Capítulo 47.

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Exasperada, frustrada y enojada, Asia se encontraba en su oficina al punto de un colapso al ver las montañas de carpetas e informes, encima del escritorio en su oficina; haciéndole la ardua tarea de nunca ver la luz al final del túnel. Suspirando audiblemente escuchó el momento cuando su secretaria entraba, estuvo a punto de gritar un improperio cuando esta le anunciaba...

─Asia te busca... el señor... Leman ─balbuceó nerviosa, observando a su jefa como fruncía el ceño.

─ ¿Y qué hace ese imbécil aquí? ─Preguntó más exasperada y cabreada con el hombre que le rompió el corazón a su mejor amiga ─ ¿Vino solo? ─cuestionó inmediatamente con nerviosismo, arreglándose el cabello inconscientemente.

─Dice que quiere hablar contigo ─respondió Hallen más tranquila ─Y si, viene solo ─concluyó esperando que le diera el permiso para dejarlo pasar.

─Idiota ¿Qué se cree? ─Blasfemó con mal humor ─Nada tiene que hacer aquí, en vez de estar pensando en cómo reconquistar a Kisa ─exclamó al momento que una radiante sonrisa iluminaba su rostro y una idea se le cruzaba por la mente ─Hazlo pasar, Hallen ─ordenó con voz calmada ─Yo me encargare, Gracias ─anunció y se preparó para desahogar toda esa ira y estrés acumulado con el que cargaba ese día.

Hallen salió permitiéndole el acceso al Señor Leman, no era una ingenua al saber que ese hombre la estaba pasando mal, ella sabía perfectamente todo lo que ocurría con Kisa y él, aunque se sorprendió bastante el día que los encontró en un restaurante al verlos juntos, cenando y riendo tan compenetrados, sin duda cuando salieron de ahí hacían una pareja perfecta y no creía en todo los chismes que se generaron después del caso de su hija, sobre como Kisa se había aprovechado de él engatusándolo para ganarle en el caso.

No, ella conocía a Kisa, como alguien bondadosa, entregada y muy buena. Ella ayudaba a los demás sin recibir nada a cambio; inclusive a ella la ayudó cuando comenzó a trabajar ahí, le tenía un miedo terrible a Asia por verla toda seria e imponente y ella la tranquilizó contándole cosas que le gustaban para ganarse la confianza de su jefa rápidamente.

Cuando entró a la oficina, Henry observó un montón de carpetas mal ordenadas y a la amiga de Kisa tecleando rápidamente con la mirada fija en la computadora, exhaló audiblemente para que se diera cuenta que estaba ahí y carraspeó.

Asia no lo quería ni ver, con la mirada fija en la computadora desquitándose con el pobre teclado que no tenía culpa alguna, siseó con maldad ─ ¿Qué quieres imbécil? ─interrogó con toda intención.

─Respeto para comenzar ─expresó un poco enojado por el insulto.

Asia se relajó lo más que pudo dirigiéndole por primera vez la mirada. Se miraba como la mierda, ojeroso, con el cabello desordenado, la barba descuidada sin rasurar y pálido. Confesaba que sentía un poquito de pesar, pero su amiga estaba pasándolo peor.

─Muy bien, aunque es lo último que te mereces por parte mía ─destacó con sarcasmo evidente ─Usted dirá... ─animó con falsa cortesía.

─ ¿Por qué me ocultaste la verdad, Asia? ─preguntó con decisión, sin dudarlo ningún segundo. Habían pasado dos días desde que se fue Kisa y como el infierno, la extrañaba desesperadamente.

─Sabes que no me correspondía ese asunto... ─respondió contundentemente al verlo exasperarse ─Tú fuiste un idiota por...

─ ¡Ya basta! ─exclamó perdiendo la paciencia ─Hiciste que actuara como si no te conociera... ─recriminó señalándola ─No me vengas con hacerte la digna y ten un poco decencia al no considerar en el desastre que iba a terminar mi relación con Kisa, cuando todo saliera a la luz.

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