Capítulo 31.

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─ ¡Tienes que jodidamente decírselo! ─Gritó Asia con los ojos a punto de salirse de sus orbitas impresionada por todo lo que escuchaba.

─Es lo mejor ─intervino Alana igual de sorprendida, pero mucho más calmada que su amiga pelirroja ─Antes de que sea demasiado tarde o lo que sería peor; se entere por alguien más.

─Lo sé, chicas ─expresó Kisa pesarosa, llena de nerviosismo ─Es lo mismo que me dijo mi papá... ─declaró con tristeza recordando lo asombrado que se encontraba su padre ante su situación ─Pero se ha portado tan lindo y súper atento estos últimos días conmigo.

Y era totalmente cierto, habían pasado ocho días desde la declaración de Henry. Ocho días en los que su familia completa la aceptó con mucha más alegría al saber que amaba incondicionalmente y a pesar de todo al hombre más perfecto del mundo.

Ocho días en que Laika y ella invadieron el hogar de Henry, convirtiéndolo en su favorito y empezar a bautizar cada rincón del hermoso lugar, entregándose a la pasión y el amor absoluto que los envolvía.

─Mierda, chica déjame decirte que estas metida en un gran lío ─habló Asia sacándola de sus cavilaciones ─Solo a ti te pasan estas cosas, pero ¿Cómo es posible que te hayas involucrado con el imponente Leman y no darnos cuenta? ─Exclamó estupefacta sin encontrar una explicación.

─Es lo que me preguntó cada día ─manifestó confundida sin creer que en todo ese tiempo pasaba al lado de su peor enemigo.

─Bueno esto nos comprueba que no debes faltar a tu lema ─amonestó Alana con amabilidad y empatía ─Ya la primera vez no fue bien y en esta definitivamente no tienes escapatoria.

─Creo que lo mejor sería que lo cambies ─declaró la pelirroja con gesto severo ─Lo mejor sería "No involucrarte con abogados"

Kisa se desanimó mucho más. Las advertencias de su lema Nunca mezclar placer con trabajo se las pasaba por el culo, porque no era capaz de cumplirlo y ahora tenía que pagar las consecuencias de su imprudencia.

─Pero ¿Cómo no te diste cuenta que su colega era su mejor amigo? ─Expuso Asia intrigada, sin entender todas las cosas que pasaron por alto ─Lo siento rusa, pero es algo que me tiene maquinando y no le encuentro una explicación lógica ante la obviedad de la situación ─decretó tomando de su copa de vino.

─Tienes razón ─concedió está tomando de su vaso de agua.

Al fin pudieron reunirse las tres completas, después de tanto trabajo de por medio y los horarios diferentes que les tocaban. Se encontraban en un bonito restaurante italiano, con mesas de madera y manteles a cuadros. La estancia era muy acogedora, se encargaron de elegir un sitio alejado del edificio de la firma de Henry y la de cualquiera de su trabajo con el temor que alguien conocido las reconociera.

─No quiero desanimarte, pero tienes que decirle la verdad ─ insistió Alana terminando de masticar su comida ─Imagínate el alboroto que ocasionaras si logras llegar hasta final de mes y se dé cuenta que su rival es la mujer de su vida.

─Se lo diré hoy ─declaró decidida con falsa valentía ─Sé que puedo ─afirmó tratando de infundirse valor ─Sé que puede entenderlo o no, pero estoy enfocada en aclarar de una vez por todas este malentendido y sobre todo demostrar la inocencia de mi cliente.

─ ¡Así se habla! ─Brindó Asia levantando su copa al aire ─Solo deseo que las cosas salgan positivamente.

─ ¡Amen! ─Declararon todas al mismo tiempo.

─ ¿Y cómo van las cosas con el gato? ─preguntó Kisa tomando un trozo de su pizza.

Alana inmediatamente se sintió nerviosa, ruborizándose un poco ─Están... bien ─titubeó bajando la cabeza a su comida.

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