su muerte fue culpa mía y porque me siento culpable todo el rato— Sus palabras me dejan congelada interiormente. Dylan es prepotente, es agresivo cuando se enfada con otras personas y sobre todo es muy independiente. También es frío, pero si hay algo que no tiene es confianza con cualquiera. Me acerco sin pensarlo y lo abrazo, al principio parece reacio, pero bastan unos segundos para que me rodee con sus grandes brazos. Nos quedamos así casi un minuto, me siento cómoda así, me siento protegida y me siento útil en su vida. Saber que estoy dándole algo que a lo mejor alivia un poco ese tormento me relaja.

—Kenya, yo me alejé de ti porque no quiero que te suceda lo mismo.

—Yo me he metido solita donde estoy, me gustan las carreras y me gusta ver las peleas, Dylan. Tú en ningún momento me has obligado a nada— No dejo que siga, si estoy donde estoy es porque me gusta lo que las carreras me dan. ¿Qué si volveré a correr? Seguro que sí, porque amo las motos y esa adrenalina y libetad que me transmiten.—. Ya, pero yo te he enseñado todo...si te pasara algo Kenya, no me lo perdonaría jamás. Lo he intentado, he intentado olvidarte, he intentado borrar estos putos sentimientos, pero siempre estás ahí cuando lo necesito, siempre estás ahí cuando pienso en cualquier chica. Me persigues y estoy terriblemente obsesionado contigo. Me gustas, me gustas joder y estoy harto de luchar contra mis puñeteros sentimientos— Me separo de él y lo observo a la cara. Yo tampoco te he podido olvidar. Decido esperar antes de hablar, quiero ver si lo que siente por mi no es un capricho y quiero afirmarlo.

—Déjame otra vez volverte loca, déjame de nuevo besarte y amarte— Me faltan fuerzas para no caer al suelo. Mis piernas son gelatina en estos momentos. Sus palabras son como una pomada anti dolor que me está haciendo efecto.—. No debiste irte aquella madrugada. Me abandonaste cuando más te necesité, cuando te fuiste todo se vino abajo— Reprocho sin inmutarme.

—Sabes que no lo he hecho para hacerte daño, te he intentado proteger.

—Siempre he dicho que nunca necesitaría a una persona para vivir, para respirar o para hacer cualquier cosa, pero tú llegas como si nada, con esas pintas, siendo más real que nadie y ¿qué es lo que haces? Me vuelves loca, me desordenas la vida, me haces sobrepasar mis límites y mis principios, ¿y yo me tengo que quedar callada? Dylan eres el capullo más capullo que he conocido en mi vida— Respiro, escucho latir mi corazón a mil por hora. Sus ojos me observan suplicantes y tristes.—. Pero eres el capullo que me ha robado el corazón, el capullo me he ha hecho reír, el capullo que me ha salvado y me ha protegido cuando he estado al borde de morir. Eres el capullo del que estoy enamorada, del que no me puedo olvidar y el capullo con el que sueño todas las noches. Y por eso te odio Dylan Sovok, porque me haces sentir tantas cosas a la vez que me desequilibras. Pero también te quiero, te quiero como jamás he querido a nadie, de la manera más pura y más sincera— Suelto emocionada. Joder, solo espero no estar equivocándome con esta decisión precipitada. Literalmente me estoy arojando a sus brazos y sinceramente no creo que mi cuerpo soporte otra ida suya. Levanto la vista hacia él, e inmediatamente no sé cómo ni de qué manera me encuentro pegada a la pared como aquella vez.

—Dios Kenya, no sabes cuanto tiempo he estado esperando a que tú y yo volviéramos. Te quiero— Su acción ha encendido mi vientre bajo en tan poco que me asombro. Cuando pienso que va a besarme en los labios, me deja un beso casto en la frente, separa los brazos que estaban apoyados en la pared encima de mi cabeza y se echa hacia atrás volviendo ha hacerlo. Suspiro, quiero que me bese joder.

—¿Quieres algo para beber? Son las cuatro y media, pero es tu cumpleaños bella— Suelta alejándose de mi y comenzando a caminar hacia la cocina. Suelto el aire que estaba conteniendo y me repongo de manera torpe. Sabe lo que me provoca y se aprovecha del momento. Me crezco como siempre y dejo de lado las torpezas y las vergüenzas. Camino segura sobre mis botas con tacón y desabrocho la chaqueta sin quitármela dejando ver el mono de licra con el escote.

—¿Tienes algo de Vodka? ¿o solo zumito de frutas?— Le reto con la mirada.—. Vaya...iba a prepararte una copa de Whisky pero creo que quieres empezar fuerte...

—Parezco yo más rusa que tú...—Suelto divertida, mordiéndome el labio inferior.—. Los rusos solemos ser más aficionados al Whisky, no creas esas leyendas urbanas.

—Oh vamos, el Whisky es para viejos— Camino con su mirada clavada en mí.—. Esta noche promete— Suelta él relajadamente mientras prepara la bebida.

MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora