89. Completos por primera vez

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Pero, de alguna manera, en el momento en que nos conocimos, encajamos. Era como si nos completásemos. Como dos mitades de un todo, esperando por conocerse.
(Evangeline Anderson)

* * *

POV ALEC

Mis manos tiemblan y son insistentes sobre él, en su rostro, su cabello, su cuello, se aferran a su chaqueta, tratando de hundirme un poco más, traspasar las capas que nos separan y llegar a su piel, deslizar mis dedos sobre ésta...

Mis dientes intentan atrapar el labio de Magnus cuando él, con un medio gruñido medio suspiro, se separa. Mis manos tirando de él hacia mí, y las suyas en mi cintura manteniéndome en mi lugar. Suelta una risita y su voz es ronca cuando habla: -Tranquilo, Alexander. Con calma. Vamos lento para disfrutar más.

El sonido que se me escapa es tal vez vergonzoso, pero no me importa, porque es Magnus quien lo escucha y es Magnus quien lo provoca.

Él sonríe. Sus manos suben hasta mi rostro y se acerca a mí, deja un sonoro beso en mis labios y luego uno suave en la punta de mi nariz. -Con calma, mi amor.

Las mariposas de mi estómago parecen quedarse atascadas en mi garganta ante esas dos palabras. Él me sonríe como si leyera mis pensamientos, y tal vez lo hace, él sabe leer mi alma y mi corazón.

-¿Qué piensas? -su pregunta me trae al presente. Él ya está sirviendo dos copas.

Y yo respondo sin dudar: -En como, en tan poco tiempo, aprendiste a leerme, es como si supieras qué hay en mi corazón, en mi mente, en mi alma.

La sonrisa de Magnus es hermosa cuando me ofrece una copa. -Tú también en mí, Alexander. Y ahora vamos a leer muestros cuerpos -su mano, como muestra, acaricia mi mejilla-, creo que, cuando encuentras a la persona correcta, esa que, como tú dices, parece leer todo en ti, entregarte físicamente es sólo el paso final, es más que deseo, es una necesidad, es como si ya no tuvieras opción, ¿me explico? Así como ves su mano y quieres aferrarla con la tuya, como una mirada a sus labios basta para querer un beso, como poner tu cabeza en su pecho y oír sus latidos y sentir que su corazón te está llamando, así los cuerpos se llaman también, se necesitan, el amor los une.

Mis ojos, ya húmedos, se apartan de los de Magnus y bajan al líquido burbuneante en mi copa. -¿Por qué eres tan perfecto con las palabras? Ahora no hay nada que pueda decir que supere, o se compare al menos, con eso.

Su copa choca la mía suavemente. -Sí se puede. Sólo dime que me quieres.

Mi ceño se frunce levemente. -Sabes que te quiero.

Su sonrisa es enorme. -Y esas son las palabras perfectas para mí. Por nosotros entonces, por nuestros hijos, por un futuro juntos.

Yo no puedo apartar mi mirada de él, de sus labios cuando se separan y parecen besar la copa, el líquido bajando por su garganta, su nuez moviéndose de un modo hipnótico...

Sus ojos señalan mi copa cuando él termina. Mi cara arde y después un poco más cuando me tomo todo el líquido de golpe, y su risa me calienta todavía más.

-Ven -Magnus me llama con un dedo, sus manos van a mi chaqueta, quitándola, después me empuja hasta quedar sentado en la orilla de la cama, se arrodilla frente a mí y, sin dejar de mirarme, quita mis zapatos.

Y esto no debería derretir mi corazón y encender mi cuerpo como lo hace.

Pero entonces él se quita los suyos y se sienta a mi lado. Mis manos, sin pedir permiso, van hasta él, repitiendo lo que hizo conmigo, quitando su chaqueta. Una prenda menos.

Su mano en mi pecho me impide llegar a más. Toma una fresa y la hunde en el chocolate, la pasa por mis labios, antes de morderla. Yo me adelanto hacia él, creyendo que iba a besarme. Sus labios quedan rojos, húmedos, mientras que los míos se sienten dulces cuando paso mi lengua por ellos. Entonces los de Magnus están ahí, sobre los míos, en una perfecta mezcla de sabores y sensaciones. Con un gemido, y de nuevo manos buscando al otro, me pierdo en el beso.

No sé cuánto ha pasado cuando nos separamos. Mis labios, y todo mi cuerpo, palpita por la necesidad de más.

Unas cuantas fresas después, y aunque es sin duda excitante y erótico, no resisto más. Quiero -nunca me imaginé decirlo- arrancarle la ropa y sentirlo piel con piel.

Pero Magnus está decidido a una primera vez lenta. Así que, lentamente, quita los botones de mi camisa, la saca del pantalón y la retira, sus manos acariciando mis brazos en el proceso, sus labios en mi cuello, bajando a mis clavículas, sus dedos en mi abdomen, sus dientes rodeando mis pezones. Mis ojos se cierran y varios gemidos se me escapan, pero entonces Magnus se retira. Vuelve a mis labios mientras quita el cinturón, abre mis pantalones y los deja caer, deja de besarme para arrodillarse y quitármelos completamente.

Me mira desde abajo, él sigue vestido mientras que yo estoy sólo en ropa interior, con una erección que duele por él. Magnus sonríe, sus manos acariciando un camino hacia arriba, manos y labios, dejando besos y succiones que tal vez dejen marcas y no me importa. Soy suyo, quiero ser suyo.

Antes de quitar la última prenda, me deja hacer lo mismo con él. Hasta quedar frente a frente, sólo en ropa interior. Sus manos acunan mi rostro y me besa mientras yo bajo sus bóxers, mi miembro palpitando cuando él pega sus caderas a las mías, cuando la última prenda suya cae a sus pies, sin dejar de besarme, él lleva sus manos a la mía.

Y entonces somos sólo él y yo, desnudos en cuerpo y alma, piel con piel. Deseosos amantes. Amados.

Sin apenas dejar de besarnos, nos arrastramos a la cama, los suaves pétalos acariciando nuestros cuerpos. Y lo hacemos, leemos el contrario, con caricias, con besos, con miradas.

La piel de Magnus brilla dorada por la luz de las velas. Y sus ojos brillan, con lo que creo, es una mezcla de amor y deseo, cuando llega a mi entrepierna y deja un beso antes de enseñarme el cielo en la tierra, uno de tantos que he conocido con él.

Magnus me ha enseñado el paraíso en vida. Con una mirada, con un beso, con amor.

Echo mi cabeza hacia atrás, mis labios abiertos dejan escapar gemidos incontenibles, mis caderas se sacuden sin mi permiso, mis manos enredadas en su cabello, y su boca es perfecta.

Sus dedos suaves, tiernos, pero seguros, mientras me prepara con cuidado para él. Mis piernas tiemblan con anticipación, todo mi cuerpo vibra por tenerlo, por sentirlo. Y, cuando por fin sucede, cuando lo siento entrar, no invadir mi cuerpo, no, es más completarme, cuando siento lo que siempre me faltó, cuando por fin somos uno, sé que él es el correcto. El definitivo, el único.

Magnus toma mis labios en un beso mientras nuestros cuerpos chocan, colisionan, mientras él roza ese punto mágico dentro de mí y mi cuerpo se estremece bajo el suyo, sus manos siguen leyendo mi cuerpo, sus dedos marcando mi piel, como si también escribiera sobre mí.

Mi miembro es acariciado entre ambos, con cada estocada, con cada choque de caderas, con cada vez que se deja caer sobre mí, que baja para tomar mis labios. Sus ojos y los míos se abren segundos antes de que suceda, de alcanzar la cima en el mismo momento, oscuros, vidriosos, brillantes.

Magnus parece otro, desde sus jadeos descontrolados, sus labios hinchados, su piel brillante por el sudor, sus ojos llenos de deseo, de lujuria, y de amor cuando se derriten un momento antes de llegar.

Gritamos el nombre del otro con voces irreconocibles. "Magnus", "Alexander".

Él se deja caer sobre mí, sus labios dejando besos torpes en mi piel, su corazón y el mío latiendo contra el otro hasta regular e igualar sus ritmos. Y lo primero que decimos también parece inevitable, como nosotros mismos: -Te amo.



CONTINUARÁ...

Ahí estuvo su primera vez, espero que fuera como esperaban, gracias por leer, por sus votos y comentarios ❤

Papi y el profesor (malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora