Fernando sonrió ante lo que acababa de escuchar, su sonrisa era blanca, limpia, transparente. Elisa lo miraba embobada, estaba completamente enamorada de ese hombre. Elisa se acercó a él, hasta que quedaron a escasos centímetros el uno del otro, le habló bajito, mirándolo a los ojos:
- Soy tuya, siempre lo voy a ser.
- Y yo soy tuyo, te amo tanto Gis.
Agarró su cara con las dos manos, besó su mejilla izquierda, para seguir con la derecha y después con la frente. Después besó sus labios, con toda la pasión que sentía por ella, Elisa respondió a su beso, lo quería y lo necesitaba. Se siguieron besando con pasión, con deseo, él agarró su cara para profundizar más su beso, ella rodeó su cuello con sus brazos. Se separaron para tomar aire, él la quitó la camiseta mientras la miraba con deseo, ella sonrió y comenzó a desabrochar su camisa, esta cayó al suelo. La agarró de la mano y la giró para abrazarla por detrás, sus besos comenzaron a recorrer el cuello de ella, acarició su brazo, ella sintió unas pequeñas cosquillas, que profundizaron su deseo. Fernando agarró su pelo con suavidad y se lo soltó, para seguir besando su cuello, su hombro, uno de los tirantes del sostén bajó por el brazo de ella. Elisa comenzó a acariciar su pierna, hasta que él agarró sus brazos para darla un fuerte abrazo. Ella se giró y siguió besándolo mientras que con sus manos recorría la espalda de él, sus brazos músculos, su cuerpo era espectacular. Fernando comenzó a andar con ella hasta la cama, de camino a ella la desabrochó el sostén que también cayó al suelo. Elisa se separó con suavidad, él no apartaba sus ojos de ella, se dio el lujo de extender sus manos y acariciar el abdomen de él, después subió sus manos para seguir acariciando su pecho, él respiró hondo antes de volver a besarla, esta vez con más pasión, la llevo hasta la cama y allí cayeron sin dejar de besarse. Ya estaban desnudos, él la miró a los ojos para después entrar en ella. Rodaron hasta que ella acabó encima, donde sin dejar de besarlo, se movía rítmicamente, él acarició su cuerpo, mientras la pasión hacía que ella clavara las uñas en los hombros de él, hicieron el amor, como llevaban tiempo deseando.
EL DÍA DE LA BODA:
Elena estaba preparando el desayuno, lo sirvió en una bandeja de plata y colocó junto con todo el desayuno, un vaso con un paracetamol efervescente. Subió las escaleras con cuidado de no despertar a César, con la borrachera que había cogido el día anterior pensaba que estaría con un fuerte dolor de cabeza. Entró despacio en la habitación, para no despertarlo. Cuando pasó pudo ver qué César no estaba en la cama, se asustó, dejó la bandeja en la cama, miró a su alrededor y escuchó que alguien salía del baño tarareando una canción. Su cejas se levantaron al ver a César ahí parado mirándola con una sonrisa pícara. Elena lo miró de arriba a abajo, vestía un traje azul marino con algo de brillo, la chaqueta la llevaba desabrochada, lo que dejaba ver un chaleco de un azul más claro que el del traje y una camisa blanca de cuello italiano. La corbata con nudo fino, que combinada los colores azul claro y negro. Estaba precioso, su sonrisa iluminaba más el perfecto traje. Elena se acercó a él para alargarlo:
- Estás precioso hijo.
- Muchas gracias Elena.
La agarró de las manos con dulzura y miró tras ella para reparar en la bandeja que ella había dejado en la cama. Se acercó miró el esquisito desayuno, agarró una uva y se la metió en la boca, después reparó en el vaso con el paracetamol, la miró gracioso:
- Pensaba que te ibas a levantar con un dolor espantoso de cabeza, después de la borrachera de ayer.
- Estoy bien, tampoco me emborraché tanto.
Elena rodeó los ojos:
- Perdona que te lleve la contraria, pero no te mantenías en pie- los dos rieron- pero me agrada mucho verte así, pensaba lo peor cuando te vi ayer y no me dijiste dónde estaba Elisa.
- La verdad es que no lo sé, por eso no te lo dije. Cuando salimos del orfanato se fue, dijo que quería estar sola y pensar, y que se iba a un hotel, eso es lo que se.
Elena abrió los ojos como platos, después se rascó el cuello nerviosa:
- Pero... ¿Qué tenía que pensar?
- Pues... no salió bien la reunión, porque cuando llegamos allí Ivan no estaba, están a punto de adoptarlo, y eso la calló como un jarro de agua fría.
- Normal.
- La cuestión es... que nosotros también vamos a pelear por conseguirlo, pero tenemos menos oportunidades, además también nos dijeron que el niño desde que le dejaron en el internado no habla, y bueno... ya sabes la gente que habla sin saber, y comenzaron a decir que le habían abandonado y demás... Elisa se hundió.
- Mi niña... pobrecita. ¿Y la dejaste sola?
- Elena, ¿Qué querías que hiciese? Ella es mayor para saber lo que quiere, y en ese momento conmigo no quería estar. Dijo que se quería entregar, que iba ha decir quien era en realidad.
- No puede hacer eso, no lo puedes permitir.
- Tranquila, ya se lo dije, ella es consciente del riesgo que corre, no puedo hacer más, me dijo que nos veíamos hoy, la voy a esperar.
- ¿Va a venir?
César se encogió de hombros y entonces Elena pudo ver en su mirada tristeza, realmente no estaba seguro de si ella iba a venir o no:
- Espero que haya reflexionado en toda la noche, que haya entendido que lo que la conviene a ella y a Ivan es esto. Ella me dijo que nos veíamos hoy, yo la voy a esperar, va a venir.
El móvil volvió a sonar, ya iban cuatro llamadas. Elisa abrió los ojos todavía adormilada, miró a su alrededor, por la ventana podía ver algún rayo de sol. Abrió los ojos asustara cuando vio una mano apoyada en su cadera, por encima de las sábanas, entonces recordó. Había pasado la noche con Fernando, no sólo habían hecho el amor, sino que se habían quedado dormidos. Giró su cabeza y su cuerpo la siguió, lo vio, ahí tumbado, nunca le había visto dormir, estaba tan guapo, pensó. Quería acariciarlo, besarlo y volverle ha hacer el amor, pero sabía que era una locura todo lo que había pasado. Se levantó despacio, llevándose con ella la sábana, dejando a Fernando completamente desnudo, era un adonis, perfecto. Volvió a soñar el móvil y el sonido la sacó de sus pensamientos, lo agarró, miró el contacto, era Elena, pensó en contestar pero entonces Fernando se movió. Acarició su espalda y seguidamente comenzó a darla besos alrededor de su clavícula, Elisa comenzó a sentir un cosquilleo de placer, entonces volvió en si. Se giró y lo vio, lo miró a sus ojos azulados que Dios le había dado para poder admirar. Fernando se acercó a ella y la dio un beso tierno en los labios, ella cerró los ojos y respiró hondo:
- Buenos días.
- Buenos días Fernando.
Se apartó un poco de él, se levantó y fue directamente al baño. Una vez allí se miró en el espejo, qué iba ha hacer con su vida, se dijo a ella misma. Tras vestirse y asearse, salió de nuevo a la habitación, allí seguía Fernando, con su sonrisa despampanante.Ella agachó los ojos:
- Me tengo que ir Fernando.
- ¿Cómo que te tienes que ir?
Ella se encogió de hombros, él se terminó de abrochar la camisa y se acercó a ella:
- ¿Qué pasa Gisela?
- Pasa que esto no debió pasar, que yo vine aquí para pensar y...
- ¿Y?
- Fernando... tú tenías que haber pasado la noche en tu casa con tu mujer y tu hija, y yo... me caso en unas horas.
- ¿Sigues con la idea de casarte?
- Te dije que no me iba ha echar para atrás.
- Pero has venido a pensar... estoy seguro que no estás convencida, es más, te puedo asegurar que no te quieres casar y menos después de lo que pasó anoche.
- Lo que pasó... fue muy especial y... Fernando... me tengo que casar, César es el hombre que me conviene.
Elisa se alejó de su mirada, sino lo hacía sabía que qué no iba a resistir el besarlo de nuevo. Fernando pudo sentir sus nervios, la agarró del brazo y la atrajo hacia él. Elisa tragó saliva mientras que Fernando la miraba con interrogación:
- ¿Yo no te convengo no? ¿Es eso?
- Pues... no, no me convienes, porque entre otras cosas estás casado, y mira donde estás.
Quitó el brazo de su agarre de mala gana, Fernando se quedó parado simplemente mirándola, con cara de furia:
- Estoy cansado de esto, sabes porque me casé y aún así siempre me lo reclamas. Tú también estabas casada cuando te conocí. Yo voy ha hablar con Thais, le voy ha decir la verdad, la cuestión es...¿Vas a decirle la verdad a César? ¿Le vas a decir que a aparecido el hombre que amas? ¿Le vas ha decir que te has acostado conmigo?
Elisa intentó no mostrar lo nerviosa que estaba, para ella era difícil hablar con ese hombre e intentar alejarlo, cuando lo que más deseaba era atraerlo a ella y que no se alejase nunca:
- No tienes que contarle nada a Thais, porque la vas ha hacer daño.
- Daño es estar en la ignorancia y pensar que todo está bien, cuando nada está bien, como está tu prometido.
- Ya te he contado porqué me caso, y César sabe perfectamente lo que siento por él.
- ¿Y sabe lo que sientes por mí?
- Sí, lo sabe, y me quiere así, no me juzga como lo haces tú todo el tiempo.
- Yo no te juzgo, me molesta que te cases con él, ya has estado casada sin estar enamorada y lo pasaste mal, aparte yo también estoy casado sin estar enamorado, se de lo que te hablo. Vas a volver a cometer el mismo error.
- Ese es mi problema, no te quieres enterar, lo que más deseo es tener a mi hijo conmigo, y voy ha hacer lo que sea porque sea así.
- Pero...
- No quiero hablar más Fernando, lo que quiero es tener a mi hijo a mi lado, nada más.
Elisa se retiró de su vista y se acercó a la puerta de entrada, la abrió y señaló con la cabeza la salida:
- Véte por favor.
Fernando negó con la cabeza, no podía entender como había cambiado de un momento a otro, aún así se acercó a ella, pero antes de salir se acercó a su cara, Elisa se puso nerviosa pensando que la iba a besar, Fernando se acercó más sabiendo lo que ella sentía, él la habló bajito:
- Se perfectamente que deseas que te bese, pero no va a pasar, en poco te vas a casar aunque no lo creas... deseo que seas feliz, aunque se que sin mí no lo vas a ser del todo.
Se fue, desapareció de su foco de visión, Elisa quería llorar, sabía que él tenía razón, no iba a ser feliz del todo sino le tenía en su vida.
Edgar se terminó de arreglar su corbata, miraba por la ventana de su habitación a todos los empleados que estaban como locos con los preparativos de la boda, rodeó sus ojos, miró a un lado y a otro de la calle pero no vio a Elisa. Se extrañó, normalmente las novias siempre están pendientes de que todo salga bien. Salió de la habitación hacia a fuera, miró por todos lados, pero nada, ni rastro de ella. Tras esquivar dos centros de flores que acompañaban a dos empleados pudo ver a Elena, organizaba al personal fuera de la casa. Edgar se acercó a ella y la sonrió con ironía:
- Buenos días Elena, ¿Dónde está la señora de la casa? Debería de ser ella quien dirija todo esto.
Elena se encogió de hombros, la verdad no sabía que contestarle, porque ni si quiera ella sabía que iba a pasar:
- Pues... durmió fuera, en un hotel, ya sabes que es de mala suerte ver a la novia la noche antes de la boda.
Edgar soltó una enorme carcajada por el comentario de Elena:
- Por favor, está claro que este matrimonio está abocado al fracaso. Ella no va a venir.
Elena se giró para ponerse de espaldas a él, ya que había un empleado que arrastraba unas flores y lo corrigió, sabía que la mirada de Edgar estaba atenta de ella, que no le había servido esa explicación, se dio la vuelta y lo miró:
- La verdad es... que no se si va a venir o no, tu hermano cree que si y ya se a vestido y todo, así que hay que tener fe, va a llegar.
- Elena, queda menos de una hora para que empiecen a venir los invitados, por favor.
Elena se fijó en la puerta, se movía, cruzó los dedos para que fuese ella, y efectivamente, era su coche, Elena sonrió y con los ojos invitó a Edgar a que mirase hacia la puerta. Este miró y la vio, Elisa estaba aparcando el coche y cuando se bajó de él se dirigió hacia donde estaban ellos. Elena sonrió enormemente:
- Hola mi niña, ¿Cómo estás?
- Bien, ¿Dónde está César?
Edgar rodeó los ojos y se fue de la vista de aquellas mujeres. Elisa no le dio importancia, ya se había acostumbrado a sus feos, miró a Elena otra vez, esperando una respuesta:
- Me imagino que estará en su despacho hija, ya está arreglado, él estaba convencido de que ibas a venir.
- Necesito hablar con él.
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Como te imaginé
RomanceGisela Álvarez casada con un hombre mucho mas mayor, jamás a conocido el deseo, la pasión y mucho menos el amor.Hasta que llega a su vida Fernando Marín, un escolta que le pone su propio marido, el cual la hace sentir cosas que jamás imaginaba senti...