Capítulo 32.

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─ ¡Tú puedes! Henry lo entenderá ─iba repitiendo Kisa el mantra que se inventó después de terminar de hablar con sus amigas y volver al trabajo ─Él te ama y tú a él ─repetía en su mente al momento de saludar al portero del edificio ─Juntos lo van a resolver – habló en voz baja marcando el código del ático en el ascensor ─Y viviremos felices por toda la eternidad ─finalizó al mismo tiempo que llegaba a su destino final.

─Tenebroso ─murmuró sintiendo escalofríos en su piel.

De su bolso saco las llaves que le había regalado Henry. Estaba a punto de ingresarla cuando la puerta se abrió completamente, quedando con su mano libre al aire. Lentamente su mirada ascendió y tragó con fuerza al encontrarse cara a cara con su hombre totalmente sudado, con solo un simple chándal y la respiración agitada.

─ ¡Joder! ─dejó escapar de su boca, mirándole la piel brillante por el sudor.

Estaba mil por ciento segura que había sufrido todo un corto circuito en su cerebro. ¡Jesús, Ala, Buda, la virgen, los ángeles, los demonios! Y todos los seres espirituales del mundo, pensó abriendo y cerrando la boca varias veces al no encontrar la manera correcta de pronunciar palabra.

─Yo... Ehhh... Este... ─habló titubeante sin formular ninguna puta frase.

Definitivamente estaba en otra realidad alternativa ¿Cómo no quedar embobada ante la magnificencia de ese hombre? Y sobre todo ¿Cómo resistirse a él, si era completamente suyo? ¡Por Dios! Definitivamente Henry tenía la apariencia de un Súper héroe con esos Supermusculos, con esos Superbíceps, con ese Súper sixpack y todo lo demás.

Gotas de sudor caían de su frente, las venas se le resaltaban por todos sus brazos, el pecho se le movía rítmicamente por el esfuerzo que hacía para recuperar la respiración. Fueron pocas las veces que Kisa fue al gimnasio con Henry porque no llegaba hacer nada beneficioso, siempre se quedaba embobada observando directamente a su hombre entrenar como bestia y ella no hacia un ademan por realizar ningún ejercicio, por eso decidió solo salir a correr junto con él donde era más productiva.

─Llegas tarde, nena ─habló con voz raposa con una media sonrisa, divertido al ver la estupefacción de su mujer.

─Tenía... que... que... resolver algo ─indicó sin poder evitar lamerse las comisuras de la boca al ver como una gota de sudor bajaba lentamente desde el cuello de su hombre recorriendo todo el camino hasta el final de la cinturilla de su chándal.

Henry extendió los brazos ampliamente hacia ella y murmuró ─Aquí me tienes, Kisa ─con voz ronca ─Tómame, soy todo tuyo ─anunció con seguridad al saber que a su mujer le encantaba cuando se encontraba sudado, es por eso que él mismo la recibió en la entrada.

─Yo... tenemos... que hablar ─alegó concentrándose en encontrar un poco de lucidez y determinación, pero era totalmente una causa perdida, es más ni se acordaba que demonios era lo que tenían que hablar.

─No nos hagas sufrir, amor ─decretó en una sonrisa burlona ─Ambos sabemos que este no es el momento para hablar ─reveló abriendo los brazos de nuevo ─Estoy aquí ¡Ven por mí!

─ ¡Puta Mierda! ─Maldijo Kisa con un gemido ─Me quemare en el maldito infierno ─declaró al momento que de una zancada se lanzaba a sus brazos, correspondiendo al beso arrebatador que le ofrecía su hombre, comiéndosela por entero.

─Ves... que fácil.... es que hagas... lo que se te dice ─murmuró Henry entre beso a beso, con la respiración alterada regalándole chupones en los labios de su mujer que comenzaban a hinchárseles por sus arrebatadas succiones.

─Eres un maldito manipulador ─logró decir sofocada recibiendo de lleno el aliento de él que no la dejaba respirar. Llevando ambas manos hasta su cuello, acariciándole el cabello que le cubría la nuca.

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