Amenazas

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Henrique lo miraba con pesar, aunque sabía que le había salido bien el trabajo, ahora se lo quitaría de encima:
- Lo siento Samuel, entiendo que ahora te vayas unos días.
- ¿En serio?
- Claro, es tu madre, vete enserio.
- Gracias.
Samuel salió a su cuarto, mientras Henrique recibió a Juan:
- Buen trabajo.
- Me duele ver a mi hijo así.
- Ahora lo tendrás solo para ti, mira el lado bueno.
- Él nunca me va a querer, no he conseguido ganarme su cariño, y si se entera de lo de su madre menos.
- Su madre a muerto de un fallo cardíaco, tú no has tenido nada que ver.
- Pero yo fui a verla, yo la dije cosas...
Juan recordó la visita a donde su ex mujer.
Entró en la habitación, ella estaba sentada en una silla mirando a la pared, él se acercó sigilosamente, la tocó el hombro, ella agarró su mano con dulzura, pensaba que era su hijo, su mundo se desvaneció cuando vio a Juan. Se asustó, podía ver el terror en sus ojos, intentó levantarse sin éxito. Juan al verla en la silla por unos segundos tuvo piedad de ella, pero enseguida recordó todo lo malo que ella le había hecho, le alejó de su hijo, y eso no se lo podía perdonar, él le odiaba por eso, por no haber estado a su lado y se lo hizo saber:
- Al fin te encuentro, te busqué durante años, lo que menos me imaginé que tu hijo con la ayuda de Henrique te estaban escondiendo... me costó mucho encontrarte, te tenían muy bien escondidas. ¿Sabes perfectamente que fuiste mala? Por eso estás aquí, por eso estás castigada, porque te portaste mal conmigo, yo que te di todo... y me arrebataste lo que más quería, lo único por lo que me levantaba todas las mañanas y trabajaba duro.
Ella solo pudo balbucear unas palabras:
- Ju...Ju...
- Juan, sí, soy yo, ¿Pensabas que te habías librado de mi? Pues no, tarde o temprano te iba a encontrar, y ese día a llegado.
Se acercó a ella, intentó alejarse de él, pero estaba muy débil como para alejarse, así que dejó de luchar, no tenía fuerzas para seguir luchando, ese hombre siempre había hecho lo  he quería con ella, y seguía haciéndolo,pero al menos le quedaba la tranquilidad de que con su hijo no sería igual, que su hijo sabía la persona que era. Juan la acarició el hombro mientras ella lloraba y temblaba de miedo:
- Yo nunca te quise, me tocó cuidar de ti, una mujer tan débil, pensé que no servías ni para tener hijos, pero me sorprendiste, me sorprendiste cuando me dijiste que traías un hijo mío, y más un niño. Por eso me quedé a tu lado, pero seguías sin servir para nada, y te fuiste, te fuiste llevándote a mi hijo.
Juan apretó su hombro, sus dedos se marcaban en su piel, ella dejó de llorar, no quería seguir dándole el gusto de que la viese mal, había llegado a donde había querido y había salvado a su hijo que era lo que la importaba:
- Dejas de llorar, ¿Ya no me tienes miedo? Pues deberías, he venido a acabar contigo.
Ella sintió un fuerte dolor en el pecho, sabía que era su hora, sabía que hasta ahí había llegado su lucha, se sentó, frente a él, mientras la observaba levantó la cabeza, sabía que su cabeza siempre alta, que él no la había vencido. Juan no entendía muy bien su actitud, pensaba ver una mujer débil y casi sin vida, y aunque la veía mal no la veía débil:
- Deseó tu muerte, deseo que vayas al infierno de donde saliste.
Ella cerró los ojos y allí se quedó dormida, sabía  que su misión había llegado y que él ya no iba ha hacerla más daño. Juan se quedó callado, se acercó a ella pero de primeras no se atrevía a tocarla, finalmente la tocó, la tomó el pulso y efectivamente estaba muerta. Agarró sus cosas y sin que le viese nadie abandonó la habitación, y ahí la dejó, ya había cumplido su misión.
Juan volvió en si, Henrique le estaba hablando:
- ¿Estas aquí? Te estoy hablando,¿Acaso te sientes culpable?
- No... esa mujer...
- Esa mujer te hizo daño, te quitó a tu hijo, has tenido la oportunidad de vengarte, como yo.
- ¿Usted?
- No me hagas caso... buen trabajo Juan.
Samuel lloraba en su habitación, Jessica y Gisela fueron hasta donde estaba él, le habían visto subir desolado y no sabían que pasaba:
- ¿Samuel podemos pasar?
Samuel no contestaba así que decidieron entrar, él estaba apoyado en el escritorio mirándose los pies. Jessica se acercó a él y lo abrazó por la espalda, él giró la cara y las miró, a las dos mujeres se les rompió el corazón, tenía la cara llena de lágrimas. Gisela no entendía nada:
- ¿Qué pasa Samuel?
- Mi madre...
Jessica entendía y lo abrazó más fuerte, Gisela no sabía bien qué hacer,nunca lo había visto así:
- Samuel.
- Murió sola Gis, no me lo voy a perdonar.
- Tranquilo Samuel, has hecho todo por ella, me consta, ella lo sabe y seguro que se fue tranquila sabiendo que eras un hombre de bien.
Samuel las abrazó, necesitaba sentir que alguien se preocupaba por él, necesitaba sentirlas:
- Me tengo que ir.
Gisela lo miró, sentía mucha  ternura por él:
- Claro que si Samuel y de verdad que lo siento mucho.
Samuel hizo una pequeña maleta porque no sabía cuántos días le tomaría arreglar los papeles, no quería dejar a Gisela sola, pero parecía que Henrique no estaba tan mal en estos momentos.
Fernando y Thais ya estaban en el avión cuando mirando por la ventana Fernando recordó a Gisela. La vio a los lejos correr y llamarlo, Fernando sonreía y se levantaba rápido queriendo correr a su encuentro, pero solo fue fruto de su imaginación. Volvió a la realidad, Gisela ya había hecho su vida y su realidad también era otra, miró a Thais, ella era su destino, su vida ahora, tenía que olvidarse de Gisela y más después de lo que había visto en es ventana. Agarró de la mano a Thais, ella sonrió de oreja a oreja, Fernando le devolvió la sonrisa, aunque evidentemente no era la misma sonrisa que la de ella.
Samuel iba a salir de casa cuando se cruzó a Juan, él no lo miró a la cara y pasó de largo. Samuel se quedó parado mirando a la puerta de salida, Juan entró en la sala, cogió un libro y lo abrió, miró a su hijo:
- ¿No te ibas?
Samuel seguía parado, pensaba, poco a poco fue girando la cabeza para mirar a ese hombre, le miró con duda, seguía sin decir nada, Juan cerró el libro con una mano:
- ¿Pasa algo?
Samuel soltó la maleta y se giró totalmente hacia la sala, seguía mirándole, pero esta vez su mirada había pasado de duda a furia:
- ¿Donde estuviste anoche?
Juan abrió los ojos de par en par, apartó la mirada, no podía creer que Samuel estuviese sospechando:
- Por aquí... no entiendo tu pregunta, nunca me preguntas.
Samuel se acercaba lentamente hacia él:
- Es que no te vi, se que saliste de casa y ya no te escuché volver.
- Salí... a dar una vuelta, no me alejé... no entiendo... ¿ahora tengo que dar explicaciones?
- No... pero me parece extraño que nunca sales, y menos solo... solo sales si vas con Henrique.
- ¿Ya no le llamas de usted? Sigue siendo tu jefe.
Samuel había notado nerviosismo en su voz, en su actitud:
- ¿Cambias de tema?
- No... es que no entiendo tu comentario.
Samuel apoyó su mano en el escritorio ya cerca de Juan y lo volvió a mirar:
- Da la casualidad que anoche alguien fue a ver a mi madre, un hombre, y que justo tú no estabas.
- ¿Tu madre? Yo no se ni donde está... te lo pregunté mil veces y tú nunca me distes noticias suyas.
Samuel asentía con la cabeza mientras miraba de arriba a abajo a ese hombre, estaba cada vez más nervioso:
- Exacto, porque tú no eres nadie...pero deja que te cuente... fueron a ver a mi madre, y ella... se asustó, porque falleció de un infarto, me dijeron que había ido yo a verla, pero ¿Que crees? Que yo no fui.
- Tendrá más visitas ¿no?
Samuel se acercó más a ese hombre, casi podía oler su miedo:
- Ella no conocía a nadie, más que nadie sabes cómo la tenías, como la amenazaste, como la tenías encerrada... como la volviste loca poco a poco.
A Juan se le calló el libro al suelo, fue a cogerlo pero Samuel lo agarró de la chaqueta, se acercó a su cara, Juan lo notó furioso:
- Hijo ¿Que haces?
- No me llames hijo... te lo he dicho mil veces.
El tono cada vez era más alto:
- Déjame, no se que narices te pasa, yo no sabía nada de tu madre.
- Deja de mentir, solo te lo voy a preguntar una vez ¿Fuiste a ver a mi madre?
Juan estaba demasiado nervioso, no quería que le notase nada, pero no podía evitar apartar la mirada, intentó quitar las manos de su hijo de encima, pero él apretaba cada vez más:
- Quítame las manos de encima, te estas pasando, te recuerdo que estás en casa ajena.
- Te he hecho una pregunta...
- No he ido ha ver a tu madre, ¿Estás loco?
Samuel se cegó, sabía perfectamente que había sido él. Le dio un puñetazo, Juan calló encima del escritorio, Samuel fue a por él, le volvió a pegar, Juan se intentaba quitar:
- Estás loco.
- Eres un desgraciado.
Gisela y Jessica estaban en la habitación cuando escucharon los ruidos y las voces:
- ¿Qué es eso?
- No se, pero vamos a ver.
Las dos salieron corriendo hasta donde escucharon las voces, Gisela al ver la imagen no dudó en entrar a intentar separarlos, Jessica al verlos entró también a intentar calmarlos:
- Chicos por favor.
Gisela alzó la voz para intentar calmar la situación:
- Samuel por favor, suéltalo.
- Fue él Gisela, el mató a mi madre.
- Samuel... tranquilo, que la justicia se encargue.
Jessica y Gisela consiguieron separar a Samuel lo suficiente para que Juan se pudiese incorporar y alejarse. A ellas las costaba sujetar a Samuel, Gisela se puso delante de él, le agarró la cara y en su mirada vio una mezcla de dolor y rabia. Le habló en tono bajo:
- Tranquilo Samuel por favor, mírame, deja que la policía se encargue de él, que la justicia haga su trabajo.
- Fue él, estoy convencido, siempre ha intentado perjudicarla, y no soporta que mi madre me alejase de su lado, porque sabía que me iba ha hacer la vida imposible como a ella se lo hizo.
- Lo se, pero tranquilízate Samuel por favor.
Samuel hizo caso a Gisela, miró a ese hombre, lleno de sangre en la boca y la camiseta. Volvió a mirar a Gisela, y pensó en todo lo que la madre la había enseñado y se dirigió a ese hombre:
- Te libras por ella, pero si no se encarga la justicia de ti me encargaré yo, de eso estate seguro.
Samuel se fue de la sala apartando de mala gana todo a su paso, Jessica lo seguía. Gisela se quedó a solas con Juan, ella se giró y lo miró, él la miró mal y la habló como siempre, de malas:
- ¿Qué me miras?
- ¿Fuiste tú? ¿Tú fuiste a ver a la madre de Samuel?
- Estás loca, a ti no te importa lo que yo haga o deje de hacer, no eres nadie.
Juan se acercó a ella:
- Tú eres la culpable de que esté así mi hijo.
- Yo no, tú, tú fuiste el hombre que humilló y maltrato a su madre toda la vida, aunque él era pequeño se enteró de todo, su madre era su vida y lo sabes. Deja de culpar a la gente y asume tus actos.
- Vas a acabar mal, lo sé y me alegro.
- Yo acabaré mal, pero tú no vas a acabar mucho mejor.
Juan levantó la mano, no soportaba a esa mujer. Gisela no se amedrento, sacó cara y levantó la barbilla en dirección a él:
- ¿Me vas a pegar? Hazlo, no sabes hacer otra cosa que maltratar a las mujeres.
Juan bajó la mano, y acercándose más a ella la habló, muy de cerca:
- No mereces la pena, y es una lástima que mi hijo no se haya dado cuenta, porque Henrique si se ha dado cuenta ya.
- A mi lo que opines tú y Henrique me es indiferente.
- No me va ha hacer falta ni ensuciarme las manos contigo, porque Henrique se va a ocupar de ti y...
- ¿Y?
- Y de ese hijo bastardo que tienes en el vientre, no va a nacer.
Gisela abrió los ojos de par en par, no podía creer lo que estaba escuchando:
- ¿Estás amenazando a mi hijo?

Gisela abrió los ojos de par en par, no podía creer lo que estaba escuchando:- ¿Estás amenazando a mi hijo?

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