Kisa despertó a la mañana siguiente con Henry en sus brazos sosteniéndola frente a frente, con las piernas entrelazadas y su cabeza refugiada en su cuello. La luz del día se colaba levemente gracias a las cortinas color champan que cubrían los ventanales de la habitación de su hombre.
Despacio se separó de su amor que se encontraba profundamente dormido. Se le notaba sus facciones agotadas y cansadas, sin duda alguna la noche de ayer fue dura para él y para ella con tantas revelaciones aclaradas. El dolor y un poco de alivio llenaron su corazón. Dolor por la pérdida de Henry y la tristeza que albergaba su alma y alivio porque ya no había secretos que se interpusieran entre ellos.
Se puso en pie en la enorme habitación observando todo a su alrededor. Era masculina y sencilla, de color gris grafito y cuadros de artes que combinaban perfectamente con los muebles. Siempre con ese toque elegante que lo caracterizaba. Lentamente se dirigió a la puerta saliendo con mucho cuidado y sin hacer ni una pizca de ruido.
Fuera de la habitación se encontró en medio de un pasillo con varias puertas donde se imaginó que eran cuartos. Camino recto guiándose por la claridad que le brindaba los ventanales del frente.
En el borde de las gradas observó con más detalle la casa de Henry. Era tan hermosa como el hombre que la habitaba. Era cálida, acogedora y moderna, llena de muebles elegantes y el piso de maderas nobles vestidos por alfombras acogedoras. La casa era asombrosa y estratégicamente decorada que cualquier cosa combinaba, de alguna manera tenían la atención necesaria; para después apreciar las maravillosas vistas del Central Park y los magníficos edificios que caracterizaban la ciudad.
Bajó los escalones lentamente en busca de su bolso. Necesitaba su celular urgente recordó que la noche anterior lo tiró sin ningún cuidado por un sofá que divisó por el rabillo del ojo. Dirigiéndose en esa dirección, se encontró con uno de sus zapatos en el camino y sonrió de oreja a oreja preguntándose donde estaría el otro.
Llegando al sofá su mirada captó cristales rotos en el suelo, recordando que ese fue el ruido que se dejó escuchar cuando estaban concentrados en llegar a la habitación ayer por la noche. Con cuidado a no lastimarse divisó que se trataba de un retrato que se encontraba boca abajo. Lo levantó para limpiar un poco el desorden y su curiosidad apareció queriendo saber de qué se trataba.
Bien dice que la curiosidad mato al gato y sin duda a Kisa le pasó casi lo mismo. En cuanto vio la fotografía, la soltó inmediatamente haciendo que se quebrara mucho más con un sonido estrepitoso.
Retrocedió con miedo y desesperación tapándose la boca con sus manos al querer soltar un grito de incredibilidad ─No... No... No ─era lo único palabra que podía formular, negando con la cabeza ─No... no, no ─repetía hablando con ella misma retrocediendo lentamente, hasta chocar con un sofá.
─Esto no puede ser verdad ─exclamó con un nudo en la garganta teniendo dificultades para respirar. Con temor nuevamente se acercó a la fotografía, pero no le hizo falta levantarla cuando divisó la chimenea y observaba que en la encimera de esta se encontraban más fotografías de la hija de Henry.
Negando con la cabeza inmediatamente lagrimas aparecieron sin poderlas detener, sin podérselo creer. La hija de Henry no podía ser ella. No, no, no se rehusaba a creerlo, pero muy en el fondo sabía que esa era su realidad.
En su memoria quería procesar lo que recientemente había descubierto, no obstante se encontraba hecho un desastre. El accidente de la hija de Henry era el caso por el cual vino a Nueva York. Ella era la abogada del supuesto culpable de la muerte de la hija Henry ─No, no, no, no ¿Por qué a mí? ─se dijo a si misma negándose a creer nada, pero la verdad se encontraba ante sus ojos.
Llorando de impotencia sin fuerza se desplomó arrodillada en frente de la chimenea uniendo cabos y las malditas coincidencias que le iban a arruinar su vida. Lyanna era diminutivo de Dalyanna. Atara Dalyanna Leman, ese era el nombre de la hija de Henry, lo que quiere decir que ─Henry y Sebastián son las mismas personas ─declaró en voz alta llena de temor y nerviosismo.
Rápidamente se puso en pie, tenía que salir de ahí. Henry no la podía mirar así ¡Dios! Henry no lo iba a soportar si se daba cuenta que ella también se encontraba involucrada en el caso de su hija. El corazón se le instaló en la garganta y súbitamente palideció, no lograba respirar. El amor de su vida jamás la perdonaría.
Busco a tientas la puerta de la salida y una vez fuera se dio cuenta que no sabía el código del ascensor de Henry ─Maldición ─exclamó con nerviosismo, llena de pánico y desesperación tocando varias veces la pantalla táctil para salir de ahí a como fuera sin poder controlar el temblor en su cuerpo; eso tenía que ser el infierno, si definitivamente lo era.
La vista se le nubló hasta no poder divisar absolutamente nada, solo borrones y puntos negros haciéndola tambalear y perder el equilibrio. Estaba mal y cada de célula de su cuerpo le advertía que algo no iba bien, pero no podía hacer nada porque su cerebro disfuncional no acataba ninguna orden.
Una presión horrorosa se le instaló debajo de sus costillas e hizo un recorrido hasta llegar al centro de su pecho. Un entumecimiento hormigueándole todo el cuerpo continuó. Alarmándola porque jamás se había sentido de esa manera ¿Sera que era una advertencia de lo que se aproximaba cuando Henry descubriera quien era ella? Se preguntó rodando en el suelo.
El entumecimiento y la presión en su pecho se expandieron con mucha más fuerza y rápidamente el oxígeno no pudo llegar a sus pulmones. El lugar empezó a dar vueltas y su cabeza la sintió tan ligera que advirtió que la sangre había dejado su cerebro y recordó haber leído esos síntomas. Estaba sufriendo un ataque de pánico.
Un dolor se le instaló en el pecho sintiéndolo tan apretado por el agudo malestar que recorría por su brazo y su cuello. Intentando respirar, inhalaba tan rápido, pero nada llegaba a sus pulmones sintiendo miedo y desesperación. Un zumbido se le instaló en sus oídos y todo su cuerpo quedó paralizado sin saber por cuanto tiempo.
─Kisa... ¡Mi amor! Kisa... ─hablaba Henry sin entender que estaba pasando al verla desorientada, helada y pálida.
Kisa no supo por cuánto tiempo estuvo en ese estado porque sentía como si hubiera pasado una eternidad. La voz de Henry la escuchaba a miles de kilómetros de distancia. Su rostro frente al de ella le alertaban la preocupación que se dejaban entrever en sus facciones al momento que sentía como su cuerpo se desprendía de su alma llamándola a ella a la inconciencia.
Se estaba muriendo. Justo en el momento más perfecto e injusto de su vida iba a morir sin luchar, ni justificar el porqué de sus acciones. Y era una lunática al ser tan dramática. Lo último que sintió fue como Henry la tomaba entre sus brazos y entraban de nuevo a su hogar.
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Adicta a Ti
RomanceKisa Volkova es una mujer que no le falta absolutamente nada. Poseedora de una deslumbrante e inigualable belleza; admirada por muchas, odiada por otras. Privilegiada al nacer en una familia de muy buena posición económica y ni se diga en el ámbito...