Epilogo Parte 1.

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Moscú, Rusia.

Para adaptarse a un país nuevo, no era necesario pasar toda una vida en este, ni adoptar sus costumbres o creer en sus creencias y mitos. En Rusia solo tenías que enamorarte del frío, para convivir y apreciar la capital del país más grande del mundo y lo que esta ofrecía. Moscú era el centro político, económico y sobre todo cultural para la mayoría de los rusos y extranjeros, que miraban un nuevo comienzo lleno de posibilidades y grandes oportunidades.

Su infraestructura y régimen de vida eran tan similares a las metrópolis desde Londres hasta La Gran Manzana, haciéndole la fácil tarea a los extranjeros que viajaban desde esas grandes ciudades; adaptarse con mayor rapidez.

Sus paisajes, edificios, parques y un sin número de iglesias; con una arquitectura inigualable, no se comparaban con nada. Moscú iba más allá de la Plaza Roja, El Kremlin o la Catedral de San Basilio. Moscú era mucho más; era historia, era arte, era descubrimiento. Toda una nueva experiencia que no tenías que perderte y vivirla personalmente.

Después de celebrar la reconciliación de Kisa y Henry junto a toda su familia en su nuevo hogar en Nueva York; donde hubo muchas emociones a flotes, sentimientos correspondidos y sobre todo arrepentimiento, se podría llegar a decir que hasta el momento todo malentendido, estaba resuelto. Luego de aclarar las cosas, decidieron quedarse a celebrar la navidad tradicional en diciembre en casa de los padres de Henry; con toda su familia, sus amigos y las familias de estos.

Ahora era tiempo de que él conociera el país de su mujer, cada año los rusos celebraban la noche de Año Nuevo por todo lo alto y pasaban días, semanas e incluso meses preparándose. Después de estas fiestas, el país entero se tomaba un largo descanso y no era para menos si el país contaba con 11 husos horarios, logrando así que el año nuevo llegara 11 veces por la noche. Kisa amaba su país para esas fechas su abuelo nació con el cristianismo ortodoxo, por lo que celebraban la navidad el 7 de enero; según el calendario Juliano.

Para Henry era hora de conocer el lugar donde iba a nacer su bebe, fuera niña o niño; ya estaba practicando el idioma junto con Kisa. Diariamente recordaba con toda claridad cuando fue con ella a realizarse la ecografía, rememorándolo una y otra vez, con la mayor felicidad...

─ ¿Están preparados? ─Preguntó el doctor de Kisa en un inglés dificultoso para que Henry entendiera ─Debo confesar que creo estar más ansioso que tú, Kisa al darte por fin la noticia ─reveló con enorme entusiasmo.

Kisa había decidido esperar a que Henry se diera cuenta que estaba embarazada y así juntos, saber el sexo del bebe. Consideraba que era una noticia que les pertenecía a ambos y no le iba a quitar la oportunidad a su marido de vivirla y sobre todo experimentarla juntos. Mucho menos cuando él le propuso y confesó que deseaba que su hijo naciera en su país.

Henry se moría de ansias por saber el sexo del bebe, fuera una niña o un niño; los amaba por igual, juntos asintieron hacia el doctor que ajustaba la máquina que se encontraba a un lado de la cama y se sentaba al borde.

─ ¿Has tenido mareos, algún cambio hormonal o raro que me quieras contar? ─cuestionó tocando una serie de botones, con la mirada fija en la pantalla.

─Estoy perfectamente ─aseguró apretando el agarre de manos que mantenía con Henry ─He seguido sus instrucciones al pie de la letra y he tomado el medicamento correctamente ─declaró con alegría, transmitiéndosela a su hombre.

─Bien ¡Es hora! ─anunció el médico, sin querer hacerlos esperar. Observó como el hombre de su paciente se sentaba un poco más cerca de ella, levantando sus manos hacia su pecho, concentrado en todo lo que realizaba ─Está un poco frío, Kisa ─advirtió deslizando el aparato en su vientre abultado, volviendo su vista a la pantalla.

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