Nueva York era la ciudad más grande de los Estados Unidos y una de las más grandes del mundo. Su aporte a la economía y la cultura era muy importante y esencial. No se comparaba con el resto del país, contaba con grandes museos y galerías de arte. Poseía bellísimas catedrales con aspecto y tradición gótica o moderna y sobretodo los impactantes rascacielos y otras estructuras de gran belleza arquitectónica que se encargaban de dejar a todos sus visitantes, con una alegría desbordante.
Una ciudad que apoyaba y alojaba a miles de artistas e inmigrantes que venían en busca de una mejor vida, siendo la estatua de la Libertad símbolo de esa nueva vida. Kisa que salía del edificio percibiendo todo eso y más, dándose cuenta que desde que piso la Gran Manzana, no había prestado atención a nada de su alrededor.
Su mente relativamente en calma, impactó de lleno antes sus ojos al encontrarse con el ajetreo de la gente y el tráfico con el que tendría que lidiar por los próximos cuatro meses. Confiaba en que algún día conseguiría integrarse, pero de momento se sentía incomoda por estar ahí de nuevo.
Ella nació en el concurrido Manhattan siendo su ciudad natal, pero solo los primeros 13 meses de su vida. Su padre se trasladó a Los Ángeles para hacer su propia firma de abogados que estaba en su proceso inicial.
Sus sentidos empezaron a percibir todo lo que le rodeaba desde los sonidos ensordecedores y molestos de los autos y sus bocinas, hasta los inconfundibles olores de comidas de los carritos ambulantes. Escuchó la música de los artistas callejeros y los gritos de los vendedores y lo más importante todas las imponentes e impresionantes maravillas arquitectónicas.
Tomó un taxi en dirección a su hogar. No quedaba muy lejos, su apartamento se encontraba en uno de los mejores edificios del estado, pero no el mejor. Siendo alguien ambiciosa, esa sería su próxima meta. Por el momento le encantaba su casa. Cuando lo obtuvo hace aproximadamente tres años era algo costoso, pero su papá la sorprendió aportando lo que le faltaba; justificando que era su premio por sacar su título en Criminología y Criminalista.
Él estaba al tanto de cómo le gustaba su independencia, por lo que no vio ningún inconveniente en mudarse sola y sobretodo conocía su debilidad cuando la premiaba por cumplir algún que otro logro, por lo que aprovechó la oportunidad, aceptándola gustosamente. Su mama y su hermano fueron de mucha ayuda en gestiones de decorarlo y amueblarlo. Siendo el resultado estupendo.
Albergaba tres cuartos con sus respectivos baños, con ventanales de cristal ofreciendo una hermosa vista de la ciudad. El cuarto principal poseía un enorme armario, que fue lo que más le encantó, el baño era increíble con una ducha y una bañera de hidromasaje y una vista al Central Park igual de fabulosa que la de la terraza.
La cocina era una maravilla, con una isla de granito estupenda. Una pequeña debilidad por el arte culinario, por lo que donde ella se encontraba tenía que tener a disposición una buena cocina y ni se diga su sala totalmente amueblada con lo último de la moda en muebles y sofás.
Reconoció de inmediato la fachada del edificio. Estaba a punto de abrir cuando el portero lo hizo por ella ─Carter ¡Que gusto verte! ─saludó mientras la escoltaba a la entrada.
─El gusto es mío, Señorita Kisa ─respondió muy amable.
Kisa era una de las residentes del edificio más simpáticas con las que tenía que lidiar. Era muy alegre y la única que se detenía a saludar y no mandarlo con el único objetivo de exigirle cosas, como lo hacían los demás.
─Gracias yo sé que sí ─contestó entrando al vestíbulo.
Ahí se encontró con Albert, el recepcionista del edificio. Este estaba detrás de la mesa de media luna y lo saludó ─ ¿Cómo estas Albert? ─Al tiempo que continuaba hablando ─Mira a quien tendrás que soportar por los próximos cuatro meses ─jugó con el señor que se encargaba de recibir y avisar si venia alguien a buscar a los inquilinos.
─No es ninguna molestia atenderla y recibirla en esto cuatro meses ─respondió Albert muy animado.
Kisa era una de las más jóvenes de todos ahí y la más sociable con todos los trabajadores, debido a que ahí vivían hombres arrogantes que solo los mandaban y les gritaban órdenes.
─Sabe que todos los que trabajamos aquí le tenemos un gran aprecio.
─Gracias, prometí siempre tratarlos bien, ya tienen demasiado que lidiar con mis fastidiosos y amargados vecinos ─manifestó poniendo los ojos en blanco, recordando cómo una vez se puso furiosa y regañó a uno de los residentes porque estaba amenazándolo y tratándolo injustamente, por una confusión donde se demostró que él no tenía nada que ver.
─ ¡Bienvenida a su hogar!
─Muchas gracias ─correspondió con una enorme sonrisa ─Carter ¿Dónde está mi maleta? ─cuestionó.
─Por aquí señorita, déjame ayudarle a llevársela ─ofreció de buena voluntad.
─Estás loco, yo puedo perfectamente ¿Cómo está tu familia? ─inquirió mientras se dirigían a un cuarto donde Carter guardaba todo tipo de cosas y encargos que les hacia los inquilinos y donde pasaba la mayor parte del tiempo.
─Están muy bien, ya Ada está en la universidad y Matías en la escuela superior ─explicó lleno de orgullo por sus hijos.
─Que rápido pasa el tiempo, me imagino que debes estar muy feliz ─confirmó al ver el brillo en sus ojos.
─Así es señorita, igual Morgan ella adora a los niños ─agregó refiriéndose a su esposa.
─Me imagino, me los tienes que saludar a todos, hasta a la Duquesa ─anunció haciendo referencia a la perrita Pastor Alemán que ella salvo, pero que no podía quedársela y Carter se ofreció hacerse cargo.
─Está bien señorita, esa perra está súper grande, ni la va a reconocer en cuanto la vea ─comentó.
─Que hermosa, ojala te de nietecitos ─alegó divertida.
Llegaron al ascensor donde ella se despidió y marcó el número de su apartamento. En cuanto se cerraron las puertas no aguantó más el cansancio, por lo que se quitó los zapatos y sintió un alivio tremendo.
Echó un vistazo a la hora en su reloj, eran las doce con cuarenta minutos. La hora del almuerzo casi terminaba y ella ni cuenta se daba. Estaba tan distraída que no tenía apetito, pero debía de comer algo. El sonido de llegada la alertó que estaban en su piso, abrió la puerta con las llaves.
Se fue directo a su sofá y se quedó sentada mirando a nada en específico. Cerró lo ojos por un momento inclinándose al respaldar del sofá y fue cuestión de minutos en quedarse totalmente dormida.
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Adicta a Ti
RomanceKisa Volkova es una mujer que no le falta absolutamente nada. Poseedora de una deslumbrante e inigualable belleza; admirada por muchas, odiada por otras. Privilegiada al nacer en una familia de muy buena posición económica y ni se diga en el ámbito...