Rescate

45 4 0
                                    

Fernando lo miraba con la boca abierta y cara de susto, mientras que César dejó el vaso que llevaba en la mano de mala gana en la mesa, derramando el contenido que tenía. César se acercó y le golpeó, ninguno de los otros dos hombre se esperaban ese movimiento tan rápido por parte de él, finalmente Fernando lo agarró:
- César tranquilo.
- ¿Me pides que esté tranquilo? Esté miserable vino aquí a mí casa a engañarnos, contó una mentira y le creímos, y lo único que quería era ponérsela en bandeja de plata a su padre.
César quería volver a engancharlo, pero Fernando lo frenaba:
- Tranquilo, todo esto tiene que tener una explicación.
- Tiene razón, se que soy lo peor.
Fernando en ese momento se quedó quieto y soltó a César, pero para su sorpresa este fue hacía la mesa del despacho y tiró todos los papeles que había encima de la mesa, estaba cabreado. Fernando miró a Fermín, le veía conmovido:
- ¿Por qué has hecho todo esto? ¿Y por qué ahora vienes a contarlo?
- Apareció mi padre, me engañó, me habló mal de Gisela, me contó que le estaba engañando, que se había hecho pasar por muerta, me lo creí. Pero os juro que me dijo que él solo iba ha hablar con ella, que quería aparecer porque la quería.
César se giró mientras alzaba la voz:
- ¿No sabes que la ha hecho mucho daño? ¿La quiere matar?
- No, te juro que no la va a matar, aunque no os lo creáis la quiere.
- ¿Cómo puedes llamar a lo que la hace tú padre querer?
- Quiero decir que no la va ha hacer daño, si hubiese querido matarla lo hubiese hecho. César, él sabía todo, sabía que estaba viva, que se había cambiado el nombre, os ha estado viendo de cerca, sabía dónde estabais, todo el tiempo os tenía controlados. Lo único que quiere es... bueno la quiere a ella, quiere que esté cerca de él, nunca va a asumir que esté con otro.
- ¿Entonces sabe donde está? ¿Está bien?
Fernando lo miraba con lágrimas en los ojos cuando dijo esta frase, Fermín no sabía bien que decir, ni sabía bien donde estaba, ni sabía si estaba bien, aún así siguió hablando:
- Mi padre se a comunicado conmigo, él me ha dicho que Gisela está débil, necesita un doctor, pero no me a querido dar la dirección, así que en- miró el reloj- menos de una hora su contacto de confianza viene a llevarse al doctor que he conseguido para que la vea.
- ¿Cómo que está débil? ¿Qué la ha hecho?
- No estoy seguro, solo se que se a desmayado, igual han sido los nervios.
- Necesitamos un médico, César... ¿tú sabes de alguien? Tenemos que tener la cabeza fría.
- Yo voy ha hacer todo lo que esté en mi mano para rescatarla, por eso he venido aquí... quiero ayudaros, y que armemos un plan. El doctor que vaya tiene que ser de confianza, para que nos traiga la dirección.
César negaba con la cabeza:
- No tengo tiempo de buscar a un doctor y muchos menos a estas horas... aparte Henrique conoce a mucha gente de mi entorno, no me fio.
- ¿Qué hacemos? A todos nosotros nos conoce.
- A Daniel no...
- ¿Quién es Daniel?
- Mi abogado, no es doctor pero podemos ir con él, podemos sacarla de ahí.
- No creo que sea buena idea, tampoco sabemos la gente que puede tener.
- Podemos ir a ver que se cuece... ¿se os ocurre algo mejor?
- Se nos acaba el tiempo.
Erica escuchó ruido y se levantó de la cama medio dormida, vio a Rafa y a Samuel vestidos a punto de salir por la puerta, la extrañó y enseguida les habló para salir de dudas:
- ¿Dónde vais a esta hora?
Samuel miró a Rafa, este abrió los ojos y enseguida hizo un gesto con la mano a Samuel para que se tranquilizase, se acercó a Erica:
- Mi amor, tenemos que ir a ver a Fer, es importante, no te puedo explicar nada más porque vamos muy tarde ya. Mañana te cuento. Te quiero.
La dio un beso en los labios y seguidamente los dos hombres salieron por la puerta. Jessica estaba detrás de Erica cuando se giró:
- Que extraño todo ¿no?
- La verdad es que si, que tramaran... miedo me dan Jessica.
- Estate tranquila, ellos saben lo que hacen, tranquila.
- Me ha dicho que me quiere, parecía una despedida.
- Tranquila Erica, no pienses esas cosas, todo va a estar bien, ya lo verás.
Erica miró al suelo, Jessica sabía que algo la pasaba, algo tenia que contarla:
- ¿Qué pasa Erica?
- Tengo un caramelo con la saliva de Ainhoa.
- ¿Cómo? Por lo que veo estás decidida.
- Si, mañana voy a llevar las muestras, para que hagan el análisis.
- ¿Y si dan positivas? ¿Qué piensas hacer?
- Pues contar la verdad Jessica, ¿Qué harías tú?
- Yo sinceramente no me hubiese metido en esto, y en caso de hacerlo hubiese hablado con Thais, la hubiese dado la oportunidad de explicarse. Suponiendo que de positivo, porque igual es solo tú imaginación Erica.
- Si da positivo iré ha hablar con ella, para que sea ella la que lo explique, pero necesito salir de dudas Jess, ¿Sabes que Fernando le ha pedido el divorcio y ella le a amenazado con que no volverá a ver a la niña?
- Era de esperar.
Daniel había llegado al punto de encuentro con el hombre de confianza de Henrique, Javier era un hombre de unos cincuenta años, con el pelo a media melena, negro con canas, tenia perilla y cara de pocos amigos. Ese hombre ni si quiera habló, le tapó los ojos y enseguida lo metió en el coche:
- ¿Por qué me tapa los ojos? Fermín me ha mandado a ver a una mujer, ya me ha dicho que tengo que ser discreto.
Ese hombre no habló, no dijo ni una sola palabra, después de casi veinte minutos paró el coche.
César y Fernando iban bastantes retirados del coche cuando arrancó, Daniel tenía puesta la ubicación del móvil para que César no le perdiese de vista. Fernando no paraba de mirar el móvil pensado que algo iba mal:
- Estamos dando vueltas constantemente en círculos.
- No puede ser, mira bien.
- Estoy mirando bien, sé perfectamente seguir un gps, pero... ¿no te has dado cuenta que llevamos quince minutos dando vueltas?
- Por eso te digo que si estás mirando bien.
- Han parado... no puede ser.
- ¿Qué no puede ser?
Fernando miró a César, este se preguntaba qué pasaba:
- Han parado en la casa de Henrique, en la casa grande, no puede ser.
- Pero... eso está en ruinas.
- Claro... es ideal, nadie va a buscar ahí, se supone que está en ruinas.
- Que inteligente. Pues ya sabemos dónde está... háblale a Fermín.
Fermín esperaba en el hotel a que su padre se comunicase con él, estaba nervioso, su móvil sonó, enseguida lo agarró, era Fernando, le decía que ya tenían la ubicación.
Daniel ya estaba allí, ese hombre era bastante agresivo, le agarraba bruscamente y casi le empujaba para que prosiguiese. Escuchó una voz era un hombre:
- Quítale ya la venda.
Daniel estaba nervioso, pero estaba intentando que no se notase, tenía que recordar todos los pasos que César le había dicho. Le quitaron la venda, al principio le cegó la poca luz que había en aquel lugar, después pudo divisar a aquel hombre que tenía enfrente, ese hombre debía de ser Henrique pensó, miró alrededor y a lo lejos vio a Gisela, se iba a acercar a ella, pero enseguida aquel hombre le paró:
- Espere un momento.
Se puso nervioso, ya le costaba respirar, pero aún así habló:
- ¿Pasa algo? Según me dijo Fermín tenía prisa.
- Sí, es para presentarle formalmente, soy Henrique, el padre de Fermín, ¿de qué le conoce?
Enseguida sonó el ordenador que tenía, los dos hombres miraron aquel aparato, mientras que el otro hombre se había quedado en la entrada, no hablaba, no hacía ningún movimiento, parecía entrenado para aquello. Fermín apareció en la pantalla:
- Hijo, ya está aquí... no me ha dicho cómo se llama.
- ¿Eso que importa?, ese hombre cobra por horas, y no sabemos lo que le va a demorar tratar a Gisela, además ella estaba débil. Mejor que le atienda.
- Si, será lo mejor, adelante.
Daniel volvió a tragar saliva intentando que no viesen lo nervioso que estaba, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, aquellos hombres iban armados hasta la boca. Se acercó a Gisela, aquella chica estaba pálida, seguía con el vestido de novia que tenía sucio y rasgado por varios sitios. Se agachó a su lado, la habían colocado encima de unas mantas y su cabeza reposaba en varias mantas más gorditas.
Respiró hondo y la tomó el pulso, efectivamente estaba débil, el pulso la iba más lento de lo normal, después abrió el maletín que llevaba, al abrirlo pudo observar como Javier se echaba mano al cinturón, allí llevaba una pistola, la agarró sin llegar a cogerla, Henrique le hizo una señal con la mano, parece que se tranquilizó y alejó la mano de la pistola. Daniel sacó un estetoscopio, la exploró, realmente no sabía muy bien lo que hacía, confiaba en poder escapar de allí lo antes posible, había demasiada tensión, aquellos hombres no paraban de mirarlo, mientras él no sabía si había hecho lo correcto accediendo a la petición de César. Volvió a respirar y los miró:
- Parece que está muy débil, ¿qué la ha pasado?
- Eso se supone que me lo deberías de decir tú. Simplemente se desmayó.
Henrique comenzó a mirarlo sospechoso, Daniel finalmente se armó de valor:
- Parece que tiene algún problema, si fuese un desmayo normal, debido a los nervios ya hubieses despertado. Puede ser un problema cardiaco, así que debería de hacerla más pruebas.
- Pues adelante.
- Pero aquí no puedo... no cuento con los medios.
Henrique comenzó a acercarse a él, Daniel se puso más nervioso.
Fermín llamó a Fernando, este miró a César antes de contestar, finalmente atendió el teléfono:
- Daniel está demasiado nervioso, a sido mala idea llevarle a él.
- Todos hemos estado de acuerdo, no se podía hacer otra cosa.
- Henrique está haciendo demasiadas preguntas que no sabe contestar, y Gisela no despierta. Todo está saliendo mal.
- Tendremos que entrar.
- Estáis locos, no sabéis ni usar un arma. Mi padre es experto y ni que decir del hombre que está con él, entrar ahí sería una auténtica locura.
Fernando volvió a mirar a César, este asintió y seguidamente Fernando colgó el teléfono, agarraron cada uno una pistola y salieron del coche en silencio.
Daniel sentía que le faltaba el aire, Henrique se acercó más y cuando estuvo a pocos centímetros de él alguien tosió a sus espaldas, los dos hombres miraron, Gisela parecía reaccionar. Daniel se sintió aliviado y se acercó corriendo a ella, la agarró suave en lo que ella parecía volver en si. Ella miró a su alrededor desorientada, pero al fin se fijó en el hombre que estaba a su lado, tras fijarse bien saco una leve sonrisa, Daniel comenzó a negar despacio con la cabeza, pero Gisela parecía no entender, comenzó a balbucear hasta que por fin habló:
- Daniel...
El hombre se quedó pálido, cuando por fin se giró ya era demasiado tarde, Henrique le miraba con mala cara mientras Javier ya le apuntaba con una pistola:
- ¿Te conoce no?
Daniel se levantó despacio, puso las manos en alto, Gisela parecía reaccionar al ver a Henrique, sabía que había metido la pata hasta el fondo, cuando vio a aquellos hombres:
- ¿De qué le conoces? Otro amigo de tu prometido, supongo.
Gisela intentó levantarse pero no pudo, sentía que el cuerpo no la reaccionaba. Daniel intentó hablar, pero Henrique se acercó y le dio una bofetada:
- Mejor callado, Javier mátalo.
Javier se acercó más. Iba a apretar el gatillo cuando alguien disparó primero. El hombre calló al suelo sangrando.
Gisela miró, pero para ese entonces ya Henrique tenía un cuchillo en su cuello. Tragó saliva como pudo, y miró temblorosa todo a su alrededor, todo había pasado tan rápido que no se dio cuenta de qué había pasado. Javier había caído al suelo fulminado por un disparo de uno de los hombres que había entrado, los hombres los reconoció al instante, Cesáreo Fernando iban con una pistola cada uno, César había disparado la suya y ahora los dos apuntaban a Henrique:
- La verdad que no os esperaba chicos, os habría recibido con algún vino.
César negaba con la cabeza:
- Por lo que veo no has perdido la gracia ni muerto. Suéltala Henrique, estás acorralado.
Comenzó a reírse, mientras miraba a aquellos hombres:
- ¿Acorralado? Miraros por favor, no tenéis ni idea de usarla, tú César - miró al hombre que había caído a sus pies muerto- tengo que reconocer que me has sorprendido, pero tú- miró a Fernando- mal nacido, no tienes ni idea de este mundo. Os recomiendo que me dejéis salir, no querréis que la pase nada ¿no?
- Claro que no queremos que la pase nada, pero no la harás daño, de eso estoy seguro.
Fernando hablaba con toda la confianza que quería mostrarle, aunque por dentro deseaba que la soltase ya. Henrique lo miró sonriendo, mientras que con una mano sujetaba su cuchillo muy cerca del cuello de Gisela con la otra sacó la pistola de su pantalón, apuntó a Gisela, seguidamente hizo un movimiento rápido y disparó.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Como te imaginéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora