Promesas rotas

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Gisela no se sorprendió, la notó desde el primer momento su prepotencia. Se acercó a ella y la retó:
- Eso está por verse, porque lo que está claro que tu peor pesadilla si soy yo, se te nota.
- No digas tonterías.
- No son tonterías, mírate, desearías estar en mi pellejo y lo sabes.
Ashley se reía, pero por dentro sabía que lo que decía Gisela era verdad, pero no la iba a dar el gusto de decírselo:
- Mírate Giselita... Estás enamorada y embarazada de un hombre que te a ignorado completamente, que en cuanto ha vuelto su ex se a ido corriendo a sus brazos y estás con un hombre que te da todo y no lo disfrutas, no quiero ser como tú.
Gisela bajó la mirada, Ashley sabía que la había dado donde más la dolía:
- ¿Sabes que has hecho mal?
- No quiero seguir escuchándote, vete.
- Aunque no me quieras escuchar te lo voy a decir, lo que has hecho echo mal es enamorarte y más de un hombre que no tiene poder. El que se enamora pierde, es así.
Gisela la abrió la puerta para que saliera, Ashley se acercó a la puerta y antes de salir Gisela se dirigió a ella:
- El que no se enamora si que pierde, nunca tendrá esa sensación tan bonita, nunca podrá ser una persona completa.
Ashley agachó la cabeza y salió, Gisela cerró la puerta, negó con la cabeza, sabía que Ashley volvería, sabía que ahora había llegado su pesadilla.
César daba vueltas en su casa, no podía parar de pensar en Gisela, sabía que ella no era feliz con su marido y él tenía que hacer algo. Edgar entró trajeado a por las llaves que se le habían olvidado, las agarró de la mesa, antes de salir miró a su hermano, César estaba ausente:
- César, ¿Pasa algo?
Este se acercó a él, lo golpeó en el hombro despacio, César volvió en si:
- ¿Qué pasa? Estás ido.
- No pasa nada.
Sabía que su hermano no entendería, se movió de su lado y agarró el maletín para irse:
- ¿Es por...? ¿Cómo se llamaba?
- Gisela... si, es por ella, quiero ayudarla, pero no se cómo.
- ¿Ella te ha pedido ayuda?
- No exactamente.
- ¿Entonces? ¿Qué te hace suponer que ella quiere tu ayuda?
- Está embarazada, Henrique no quiere a ese bebé, se que me necesita.
- Para mi que se te está yendo la pinza, esa mujer está casada, con un hombre que es tu amigo y encima es muy poderoso, además está enamorada de otro, no entiendo que pintas tú ahí.
- Porque ella... se que necesita mi ayuda, lo sé y además, necesito volver a verla, saber que está bien.
- Tú mismo.
Esa misma tarde Gisela bajó a la biblioteca, quería buscar un libro para entretenerse, o era una excusa para ver qué estaba pasando y para ver si averiguaba algo sobre Jessica, no sabía muy bien que era lo que esperaba. Cuando miraba los libros escuchó unas risas fuera, era esa mujer, Gisela rotó sus ojos, no la soportaba. Se asomó un poco por la puerta de la biblioteca, esa mujer besaba por el cuello a Henrique, él se dejaba pero no parecía muy cómodo, la apartó:
- Ashley vale ya, te has pasado de copas.
- Está casa es muy aburrida, necesito fiesta Henry.
Le volvió a sujetar, se colgaba en su espalda, Henrique ya se harto y la empujó, ella calló al suelo, Gisela se asustó y se la calló el libro, escucharon el ruido y los dos giraron sus caras hacia donde estaba ella. Gisela se intentó esconder, pero no hubo manera, Henrique entró y la vio, ella todavía sofocada lo miraba, esa mujer vino a su encuentro, se reía sin saber porqué:
- Uy tu mujercita.
Gisela la miró con mala cara:
- ¿Qué haces aquí? ¿Nos espiabas?
- Claro que no, solo he bajado a por un libro, pero vamos es imposible no escuchar a esta... mujer, pega unos gritos...
- ¿Algún problema con ella?, nunca has hecho de señora de la casa, no vas a empezar ahora.
- No es mi intención, solo digo que es imposible no escucharla.
- Lo que te pasa es que eres una amargada.
Casi no se la entendía, había bebido bastante, se la notaba. Gisela quería salir de allí, así que se acercó a la puerta y antes de salir miró a Henrique:
- En eso tiene razón, estoy amargada.
Salió por la puerta y camino a las escaleras Henrique la paró, ella se asustó:
- Estás amargada porque eres una ingrata, sigues pensando en ese hombre.
Gisela vio rabia en su mirada, pero ella estaba cansada:
- ¿Soy una ingrata? Te doy las gracias, claro... gracias Henrique por violarme cuando era una niña.
Ashley abrió los ojos de par en par, Gisela la vio la cara:
- A ¿No lo sabias?, pues deberías de informar más a tus empleados, o a tu amante, quien carajos sea ella.
Gisela empezó a subir escalones, Henrique la volvió a parar:
- Yo te di la vida de reina y lo sabes y me humillaste metiéndote con ese.
- Ese tiene nombre y es al hombre que elegí, métetelo en la cabeza, que no a todo el mundo se le gana con el dinero, no a todo el mundo Henrique.
Henrique la sujetó más fuerte, Gisela sentía sus dedos fuertes marcándose en su piel, ya no se podía escapar de él, por otro lado no podía seguir aguantando más sus daños:
- ¿Sigues pensando en él Gisela?
- Sí, sigo pensando en él, le amo Henrique, ¿sabes lo que es eso? ¿Has amado alguna vez a alguien? Porque yo creo que no.
- Te he amado a ti siempre, te he dado todo, pero no tuve que traerte a ese hombre, tuve que haber acabado con él.
- Solo sabes hacer eso, no asumes las cosas, todo lo arreglas igual, Fernando es mucho más hombre que tú, en todos los sentido.
Gisela dio un tirón y quitó su brazo del de Henrique, subió rápido las escaleras pero antes de llegar a arriba alguien la paró, la sujetaron los brazos y la dieron la vuelta bruscamente. Se asustó, vio la cara de Henrique, tenía rabia en su mirada, la dio miedo, sabía que algo iba a pasar, trató de quitarse de él, la zarandeó, Gisela luchaba por quitarse, Ashley desde abajo gritó:
- Henrique déjala.
Henrique miró a Ashley, tenía cara de miedo, Gisela aprovechó que no la estaba mirando para zafarse de él, intentó bajar las escaleras pero alguien apoyó las manos en ella, o la empujó, no sabía muy bien, todo se apagó, todo era oscuro.
Gisela despertó, cuando abrió los ojos estaba en su cama, la dolía todo, no sabía que la había pasado, intentó recordar... alguien la empujó, efectivamente la habían empujado por las escaleras, sentía su cabeza darla vueltas, se acordó, su bebé. Gisela se incorporó, se dolía, se mareaba, tocó su tripa, también la dolía, su bebé. Se levantó como pudo de la cama, caminaba despacio se sentía muy dolorida, alguien entró en su habitación, Gisela miró despacio, estaba muy mareada, era esa mujer:
- ¿Qué haces levantada?
- ¿Qué me ha pasado? Me empujó, él me empujó.
Ashley se acercó a ella, cuando la iba a agarrar miró el suelo, abrió los ojos de par en par, la miró a ella. Gisela vio su cara, agachó la mirada, sangre, en el suelo había un charco de sangre, levantó su camisón, las piernas las tenía llenas de chorros de sangre:
- No, mi bebé.
Gisela se tocó, sus manos tenían sangre, comenzó a ponerse nerviosa, Ashley no sabía que hacer, la intentó tocar pero Gisela se alejó:
- No me toques, mi bebé, busca ayuda.
Gisela gritaba, Ashley salió corriendo del cuarto. Bajo las escaleras corriendo, entró en el despacho de Henrique, allí estaba él, Ashley entró desencajada, Henrique la miró pero no la dio importancia, seguía hablando por teléfono. Ashley le cortó el teléfono, Henrique la miró mal:
- ¿Qué crees que haces?
- Gisela... está sangrando.
- ¿Cómo ?
- Creo que a perdido al bebé.
Henrique no se puso nervioso, se sentó en la silla del despacho, Ashley no podía creer su tranquilidad:
- Atiéndela.
- ¿Cómo? Hay que llamar a un médico.
- Tú la puedes atender, para eso estás aquí.
Ashley lo miró horrorizada:
- Lo tenias todo planeado, no me lo puedo creer, querías que perdiese el bebé.
- Vete y déjame trabajar.
- Henrique, yo no quiero ser cómplice de esto, no quiero.
Henrique se levantó de mala gana, se acercó a ella y la agarró los brazos:
- Tranquila, tu haz tu trabajo.
Ashley comenzó a llorar de los nervios:
- Yo soy auxiliar de enfermería, no estoy preparada para esto Henrique.
- Confió en ti, cuídala.
- Pero...
- Vete ya, necesito trabajar.
Henrique la soltó y la hizo un gesto con la mano para que saliera, ella al ver el gesto salió, qué iba ha hacer.
Subió despacio a la habitación, Gisela estaba apoyada a los pies de la cama, Ashley la sujetó la cadera, Gisela la miró, tenía lágrimas en los ojos:
- No quiero perderlo, no puedo perderlo.
Ashley negó con la cabeza:
- Voy ha hacer todo lo que pueda, ahora acuéstate Gisela, tienes que estar tranquila para que te revise.
- ¿Eres doctora?
- Mas o menos.
Ella intentó tranquilizarla, tenía que ayudarla, no quería el mal para ella, no quería que un inocente estuviese en medio.
Gisela se tumbó en la cama, Ashley cogió un barreño con agua y una toalla pequeña, la limpió para ver mejor, no sabía si había perdido al bebé, no tenía utensilios:
- Gisela, te voy a dar unas pastillas para el dolor y vas a estar en reposo, espero que el sangrado remita.
- ¿Lo he perdido?
Ashley no sabía que decirla, no podía ver si lo había perdido o no:
- Hay que esperar Gisela, estate en reposo, te voy a traer las pastillas.
Ashley salió de la habitación, antes de seguir por el pasillo se apoyó en el marco de la puerta, respiró. Henrique se cruzó con ella por las escaleras:
- ¿Qué ha pasado?
- No lo se, evidentemente no tengo los recursos necesarios, ni mucho menos la capacidad.
- El sangrado a veces es normal en el embarazo.
Ashley se acercó a él:
- La has empujado por las escaleras, eso no es normal.
- Se a caído ella.
- La has empujado Henrique, te he visto, el bebé no tenía culpa.
- Pensaba yo que tenías más coraje Ashley, estoy cansado de rodearme de gente básica, quiero gente que me responda, así que haz tu trabajo y calla.
Henrique subió las escaleras, Ashley le miró desde abajo, enseguida se acordó de Gisela y fue a la cocina a por las pastillas.
Llegó la noche, Samuel llegó a la casa grande, todo estaba muy oscuro, la cocina estaba oscura, se extrañó, Jessica solía estar en la cocina a esas horas. Pasó la primera puerta, recorrió el pequeño jardín que había hasta llegar a la puerta de la casa, dejó la maleta pequeña que llevaba en el suelo, sacó la llave e intentó abrirla, no podía, la llave no le iba, la miró y miró a la puerta, se quedó extrañado. Se acercó a la ventana más cercana, Juan se asomó y lo vio, se asomó a la ventana:
- Hijo,¿Qué tal el viaje?
Samuel le miró mal y siguió mirando las demás ventanas por si se asomaba alguien más:
- Hijo... Mejor será que te vayas.
Samuel lo miró extrañado:
- ¿Se puede saber por qué ?
- Ya no eres bien recibido.
- ¿Y eso me lo vas ha decir tú?
- Mejor será que te lo diga yo, vete.
- Claro que no.
- Pues tú te lo has buscado.
Se alejó de la ventana, Samuel negó con la cabeza, dos hombre vestidos oscuros, se acercaron a él, llevaban fusiles, Samuel se extrañó, algo había pasado. Él siguió su camino como si con él no fuese la cosa, cuando ya estaba casi en la puerta uno de los hombres le apuntó con el fusil:
- Mejor que se vaya caballero.
Samuel lo miró extrañado, no entendía nada:
- Trabajó aquí, ¿No lo sabes? Infórmese antes.
Samuel siguió su camino y Tocó el timbre de la casa, uno de los hombres le dio un golpe con la parte trasera del fusil en la espalda, Samuel calló al suelo de rodillas y el otro hombre le apuntaba a la cabeza. Unos zapatos se pusieron en su camino, él levantó la vista, Henrique estaba delante de él con un traje negro, impoluto como siempre miraba a lo lejos, sin apenas poner atención en la imagen que tenía ante sí. Samuel lo miró como llamando su atención, a ver si él le podía explicar que estaba pasando:
- Señor, dígale a estos hombres que trabajo aquí, uno de ellos me a golpeado, ¿a pasado algo para tanta seguridad? Gisela...
Henrique levantó la mano y le hizo señas para que se callara:
- Dejadle que se levante, no me gusta hablar con gente pequeña.
Los hombres dejaron de apuntarle y se volvieron a poner en guardia, Samuel los miró y seguidamente miró a Henrique extrañado, se levantó lentamente, cuando ya estuvo a su altura espero a que fuese él quien siguiese hablando:
- Efectivamente Samuel trabajabas aquí, pero ya no.
- ¿Me está despidiendo?
- No, evidentemente no quería, pero no me a quedado otro remedio, tus continuas faltas me hacen que tenga que tomar una decisión.
- ¿Faltas? Hablé con usted, me dijo que me fuese a ver a mi madre, que me tomase mis días...
Henrique puso cara de póker, y negaba con la cabeza mientras se movía de un lado al otro de la entrada:
- Samuel, Samuel... Ya no cumples los requisitos, sintiéndolo mucho, estás despedido, aquí tienes tu finiquito.
Tiro un cheque al aire, el papel voló y calló en los pies de Samuel, él ni si quiera lo miró, se acercó a Henrique:
- Quiero ver a Gisela.
- La señora de la casa no puede verte, está en cama.
A Samuel le saltaron todas las alarmas y se empezó a poner nervioso, subió la cara por encima de la de ese hombre:
- ¿Qué pasa con Gisela?quiero verla.
Henrique soltó una risita irónica y pudo ver como estaba consiguiendo el objetivo que quería, ponerle nervioso:
- Samuel, Gisela no va a salir,no la vas a ver, ya tienes tu sucio dinero, vete, no me hagas que te tengan que sacar a la fuerza, después de tantos años... me daría pena.
- ¿Pena? Usted no sabe lo que es eso, espero por su bien que Gisela esté bien, si no...
Henrique alzó la voz interrumpiéndole:
- Por tú bien deja las amenazas, no voy a consentir una más, esta es mi casa y Gisela mi mujer, punto y final, yo mando, yo decido y decido que ella no va a verte, largo de esta casa.
Samuel se lanzó contra él, pero sólo consiguió rozarle la solapa de la chaqueta, los dos hombres se abalanzaron sobre él, y le tiraron al suelo, pudo notar como uno de ellos hasta se reía de la situación, Samuel se envolvió en rabia, no podía hacer nada por entrar en esa casa, por ver a Gisela, por saber cómo está, y no podía hacer nada por pelear con esos hombres, seguros tenían orden de disparar. Samuel puso las manos en alto para que viesen que iba en son de paz, el hombre que no se reía dio un toque en el brazo al otro para que lo dejase levantarse, se retiró, Samuel se puso en pie, se sacudió la camiseta y agarró el cheque del suelo, los hombres se alejaron un poco sin quitarle ojo.
Henrique se cruzó a Juan antes de subir las escaleras, lo miró:
- Ocúpate de tu hijo, si molesta lo mando matar.
- No se preocupe jefe, no dará problemas.
- Eso espero, estoy cansado ya de tanto problema.
Henrique subió las escaleras, Juan salió tímidamente de la casa, a lo lejos vio a su hijo marcharse, quería decirle que Gisela estaba bien, que él la iba a cuidar, pero no le iba a creer, así que se volvió a meter dentro.
Samuel subió al coche, dio golpes al volante de rabia, apoyó su cabeza contra el volante, pensó, parecía que llevaba horas pensando, luego levantó la cabeza:
- Prometí que la iba a cuidar, a ella y a Jessica, ahora están solas, y no puedo hacer nada.
Dio otro golpe al volante, estás furioso consigo mismo, no se podía creer esta situación.

Dio otro golpe al volante, estás furioso consigo mismo, no se podía creer esta situación

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