LXIX

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Uno nunca sabe lo que le depara el destino, uno no tiene como saberlo de todas maneras, nunca sabes si las cosas saldrán bien, si saldrán mal o si estás desafortunadamente caminando hasta tu propia muerte. Aunque si lo pensamos de una manera objetiva... De eso se trata la vida, supongo. Crees que eres el rey del mundo en un segundo pero al otro puedes estar perdiendo tus últimos segundos de vida de una manera miserable y desastrosa.

Pero insisto, de eso se trata, de vivir cada día cómo si fuera el último, sin arrepentimientos, sin miedo y sin inhibiciones.  y quizás yo me estaba tomando mis pensamientos muy pero muy enserio, porque tenía miedo.

Y esa era mi triste verdad.

Habían pasado tres días desde que habíamos recibido esa carta de nuestro tío, habían sido tres días en donde manteníamos todas nuestras esperanzas, miedos y adrenalina a raya y bastante escondidos, habíamos aprovechado ese tiempo como si fuera el último en nuestras vidas y para ese entonces, no sabíamos porque lo hacíamos, suena un poco confuso y estoy seguro que lo es, porque estoy aquí, contando como es que desesperadamente ocupamos tres días enteros, mimandonos, diciéndonos "te quiero" o "te amo", hablándole a mi pancita, a nuestros cachorros y como pasamos tres días haciendo el amor y juntando nuestros cuerpos, almas y corazones como si no existiera un día después... Como si todo el espejismo en el desierto que hemos estado viviendo, poco a poco se estuviera desvaneciendo como arena en nuestros dedos.

Pero seguíamos sin saber que nos motivaba a vivir de esa manera ¿Por qué sentíamos que debíamos aprovechar cada segundo? ¿Por qué teníamos miedo del mañana? ¿Por qué nos dimos por vencidos?

Pero incluso así... Sin saber nada... Puedo asegurar que muy en el fondo lo sabíamos... Sabíamos que ese sábado en la madrugada, algo ocurriría.

Sabíamos que ese sábado en la madrugada... Todo acabaría

*

Sentado en el sofá, comiendo como si la vida se me fuera en ello, un gran trozo de sandía se hundía en mi boca de manera bastante desesperada y animosa... Y no, no es que tuviera hambre o quizás no hubiese comido en días, no era algo muy necesario a decir verdad. Era más bien un pequeño antojo que había nacido, uno de varios en realidad.

Suran había salido temprano en la mañana en busca de una sandía, incluso cuando no era temporada, ella demoró horas pero ciertamente ella llegó con dos sandías y ya voy terminando una.

Mi alfa se había empeñado en cortar aquella enorme sandía en trozos más o menos pequeños porque vió como de desesperado estaba, el simple olor, la simple vista de esa enorme sandía me había hecho sentir enamorado y deseoso. Y es que al no poder conseguir —Por obvias razones— el licor de menta que repentinamente había querido tomar con tanta insistencia, la sandía fue lo único que pude comer para apaciguar un poco esa necesidad.

Me había levantado desesperado por una sandía y una botella de licor de menta ¿Acaso eso era normal?

Para un embarazado si lo era.

—No te desesperes tanto, amor— Había dicho mi alfa mientras con un pequeño paño, limpiaba suavemente el jugo de la sandía que escurría débilmente por la comisura de mis labios sin importarme en lo más mínimo— La sandía no se va a escapar... No va a salir corriendo.

—Pero ya se está acabando— Me quejé mientras puchereaba unos segundos y después volvía a comer con bastante amor, era extraño considerando que nunca había sido tan fan de la sandía, se podría decir que era la última fruta en mi lista de favoritos pero la miraba como si fuera la cosa más apetecible del mundo— Quiero tomar licor de menta, alfa... Dame licor de menta... Sólo un poquito. 

Past Lives: Destiny || Hopev «Omegaverse» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora