Capítulo 46

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Kenya

Debo reconocer que, después de todo lo que he pasado con Dylan en tan poco tiempo y el hecho de que haya desaparecido de la noche a la mañana de mi vida me ha dejado sin aliento. Obviamente mis padres no saben nada de Dylan y de lo que ha pasado. Y mucho menos de mis cicatrices. Me intento untar crema para que no dejen rastro el día de mañana y así evitar la tercera guerra mundial con ellos. Los chicos están algo tocados, pues también echan en falta a Dylan.

Y yo que puedo decir, estoy rota. Cada día vienen a casa Kelly, Kayla, Bryan y Blake a intentar animarme. Pero siempre acabo diciéndoles lo mismo. "Estoy bien chicos", cuando en realidad él me hace mucha falta.

Tengo mis subidones de alegría por el nuevo integrante en casa. Bryson, el cachorro de doberman que me han regalado mis padres hace una semana. Que no se despega de mí ni para ir al baño. La verdad es que teniéndolo en mis brazos y dándole la comida todo el día, hace que todo esto no sea tan doloroso al recordarlo cada instante.

Mamá decía que esta casa necesitaba un buen perro guardián, y pues aquí estamos. Papá en cambio no se conforma con Bryson y quiere dos más como el. "Cuando mi madre y yo vivíamos en Alemania, teníamos ocho perros que nos protegían bien, uno solo no basta" dice él. Y pues bueno yo por mi parte tener otros bebés cachorros regordetes y adorables me parece una cucada.

— ¡Eso no se hace Bry! — Lo regaño al ver al cachorro mordiendo mis zapatillas de deporte. Me acerco rápidamente y le doy un golpecito en el hocico.

— ¡No lo hagas más! — Me mira abriendo más los ojitos y giro rápidamente la cabeza para no enternecerme y acabar cogiéndolo en brazos.

— Agh, eres tan adorable que no me puedo resistir a ti. — Cierro los ojos pesadamente al verlo y lo agarro entre brazos.

— No quiero tener todos mis zapatos con agujeros, pero es que eres tan ¡Achuchable! — Lo abrazo dándole besitos en la cabecita.

La alarma de mi móvil hace que deje al pequeño en la cama. Me acerco con rapidez al escritorio y lo agarro mirando la hora.

Cinco y media de la tarde.

— Toca ir al gimnasio. — Bufo con pesadez y miro al bebé.

Si señores y señoras. Kenya West en persona se ha apuntado al gimnasio. ¿Parece una broma barata no? A mí tampoco me hacía tanta ilusión. Pero con el tiempo que me sobra últimamente, necesito desconectar.

— Menos mal que eres un perro... — Hablo inútilmente sabiendo que no me entiende y me responde girando la cabeza mientras me mira. Niego sonriendo y me cambio con unas mallas grises a y rosa pálidos que ponen "Just do it" en letra blanca en un lateral. Una camiseta rosa pálido que deja ver los pequeños abdominales de mi barriga que están comenzando a marcarse y las dichosas zapatillas/juguete negras de "Bryson el cachorro feroz". Me pongo la pulsera del gimnasio para poder entrar y agarro una mochila pequeña y meto una toalla blanca, una coleta, mis auriculares, los guantes para las ampollas, el móvil y la cartera. Me coloco la mochila en un hombro y cojo a Bry en brazos para dejárselo a mi madre en lo que yo no estoy.

— Bry eres un caso. — Río mirándolo mientras bajo las escaleras con en él brazos.

Entro en la cocina y dejo al cachorro en una alfombra, este empieza a jugar con la pata de la mesa.

— Kenya, el perro va a arrasar con todo el mobiliario de la casa. — Se queja mamá al ver al cachorro negro arañar las patas de la silla.

— ¿Dónde lo llevó entonces? Porque si lo dejo solo se mata. — Miro al bicho jugar y ladrarle a la pobre silla.

— Llévalo fuera, al jardín. Ahí tiene espacio de sobra para darse porrazos y comerse las plantas. — Se vuelve a quejar cogiendo a Bryson y dándomelo.

— Como quieras. — Respondo rendida. Le doy un beso en la mejilla y cojo las llaves de la moto del taquillón de la entrada.

Agarro el casco como puedo y salgo cerrando la puerta detrás de mí. De lejos puedo ver como papá intenta cortar el césped con una cortadora un tanto vieja. Suelto al cachorro en el suelo y camino revisando que me siga hasta llegar a papá.

— Papá cortando el césped, que surrealista. — Río mirando al pobre con el frentón todo sudado.

— Creo que necesitamos un nuevo cortacésped. — Agarra el manillar por un momento y la pobre máquina se desmorona delante de nosotros.

Abro los ojos y veo a Bryson ladrarle a la máquina, bueno al montón de escombros que hay delante nuestra.

— Me parece que eso sería lo más normal del mundo. — Digo antes de estallar a risas. Papá ríe conmigo y vuelve a la calma cuando dejamos de reír.

— ¿Vas al gimnasio hija? — Pregunta papá nada más verme de arriba a bajo y sonríe.

— Sí papá. — Sonrío de la misma manera y me acerco para dejarle un beso en la mejilla derecha.

— Ten cuidado con la moto. — Me dice antes de que yo llegue a la moto.

— Tranquilo papá. — Le miro sonriendo intentando tranquilizarlo. 

Camino hasta la moto, meto la llave y la enciendo. Mientras que esta se calienta, me coloco el casco y los guantes. Y me subo a la moto. Muevo la mano derecha de un lado a otro despidiéndome de mi padre y salgo de casa directa al gimnasio.

MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora