Él

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Esa misma tarde César, se ocupó de ayudar a Elisa con lo que creía que iba a necesitar, por lo menos en su primer día de trabajo. Ella seguía sin estar convencidas de lo que iba ha hacer, pero por su hijo haría cualquier cosa y quería recuperarlo.
Fermín puso en el ordenador el skype, para poder comunicarse con Henrique y Nacho. Después de unos minutos de cargar la pantalla apareció Henrique. Fermín saludó:
- ¿Cómo ha ido todo?
- Han entrado al trapo, ella no estaba muy convencida, pero finalmente César la hizo reflexionar.
- ¿En qué habéis quedado?
- Mañana va a venir a la empresa, vamos a empezar ha hacer cosas, yo ya estuve ayer y me presenté allí.
- Perfecto.
Henrique tenía una sonrisa malvada, Fermín quiso aclarar las cosas:
- ¿No la vas a afectar para nada no? Yo lo quiero hacerla daño y no voy a permitir que se lo hagas.
- Claro que no quiero hacerla daño, la han envenenado en mi contra, pero se que cuando esté más tranquila y con nuestro hijo cerca, me va a escuchar y volveremos.
- ¿Sabes que está comprometida?
Henrique abrió los ojos como platos, y dio un golpe a la mesa, estaba mosqueado evidentemente no se esperaba esa noticia:
- ¿Cómo comprometida? ¿Con César?
- Sí, ¿Con quien sino? Se van a casar.
- Pues ya tienes otra misión, averiguar cuándo y dónde.
A la mañana siguiente Elisa se levantó muy temprano, casi no había dormido. No sabía como afrontar todo lo que la había pasado en tan poco tiempo. Después de darse una ducha fue a su armario, tenía que elegir un modelo elegante para su puesto. Escogió una falda de cuero,color granate por debajo de las rodillas y una blusa blanca, corta, lo suficiente para que se juntase con la falda sin dejar ver nada de su tripa. Se agarró el pelo en una coleta y engominó la parte de arriba para que se le soltasen los menos pelos posibles.
Bajó a desayunar y allí ya estaba sentado César, él la miró impresionado:
- Estás guapísima, me voy a tener que poner celoso, te van a mirar todos.
- Qué tonto eres, claro que no. ¿Piensas que voy bien?
- Vas espectacular.
La dio un tímido beso en los labios y cuando ella ya se sentó, él hizo lo mismo. Elisa lo miró mientras desayunaba, intentó comer algo pero tenía un nudo en el estómago, así que se tomó solo el café:
- ¿Te fías de Fermín?
- La verdad... no se, tampoco tenemos muchas opciones. Lo que si quiero que sepas es que puedes contar conmigo, que yo te voy a estar apoyando.
- Muchas gracias César, si no te tuviera a ti.
Elisa llegó a la empresa, la verdad es que ella nunca había estado allí, así que no la iba a reconocer nadie, Henrique no la sacaba de casa a penas.
El edificio era enorme, la fachada estaba decorada en  tonos blancos y azules. La recepción era muy amplia, con las paredes negras y blancas y enfrente de la puerta de entrada un mostrador blanco, con dos recepcionistas. Una de las mujeres la miró, la otra estaba ocupada atendiendo a otra persona. Elisa después de respirar se acercó, y con una sonrisa leve que intentaba ocultar su miedo, le habló:
- Buenos días, preguntó por Fermín Hidalgo.
- Buenos días, sí claro, ¿De parte de quién?
- De Elisa Caballero.
La mujer abrió los ojos, estaba claro que ya la habían hablado de ella, que ya la esperaban. La mujer enseguida se comunicó con Fermín tras decirla amablemente a Elisa que esperará. A los minutos apareció Fermín por unas puertas de cristal, ese día estaba muy diferente, llevaba un traje azul marino que le quedaba perfecto . Sonrió al ver a Elisa, se acercó a ella y la agarró las manos:
- Estás preciosa, pareces otra.
- Muchas gracias.
- Me gustaría presentarte al consejo directivo, ellos ya saben que vamos a dirigir la empresa nosotros, evidentemente nos exigen cambios y demás, que ya vamos a ir viendo, ahora me gustaría mostrarte tu despacho.
Ella solo asintió, le escuchaba embelesada, sabía tanto para lo joven que era, o eso le parecía a ella. Recorrieron un pasillo largo hasta llegar a unos ascensores, una vez allí Fermín presionó el tercer piso, allí decía que se encontraban sus respectivos despachos:
- Este de aquí es el mío, que ni decir tiene que para cualquier cosa que necesites va a estar abierto.
Paso a la puerta de al lado y señaló que ese iba a ser el despacho de ella. Abrió la puerta y Elisa se quedó de piedra, no sabía si todos los despachos eran así, pero el suyo era perfecto, miró a los dos lados y pensó que lo habían decorado con lujo de detalle. Las paredes estaban decoradas con un papel negro con esferas blancas y en la pared de la izquierda había un ventanal que cubría toda esa parte con unos barrotes básicos en color negro también. En la pared de enfrente decoraba un mueble sencillo, y encima dos lamparas doradas, en medio una figura en tonos grises. Un escrito de madera negra y marrón decoraba el centro del despacho y dos butacas negras de cuero, por si venía alguien más:
- ¿Te gusta? Lo han decorado para ti.
- Está genial, ¿En serio lo han decorado para mi?
- Realmente creo que casi todos los despachos son parecidos, pero este va a ser especial, lo sé.
Ella se rió acompañándolo, estuvieron varias joras reunidos explicando cómo iba a ser el manejo de la empresa. Al principio a Elisa la pareció un mundo, pero finalmente parecía comprender un poco como iba a ser todo:
- Para empezar... ¿Cómo ves encargarte hoy de las entrevistas para seguridad?
- Por mi vale.
- No es gran cosa, tienes los curriculum en el primer cajón del escritorio y aparte creo que son como cinco o seis personas nada más. También tienes una hoja con los requisitos que piden, así que creo que no habrá problema.
- Ninguno, yo me encargo.
Fermín tras desearla suerte y volverla a sonreír salió del despacho. Elisa se quedó sola y agarró los curriculum, pero antes de echarles una hojeada a todos alguien la aviso por el interlocutor de que se estaban empezando a impacientar los que venían ha hacer la entrevista.
Comenzó a llamar uno por uno y parecía aclararse muy bien, sentía que había estado haciendo esto toda su vida.
Fermín después de varias reuniones que tuvo decidió llamar a Henrique, tenía varios mensajes de él y se imaginaba para lo que eran:
- ¿Qué pasa papá?
- ¿Qué tal mi mujercita?
- Pues ya a entrado en su despacho, la a encantado, está comiendo de mi mano.
- ¿Qué está haciendo?
- La he encargado las entrevistas para encoger al nuevo vigilante de seguridad, es una tarea sencilla.
- Pues si, ¿Has averiguado algo de la boda?
- Evidentemente no, ¿Nos pretenderías que el primer día la pregunte?, tendremos que empezar a entablar conversación, no te preocupes que se lo sonsacaré.
Fernando se desesperaba en la sala de espera de esa grande empresa, parecía que las demás personas que habían venido ha hacer la entrevista tardaban horas en salir. La entrevista se la iba ha hacer una tal Elisa Caballero que era una de las nuevas incorporaciones, o eso por lo menos le habían dicho. Se levantó y empezó a moverse de un lado a otro de la sala.
Finalmente Elisa casi había acabado, la quedaba la última persona, miró el curriculum y al ver el nombre la dio un vuelco el corazón. "Fernando Marín" su corazón empezó a latir a mil por hora, no se lo podía creer, Fernando estaba aquí, en el mismo edificio que ella, a solo pasos de encontrarse cara a cara. Tomó aire y negó con la cabeza:
- Piensa rápido Gis - Se dijo así misma- no te puede ver, ni mucho menos quieres encontrártelo.
Hablaba ella sola consigo misma:
- ¿A quién quieres mentirle? Te mueres de ganas por volverlo a ver, pero tengo que hacer algo para no encontrármelo, a él no le puedo mentir.
Rápido agarró el teléfono y marcó el  teléfono de Fermín, de su despacho:
- ¿Qué pasa Elisa? ¿Me necesitas?
- Un poco... ósea, me queda el ultimo por entrevistar, pero me a surgido un problema, ¿Podría entrevistarlo otra persona?
- ¿Quién te queda?
Tomó aire y exhalo fuerte:
- Fernando Marín.
- Creo haber entendido que era el más cualificado, no te preocupes que yo le digo a alguien que le entreviste.
Elisa colgó y se recostó en su silla, con los ojos cerrados mirando al techo. De pronto recordó las palabras de Fermín, "creo haber entendido que era el más cualificado". ¿Y si le contrataban?¿Cuanto iba a tardar en descubrirla?, no se podía creer todo lo que estaba pasando en tan poco tiempo, su vida había dado un cambio de ciento ochenta grados.
Unas de las secretarias se dirigió a Fernando, que no parabas de dar vueltas por la sala, ya que era el último. La mujer rubia lo llamó, él se acercó:
- ¿Fernando Marín?
- Sí, soy yo.
- Tengo que decirle, que no podrá Elisa Caballero en persona atenderle como ha hecho con los demás. Pero la atenderá el otro responsable, no se preocupe.
Fernando frunció el ceño y se sintió ofendido en ese instante:
- ¿Perdona? ¿Por qué?
- Ha tenido un inconveniente, me acaban de avisar.
- Merezco el mismo trato que los demás, voy a ser el único que le entrevista otra persona, no es Justo.
- Lo siento caballero, yo soy una mandada, solo cumplo órdenes.
- De acuerdo, no pasa nada.
Fernando pensó en no seguir discutiendo con aquella señorita, al fin y al cabo no tenía la culpa, pero se negaba a no ser atendido por aquella mujer, así que al ver salir al quinto entrevistado le paró:
- Perdona, ¿Me podrías decir en qué piso queda el despacho de Elisa Caballero? Me lo han dicho pero no me he enterado bien.
- Sí claro, en el segundo piso, el pasillo de la izquierda cuarta puerta.
- Muchas gracias.
Fernando subió decidido, esto no iba a quedar así, no le iban ha hacer de menos.
Elisa estaba con los ojos cerrados con la cabeza gacha, pensando, de hecho no paraba de hacerlo.
Alguien tocó la puerta, ella frunció el ceño, no esperaba a nadie, después de respirar hondo y aclararse la voz dejó pasar:
- Adelante.
Alguien entró, un hombre, ella se quedó boquiabierta al verlo, era Fernando, lo tenía enfrente de ella. Fernando abrió la puerta dispuesto a ganarla las cuarenta, ya daba por echo que el trabajo lo había perdido. Estaba tan cegado que no miró antes de hablar:
- ¿Por qué no me quiere recibir?
Pero entonces la vio, el cuerpo se le erizó, esa mujer, era idéntica a Gisela, era ella. Abrió los ojos y la boca al mismo tiempo, estaba preciosa y viva. No sabía que hacer, se acercó despacio y a su paso se cerró la puerta tras él. A Elisa se la cerró el estómago, sintió náuseas en ese momento, le tenia frente a ella y tenía unas ganas horribles de abrazarlo, pero tenía que ser fría, se supone que ella ya no es la que Fernando creía, así que necesitaba demostrárselo:
- ¿Por qué entra así caballero? ¿No le explicaron en recepción que no le podía atender?
Fernando sentía que no podía pronunciar palabra, ella intentaba esquivar su mirada:
- Gisela... Estás viva.
Por fin pudo pronunciar su nombre, estaba apunto de ponerse a llorar de la emoción de verla, pero ella parecía no complacerle, ella estaba parada mirándole extrañada:
- ¿Perdón? Yo me llamo Elisa Caballero, ¿Usted?
Esto último lo dijo con un hilo de voz, estaba rezando por dentro para que Fernando no se hubiese dado cuenta:
- No, tú eres Gisela, lo sé.
Se empezó a acercar a ella, Elisa tragó saliva, casi no podía hacerlo, Fernando se la acercaba y ella no sabía que hacer:
- Se equivoca caballero, le ruego que diga lo que tenga que decir y salga por favor, tengo muchas cosas que hacer.
Fernando paró en seco, la miró, esta vez reparó más en ella, estaba seria y bastante cambiada, ¿Sería una ilusión?, intentó calmar la situación:
- Perdón, quería saber ¿Por qué no ha sido usted la que me a entrevistado?
- Básicamente tengo otros menesteres.
- Pero a los demás si les a entrevistado usted.
- Sí, pero se me a alargado las entrevistas, y tengo que hacer otras cosas, pero mi compañero le va a atender muy bien, estoy segura.
Fernando quería protestar, pero pensó mejor, si le cogían en este trabajo podría estar cerca de ella, era lo que más quería en estos momentos. Asintió:
- Sí, disculpe por todo.
- No se preocupe.
- ¿Podría decirme dónde queda en despacho de su compañero?
- Sí, yo misma le acompañaré.
Ella salió de detrás de su escritorio y pasó por su lado, él no se movió, casi pudieron rozarse las manos, Elisa le miró a los ojos, esos ojos azules que tanto amaba estaban tristes y llenos de lágrimas, quería besarlo, pero alguien abrió la puerta y la sacó de sus pensamientos. César había entrado sin llamar:
- Disculpa no sabía que estabas ocupada.
- No te preocupes, solo iba a enseñarle donde estaba el despacho de Fermín.
César miró al hombre que estaba parado ahí delante, le sonaba su cara pero no recordaba de donde. Fernando se aclaró la garganta mientras que César pasó al despacho dejando la puerta abierta:
- Ahora mismo vuelvo.
- Sí claro mi amor, aquí te espero.
"Mi amor" esas palabras retumbaron en la cabeza de Fernando, ¿Estaría casada?.

"Mi amor" esas palabras retumbaron en la cabeza de Fernando, ¿Estaría casada?

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