Capítulo 34

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Capítulo XXXIV

Kenya

Con ayuda de las chicas entro en casa y paro la silla de ruedas al lado del sofá.

— ¿Prefieres que nos quedemos y que te hagamos compañía? — Me pregunta Bryan.

— No hace falta chicos. — Digo, aunque en realidad necesito bastante ayuda. Lo único que quiero es tumbarme en mi cama y llorar hasta quedarme sin lágrimas.

— Oh, vamos Kenny, mírate, solo hay que verte para saber cómo estás. — Se queja Kelly pataleando el suelo y moviendo los brazos.

Vale, tengo que admitirlo, estaba mal de cojones. A penas me puedo mover sin que me doliera algo.

— Como ya sabes no hay clases durante un mes, pueden quedarse las chicas contigo. — Habla Blake, esta vez. Quedan dos días para que mis padres vengan.

— Os voy a necesitar. — Pido, mirándolos. Ellos se miran entre todos y luego a mí para que siguiese hablando.

— Mis padres me matarían si saben que todo ésto me lo hizo Kevin. — Hablo exasperada mirándolos.

— Nosotros te cubrimos Kenny, no te preocupes por eso. — Me apoya Bryan sentándose a mi lado y apoyando la espalda en el sofá.

— Chicos, si tenéis hambre podéis comeros la nevera. — Espero a que me respondan.

— Pues en ese caso me voy a comer un bocata. — Anuncia Kells, tocando su tripa.

— Y yo. — Sentencian los demás.

— ¿Tú no quieres nada? — Me pregunta Kayla.

— La verdad es que no, pero ¿Me podrías ayudar a llegar a mi habitación? Estoy muy cansada y solo quiero dormir. — Pido mirando al suelo.

La verdad es que si no me ayuda rápido y no llego a mi habitación, me tapo con las mantas y lloro como nunca, lo voy a hacer aquí en medio y no quiero joderles la tarde con mis problemas a ellos que me han ayudado tanto.

Ella asiente y rápidamente se coloca a mi lado ayudándome a levantarme. Cuando esto está hecho miro las escaleras con miedo.

— Solo quiero dormir Kayla. Me siento como la mierda. — Le dije a la pelinegra.

Ella tras mirarme llama a Bryan y a Blake, que aparecen al instante.

— Ayudarme a subirla a su habitación, está cansada. — Responde, ellos se acercan y con cuidado me alzan los dos. Uno me coje las piernas y el otro me sujeta por la espalda con mucho cuidado de no hacerme daño.

— Ya verás cómo llegas en un pis pas. — Comenta Kells acercándose a nosotros.

No me quejé en ningún momento, ellos me ayudaban a cambio de nada y les estaba muy agradecida.

— Chicos, sóis increíbles, gracias por todo lo que hacéis por mí. — Les digo a los cinco cuando me dejaron en la habitación.

— No nos des las gracias, eres tan importante como alguno de nosotros, eres nuestra amiga y nos aconsejas cuando lo necesitamos, además sabemos que estás pasando por un bache un poco jodido, así que, estamos aquí para todo lo que necesites. — Las palabras de Kayla me emocionan, no aguanto más y estallo a llorar.

— Hey, no llores que lloro yo también. — Habla Kayla sentándose en la cama y abrazándome, Kelly se une y empieza a llorar como una Madalena.

— No entiendo por qué se ha ido así sin decirme nada, yo, no me ha dado tiempo a saber porqué me ha hecho esto. — Sollozo.

Blake saca su teléfono y casi gruñendo marca un número. No pasan ni dos llamadas cuando al fin descuelga.

— ¡Hijo de puta! ¡Te juro que en cuanto te vea te arranco la cabeza! — Le veo apretar los puños.

— ¡Me importa una mierda! ¡¿Sabes lo mal que lo está pasando cabrón?! ¡No hay mierdas de excusas que valgan! — Exclama alzando la voz mientras que caminaba de un lado a otro de la habitación.

Kayla lo miraba atentamente, Bryan se había sentado a mi lado y me acariciaba la mano. Kells no me soltaba del abrazo y yo por mi parte lloraba más, ¿Cómo era posible que se fuera de esa manera?

No entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, necesitaba respuestas. El porque me había abandonado después de lo que hemos pasado.

Necesitaba respuestas...

— Cómo me cuelgues te rastreo y te hago trizas, ¿¡Que no me importa!?, ¡Ven aquí si tienes ese par de huevos y explícalo, pedazo de memo! — No puedo seguir oyendo todo esto. Me levanto olvidando el dolor infernal y le arrebato el móvil a Blake. Los ojos me escuecen y no paro de llorar.

Me acerco el móvil al oído y me prepar para lo que venía siguiente.

— Dylan, no me cuelgues por favor. — Le pido llorando.

— Kenya, no puedo hablarte. — Cuando su voz sale ronca me di cuenta de que ha estado llorando. Cierro los ojos y espero a que los chicos me dejaran a solas.

— Estamos fuera. — Anuncia Blake. Asiento. Se cierra la puerta y camino hasta sentarme en la silla de ruedas.

— Escúchame, necesito hablar contigo, que me expliques qué está pasando, necesito y merezco al menos una explicación. — Las gotas que caen de mis ojos descienden hasta bajar por mi mentón y esconderse debajo de mi camiseta.

— En media hora estoy en tu casa. — Habla cortante y me cuelga. Aún con el móvil en la oreja y con los ojos clavados en un espejo en frente de mí, siento como si una tormenta de arena me ahogara y por segunda vez, siento miedo.

Me aparte el móvil de la oreja y lo dejo entre mis piernas, sin dejar de mirar el espejo que refleja en el estado en el que me encontraba.

Tengo unas grandes bolsas debajo de los ojos de un color oscuro, mi piel que es un poco morena, pero se encuentra más pálida de lo normal, mis manos tienen heridas con costra y están bastante ásperas y no paro de temblar.

Él va a venir a mi casa, lo voy a volver a ver, no sé cómo tenía que reaccionar, el pulso me va y me viene de lo nerviosa que estaba.

Solo espero que todo ésto se arregle y que no se marche otra vez. No me hago a la idea de tener que verlo ir. No estoy dispuesta a olvidarlo después de lo que él ha hecho por mí. No me hago a la idea de tener que volver a estar sola. A olvidarlo todo de él.

Eso no está en mis planes. Tengo mucho miedo por lo que me pueda decir.

MI ESTÚPIDO BOXEADOR© ✓ [Libro I Hombres irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora