Capítulo 14.

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Los días pasaron volando para Kisa y Henry. El primer mes transcurrió sin ningún inconveniente entre el trabajo, salidas con sus amigas; asombradas cuando les contó de su relación formal. Noches interminables del mejor sexo increíble y sorpresas inesperadas que hacían que su corazón derritiera de tanta ternura y brincara desbocado de emoción y de dicha.

Henry le mandaba rosas a su lugar de trabajo todos los días y le entregaba una única rosa por las noches cuando se reunían en su apartamento. En su aniversario del primer mes la sorprendió con unos zapatos Stuart Weitzmans de seis mil quinientos dólares y su parte favorita fue cuando le dijo que su novia merecía algo mejor que unos simples Lous Boutin.

Eso fue después que ella le mandara un mensaje con una foto de cuerpo entero, solo con ropa interior color roja, que consistía en un sujetador de encaje y una tanga diminuta rouge tres sexy lors venaces, que cubría lo estrictamente necesario. Henry le había mandado un mensaje en el cual le advertía que llegaría un poco más tarde de lo acordado; ella decidió desesperarlo y en respuesta le mando No tardes mucho o empiezo yo sola, junto con la foto.

Lo cual dio resultado porque apareció exactamente quince minutos después. Ella iba a la cocina a ver la cena y se dio de bruces con su perfecto torso duro y de acero. Las palabras estaban de más y Henry con facilidad la sujetó de sus caderas levantándola con destreza a lo que ella se aferró de su cintura perfilada, como si su vida dependiera de ello.

La desesperación estaba en su punto más alto y ni se molestaron en llegar en su habitación. Empotrándola contra la pared la follo con violencia y arrebato sin preocuparse de quitarse por completo la ropa; él se encontraba a medio vestir y ella tenía su sujetador remangado a la cintura y sus diminutas bragas colgándole de un pie.

Kisa sonrió, en agradecimiento uso los zapatos como por una semana entera convirtiéndolos en sus favoritos, combinándolo con ropa roja para hacer feliz a Henry. Negando con la cabeza se dio un golpe mental para alejar esos pensamientos, estaba en su oficina guardando unos archivos y recordar sus encuentros sexuales de ella, se habían convertido en costumbre.

La puerta sonó levemente y esto hizo que su sonrisa se ensanchará más al intuir que podía ser. En el momento que levantó la mirada su sonrisa franqueó un poco al ver que no era lo que esperaba. Su rostro quedó a la altura de un ramo de Orquídeas rojas brasileñas sostenidas por dos fuertes manos que conocía perfectamente.

─ ¡Paulo! ─Saludó recuperando la sonrisa ─Gracias, están preciosas ─aceptó las orquídeas dejándolas a un lado de su escritorio, poniéndose en pie para saludarlo

El brasileño sonrió alegremente al ver lo radiante que se notaba, era hermosa; esos ojos brillantes que lo deleitaban y ese cuerpo tremendo que le hacía perder la razón y los sentidos. No pudo resistirse y sujetarla en un fuerte abrazo por la cintura, levantándola unos centímetros del suelo. Queriendo envolverla por completo como en ocasiones anteriores.

─ ¡Delicia! No sabes cuánto te extrañe ─dijo emocionado, sin ignorar el golpeteo de su corazón que parecía a punto de estallar.

─ ¿En serio? ─Reconoció dándole dos besos en las mejillas, esquivando el beso que iba directo a su boca ─Ya... puedes bajarme ─solicitó algo incomoda sin ignorar el rostro de confusión de su amigo. Sabía que tenía que aclarar y contarle sobre su relación con Henry y esta era una muy buena oportunidad.

Paulo la puso en el suelo con desconcierto, pero decidió ignorarlo al momento que la admiraba recomponiéndose la camisa de seda roja que se le había escapado de la falda tubo color negra con estampados de rosas, que le quedaba perfecta luciendo sensual. Sin duda alguna el rojo era su color favorito y más si lo usaba Kisa.

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