Capítulo 19, pt 1.

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Sebastián Leman estacionó su auto en las orillas del cementerio, cada mes en la misma fecha visitaba ese lugar. Dentro del auto se infundía valor y fuerza para no sucumbir al dolor de la pérdida, respiró profundo varias veces y salió del auto con un ramo de rosas rosadas. Al encuentro de la persona que le robo el corazón desde el primer día que la conoció.

Iba llegando a la tumba cuando su mirada captó a un hombre que se encontraba de espalda a él. Se extrañó muchísimo porque se encontraba en frente de la lápida donde se dirigía, deteniéndose lo observó.

Llevaba vaqueros negros y una sudadera gris con capucha lo que hacía complicado poder reconocer su rostro. Se acercó un poco más y como si el desconocido sintiera su presencia se encamino en dirección contraria sin darse la vuelta, por lo que trato de seguirlo para averiguar de quien se trataba, pero las flores en la lápida le llamaron la atención eran las mismas que siempre se encontraba cuando iba a visitar su tumba.

Al principio pensó que las dejaba algún conocido por lo que le restó importancia, pero al parecer no era así y el encargado de dejar las flores salió corriendo lo que le hizo sospechar así que rápidamente lo siguió, no obstante actuó demasiado tarde debido a que lo vio montarse a un auto e irse del lugar.

No muy confiado divisó al encargado y le hizo una señal con la mano para que se acercara ─Acabo de ver a un tipo dejándole flores a la lápida y salir huyendo en cuanto me vio ─explicó sin saludar ni andarse con rodeos.

─Si ─confirmó el hombre ─Me extraño que viniera tan tarde ─meditó masajeándose la barbilla.

─ ¿Cómo así? ─Cuestionó Sebastián inmediatamente más confundido ─ ¿Quiere decir que no es la primera vez que se aparece?

─De hecho, no ─respondió extrañado dando por hecho que Sebastián sabia de la visita del desconocido ─Viene cada mes igual que usted ─explicó ─Pero más temprano, por lo que me extraño verlo un poco más tarde ─concluyó.

Sebastián no sabía que pensar. Su mente se encontraba en blanco haciéndole imposible preguntarse quién podría ser, por lo que prefirió no estresarse y cumplir con lo que siempre llegaba hacer, se despidió del encargado dirigiéndose nuevamente a la tumba colocando con sumo cuidado el ramo, junto con las dos docenas de tulipanes del mismo color que dejo el desconocido.

─Hola ¡Mi amor! ─Saludó con voz rasposa llena de nostalgia.

+++

Alex llegó al departamento de su hermana exhausto desprendiéndose de su camisa, con ganas de ducharse y dormir un buen rato.  Tuvo que enfrentarse en una acalorada discusión en la empresa de su abuelo con un inversionista que le dio a entender que era un incompetente sacándole unos papeles que no tenían nada que ver con el asunto y peor aún no se adaptaba al cambio de horario. Su abuelo y sus padres siempre le enseñaron hacer paciente y tolerante por lo que recurrió de toda su energía mental para no explotar.

Iba en dirección a su cuarto cuando una melodía lo detuvo y lo cautivó al instante. Siguiendo la trayectoria de la música se dio cuenta que venía de la terraza de su habitación. Se extrañó porque no se esperaba encontrar a alguien en la casa y Kisa no le mencionó nada al respecto.

La puerta se encontraba abierta, por lo que sin demora entró y su mirada captó la silueta de una mujer, tocando el violín muy concentrada. A los pies de ella se encontraba una bola de pelos súper blanca, seguro que era la nueva mascota de su hermana que estaba centrada en la suave melodía que emitía la joven.

Se notaba la gracia en cada uno de sus movimientos. Exudaba delicadeza, ternura y debilidad, pero de alguna manera positiva. Alex aprovechó que se encontraba con los ojos cerrados para admirarla mejor. Era preciosa y frágil. La luz del sol le daba de lleno a su cabello rubio y casi parecía un ángel iluminada de luz natural. Toda una visión pensó maravillado. Quería saber el color de sus ojos apostando que seguro era de un azul tierno como el cielo. Su figura era menuda y pequeña sintiendo deseos de mimarla y tener la necesidad de querer protegerla

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