Capítulo 22.

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Sofía respiraba lentamente. Concentrada totalmente en esa acción, como si no fuera lo más normal del mundo. Inhalando y exhalando cerró los ojos al tiempo que colocaba el violín en su hombro izquierdo al divisar una luz resplandeciente a su derecha. Su señal. Había tocado todas las piezas del reportorio con fervor y sincronía, pero este era su momento para demostrar ante el público de lo que realmente era la pasión por la música.

El fracaso no era una opción. Si, lo confesaba, estaba temblando de nervios al enterarse que no solo el director de Julliard se encontraba en el escenario, también presenciaban el evento el Gerente General del Met, Peter Gelb y otras celebridades reconocidas y de gran calibre en el mundo de la ópera.

En el centro del escenario completamente sola, sentada con la espalda recta hasta un punto completamente doloroso, en compañía de su caballete con sus partituras. Alzó el arco del violín y se dejó escuchar Sonatas y Partitas de Bach, Fuga. Una de las mejores obras de violín jamás compuestas en la historia.

Sofí sabía que debía arriesgar y apostar alto para conseguir la beca, pero ella no quería tocar una pieza difícil, sino, poder lograr transmitir la enorme profundidad y densidad musical que albergaba. Ella no alardeaba, ni quería que pensaran que ser violinista era poder tocar piezas difíciles y demostrar ser la mejor. No. Lo que Sofí siempre quería era transmitir el verdadero sentimiento y mensaje que contenía cada una de las piezas que tocaba.

La música para ella no era una simple construcción de notas y ritmos a la espera de ser ejecutadas. No. Tampoco era interpretarla a toda regla y a la perfección. Para ella, la música era lo que a cada uno nos hacía sentir vivos. Era comunicación, era emoción, Era efusión, amor, odio, expresión.

Fuga no tenía velocidades vertiginosas ni ningún tipo de efectismo, pero le encantaba interpretar y resolver la composición. Contenía constantes arpegios cambiantes, en forma de pedal, fragmentos literalmente imposibles de tocar tal como estaban transcritos en la partitura. Le costó una barbaridad reinterpretarlos para poder expresar la intención del autor.

Varios de los que conocían lo avanzada y difícil que era la realización de la pieza. Estaban asombrados por la ejecución meticulosa de la joven. El sonido era intachablemente bueno; el ritmo y el tono eran perfectos. Ella era especial, lograba tocar una pieza ambiciosa que sonaba realmente bella y no un desastre. Eso era lo que buscaba Julliard; confianza y entrega.

Sofí escuchaba como las notas salían con facilidad y el movimiento fluía de sus músculos resentidos que ya estaban acostumbrados. Su cuerpo se balanceaba cada vez que movía el arco seductoramente sobre las cuerdas. Sus oídos estaban en el gran salón, pero su cuerpo y su alma se encontraban refugiados en un lugar seguro donde nadie podía hacerle daño.

Estaba en la parte final de los acordes, tomando un respiro profundo y lentamente con maestría le puso fin a la melodía con gracia y soltura. De manera delicada se puso en pie y lágrimas asomaron en sus ojos al ver todo el público en pie, aplaudiendo y ovacionando su presentación.

Divisó a Kisa limpiándose las comisuras de los ojos, aplaudiendo con entusiasmo, al mismo tiempo que Henry dejaba la videocámara en su asiento para imitarla. Les brindó una sonrisa que abarcaba todo su rostro, en el momento que el telón se cerraba a ambos lados, dejándola en la oscuridad.

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─Eso fue increíble ─susurró Kisa conmocionada, observando a Sofí hablar con el director de Julliard, junto con su director de orquesta ─Mírala, que feliz esta ─señaló con la copa de vino en su mano ─Estoy segura que lo consiguió ─finalizó dándolo por hecho.

Estaban en una sala enorme, parte del teatro. Celebrando la presentación de los muchachos junto con los invitados. Henry conocía a muchos de los que se encontraban en el salón, por lo que en cada paso que daban los detenían para saludar y presentarles con orgullo a su pareja.

─No tengo duda que la obtendrá ─confirmó algo incómodo por las miradas que estaban encima de ellos ─Ahí viene ─anunció observando como Sofí se acercaba a ellos con grandes pasos.

─ ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ─Gritó efusivamente sin perder la postura ─La conseguí ¡Dios! ¡No lo puedo creer! ¡No lo puedo creer! ─Chilló entusiasmada, aceptando el abrazo que le ofrecía Kisa.

─Te lo dije ─afirmó orgullosa, abrazándola con fuerza y alegría ─ ¡Felicidades Sofí! Lograste algo grande ─manifestó sosteniéndola de los brazos, mirándola directamente ─Estoy muy orgullosa de ti ¡Santo cielo! Tu solo fue... simplemente ¡Espectacular! ─Soltó con brillo en los ojos.

─Muchas gracias por todo. Por estar aquí, conmigo, en este momento tan especial ─expresó al borde las lágrimas ─No saben lo feliz que esto me hace ─confesó aceptando el abrazo de Henry.

─Estamos contentos de ser parte de este logro ─indicó en una gran sonrisa ─¡En hora buena! ─Felicitó con orgullo en la voz.

Decidieron quedarse a compartir por una hora más, donde Kisa y Henry aprovecharon a saludar y felicitar a Zach y a Debra por su presentación. El controversial Gelb del Met reconoció a la nieta del magnate empresario Arion Volkova entre la multitud y aprovechó para irla a saludar, eternamente agradecido por la donación generosa que realizó su abuelo al Metropolitan Opera.

+++

En el cuarto piso del Time Warner Center se ubicaba el restaurante japonés y de sushi Masa. Henry las sorprendió al aparcar en el elegante lugar. La ocasión lo ameritaba. El local estaba catalogado como uno de los mejores restaurantes del mundo en cocina japonesa.

Tuvieron el privilegio del que el mismísimo y prestigioso chef Masayoshi Takayama les preparara un sin números del platillos exquisitos y sumamente deliciosos; deleitándose en cada bocado. Terminando la cena con un espectacular postre que consistía en un algodón de azúcar con piña, que estaba para chuparse los dedos. Literalmente.

Sofí se quedó a dormir en el apartamento de Kisa. Donde les agradeció todo el camino a casa por la increíble noche que le regalaron y los dos muy afectuosos solo correspondían a su entusiasmo.

En la habitación Kisa se encontraba preparándose para dormir cuando Henry la sorprendió con un enorme ramo de rosas. Jamás iba a comprender donde encontraba todas las rosas que le regalaba. Sin pensarlo solo dejándose llevar murmuró ─Ya lyublyu tebya ─en ruso aceptando el ramo.

─ ¿Qué significa? ─ronroneó Henry muerto de curiosidad al descubrir un nuevo brillo en los impactantes ojos de su mujer.

─Gracias, me encantan demasiado ─respondió con una enorme sonrisa, al tiempo que se le colgaba del cuello para tener acceso a su boca. Gimiendo, derritiéndose o no sabía exactamente qué. Todas sus terminaciones nerviosas se alteraron cuando Henry tomaba control del beso y correspondía al acto con la misma pasión y entrega.

─Gata...

─Te he... dicho... que ¡No me llames así! ─riñó mordiéndole el labio inferior.

─Está bien ─concedió abarcando su cintura con ambas manos ─Pero ─beso ─Sino ─beso ─Dejas ─beso ─de besarme ─otro beso ─Te tomaré ahora mismo ─declaró con un doble beso.

Fue idea de Kisa no hacer el amor esa noche, había dicho por respeto a Sofí y a parte que era demasiado ruidosa y escandalosa. Ya se arrepentía por tomar esa decisión por lo que expresó ─Bien... Dime algo para calmar estas ganas que te tengo ─rogó acunando su cabeza en el torso duro y cómodo de su amor.

Henry tomó un respiro y dijo ─Mañana te llevare a conocer a mis padres ─habló en el momento exacto cuando Kisa levantaba inmediatamente su cabeza y el brillo en sus ojos que antes transmitían deseo puro hace tan solo segundos, era reemplazado inmediatamente por la incredibilidad y el asombro.

Solo así la libido abandonó su cuerpo totalmente espantada. Conmocionada e impactada solo pudo formar las palabras ─ ¡Santa Mierda! 

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