Capítulo 46.

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Acostada en su sofá viendo fijamente el techo de su apartamento con la mente saturada de pensamientos y sucesos de todo lo que había vivido en esos cuatro meses en Nueva York, ya había pasado una semana y no tuvo la oportunidad de hablar con Henry.

Llegó con un propósito el cual cumplió, añadiéndole a eso se enamoró con toda su alma del hombre más perfecto del mundo dispuesto a todo por ella, pero que ahora la odiaba y estaba segura de la que no quería saber nada jamás.

Ya había llorado lo suficiente o eso era lo que se hacía creer. Quería sentirse bien por descubrir quién fue el verdadero asesino de la hija de Henry, demostrando así la inocencia de su hermano, no obstante todos los méritos que le siguieron después posicionándola como una de las mejores abogadas del país; no sentía nada.

No le importaba nada de eso en ese momento. Si, estuvo feliz por ayudar a su hermano, ella creía ciegamente en él, pero a cambio su vida había dado un giro inesperado, ya no iba hacer la misma. Se aferraba con fuerza a un delgado hilo de esperanza, esperando que Henry llegara en ese momento y le entregara un ramo de rosas recordándole que hoy cumplían cuatro meses de relación y actuaran como si nunca hubiera pasado nada.

Henry había desaparecido y nadie sabía de su paradero, fue a buscarlo a su trabajo y la voz chillante le dijo que no se encontraba. Cuando fue a su ático no encontró a absolutamente nadie y el portero no tenía idea desde el último día del juicio. Lo llamó miles de veces hasta que las llamadas la mandaban directamente al buzón.

Hizo de todo para aclararle las cosas, pero le fue imposible por lo que tomó una decisión decisiva, a su parecer la mejor para su salud mental y el bienestar del ser que crecía dentro de su vientre. En la mesita del frente estaban seis pruebas de embarazo de diferentes tipos, pero con el mismo resultado.

POSITIVO.

Estaba embarazada, con un corazón roto e infundiese valor al pensar que su vida iba a cambiar completamente. Esa fue la única razón por la cual buscó a Henry porque no era lo correcto seguirle ocultando más cosas y causar que la odiara más, pero él no se la ponía fácil. Dios sabía que no.

Sus pensamientos viajaron cuando sospechó que podía estar embarazada, fue exactamente hace un mes, el día que Henry le contó todo sobre su hija. Cuando le declaró su amor y ella descubrió que defendía al presunto asesino de su hija. Fue cuando se levantó a media noche porque se dio cuenta que le llego su período, pero no era su período, era un sangrado normal según lo que le dijo el ginecólogo.

Estando en el baño de Henry empezó a temblar porque se dio cuenta que desde que llegó a Nueva York ninguna vez le vino su menstruación, que hasta después de tres meses le llegaba ese sangrado. Confirmándolo en su celular donde llevaba su control, marcando el primer y último día de su ciclo. Descartó que fuera un retraso porque nunca los tuvo. Estaba totalmente convencida de que tres meses era mucho tiempo para un retraso y solo significaba una cosa.

Escuchó cuando Henry la llamaba, rápidamente se secó las lágrimas que no se había dado cuenta que tenía en las mejillas y se fue al cuarto evitando que la llegara a buscar. Esa noche no pego ojo, lo único en lo que pensaba era irse y comprobar si de verdad estaba embarazada, pero Henry no se lo merecía, iba a sospechar. Recordó cuando varias veces estaban haciendo el amor y él le decía que sus pechos estaban más grandes y ella solo pensaba que era invento o delirio producto del éxtasis del momento. Era tan ingenua Pensó.

Cuando amaneció ya tenía planeada su huida, pero se encontró con otra revelación la foto de Henry y Dalyanna, olvidando inmediatamente su estado anterior y no pudo con la culpa, no pudo con toda esa información y lo único que quería era salir de allí.

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