Capítulo 30.

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Kisa sentía como poco a poco su mente se aclaraba y su conciencia volvía. Repentinamente la presión en su pecho disminuyó y fue capaz de inhalar tanto aire a como pudo. Todo volvía a la normalidad, su cabeza se aclaró y empezó a enfocar con claridad su alrededor. Sin estar segura de lo que acababa de suceder, se asustó demasiado porque sabía que eso no era para nada normal.

─ ¿Estas bien, nena? ─Preguntó Henry asustado apartándole el cabello del rostro ─ ¿Necesitas que llame a alguien?

─Estoy bien, no sé exactamente lo que acaba de pasar ─contestó insegura con debilidad al sentir su garganta rasposa ─Pero estoy bien ─aseguró sintiendo su piel sudorosa y caliente.

─Me asustaste como el infierno, Kisa ─expresó con temor ─Estas muy pálida. Necesitas un doctor y que te revisen. Creo que te desmayaste ─anunció preocupado y muerto del miedo.

Kisa odió la preocupación que vio en los ojos azules de su amor y se sintió mal inmediatamente. Recordó lo que acababa de descubrir y nuevamente una oleada de pánico se le instaló en su pecho ─Estoy bien, lo prometo ─se obligó a contestar inclinándose un poco en la cama ¿Cuándo había llegado ahí?

─ ¿Estas segura? ─cuestionó con duda.

─Sí.

─ ¿Qué hacías afuera en la puerta?

─Yo... Ehhh... yo ─titubeó nerviosa sin saber que decir ─Yo quería... Un té ─respondió lo primero que se le vino en la mente.

─ ¿Un té? ─interrogó confundido.

─Si ─afirmó con la cabeza ─Un té y no tenías en tu cocina así que quería irlo a buscar y luego recordé que no sabía tu código y me entró ansiedad.

Henry no parecía muy convencido, Kisa jamás había actuado de esa manera, pero recordó que andaba en sus días y tal vez era un síntoma eso de la ansiedad. Se puso en pie fuera de la cama y le ofreció su mano ─Vamos...

─ ¿Ehhh?

─Vamos a la cocina a hacerte ese té que tanto necesitas ─explicó al momento que aceptaba la mano ─No quiero que te pongas peor ─anunció saliendo de la habitación.

Kisa con pasos temerosos lo siguió lentamente sintiendo culpa todo el tiempo. Entraron a la cocina y era igual de fantástica como todo lo demás, pero no tenía el ánimo suficiente para admirarla como el resto de la casa. Observó a Henry moverse con confianza y seguridad en el lugar sin camisa, solo con un pantalón de dormir y descalzo.

─Aquí ─señaló un estante donde había un frasco de infusión y una caja de té ─En la más alta, creo que por eso no los encontraste ─informó programando la cafetera para él.

Kisa asintió con la cabeza y preguntó ─ ¿Tienes leche?

─En la nevera.

Se puso en pie y su mirada captó fotografías y dibujos infantiles en las puertas dobles del aparato. Su mirada captó los broches de coronas que servían de imán para sostener las fotos y recordó que esos accesorios eran de una colección de la joyería de su madre.

─ A Dalyanna le encantaban las coronas ─reveló Henry al observar que Kisa tocaba una con sus manos.

Kisa asintió distraídamente. El nombre de la colección fue Cotara una combinación de la palabra corona y el nombre Atara que significaba corona en griego, lagrimas aparecieron al borde de sus ojos y se obligó a no dejarlas salir. Sin poder creer todavía en qué situación se había metido.

Abrió la nevera y tomó la leche rápidamente, cuando regresó a su lugar se le ocurrió una idea y pronunció ─Sebastián... ─por primera vez rezando estar equivocada.

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