Capítulo13.

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Una vez que terminé de desayunar, llevé todo a la bacha y luego de un intercambio con Blanca lavé lo que había ensuciando.
Al terminar, subí al cuarto que había usado y la tentación de tomar un baño no se hicieron esperar. Tomé la ropa pulcramente doblada que estaba sobre uno de los sillones y entrando al baño tomé dos toallas del estante.

Mientras me enjabonaba el pelo, intentaba recordar algo de lo que me sucedió, pero aún seguía en blanco. Esperaba que ahora que hablaba con Lévedeb pudiera saber que había ocurrido.

Ya completamente lista, salí una vez más del cuarto y bajé las escaleras. Al llegar al último escalón Dema se encontraba en el medio del salón con sus manos en los bolsillos.

-Ya estoy. -Digo acercándome hasta donde está parado.

-Ven, vamos a mi despacho.

Dicho esto él comenzó a caminar conmigo detrás.

El despacho se encontraba frente a la escalera. Era un recinto amplio en tonos claros. Tenía un ventanal con una linda vista del jardín delantero. Hoy era un lindo día. O eso cría hasta que se escuché lo que me sucedió.

-Te escucho.

-Bien, primero que nada, te creía más inteligente.

-¿Qué? ¿De qué hablás?

-Hablo de como se te ocurre irte sola con alguien que apenas conoces. De lo que hablo es que anoche iba en busca de mi auto en el estacionamiento, cuando vi que dos personas forcejeaban, cuando me terminé de acercar hasta una distancia prudente, vi que el tipo te tenía contra la pared con ambas manos en tu cuello, clarmente en un intento de abuso. Sin pensarlo mucho, lo tiré lejos de ti y le propiné un golpe que lo desmayó. Cabe aclarar que te reconocí cuando te tomé en mis brazos antes de que cayeras al piso inconciente.

Al escuchale decir aquello, todas las escenas acudieron a mi provocando un nuevo martilleo en mi cabeza.

-Primero, si estaba sola es porque perdí a las personas con las que salí; y segundo, estaba esperando un taxi cuando ese loco me tomó por la fuerza y me arrastró hasta el estacionamiento. Pero a todo esto, ¿Por qué me trajiste aquí y no me llevaste con mi familia? ¿Al menos saben que estoy aquí?

-Cuando ocurrió todo, lo primero que hice fue alertar a la policía. Luego de esto, llamé a tu hermano para avisarle de lo ocurrido, por lo mismo decidimos que te quedaras aquí hasta que despertaras para no preocupar a tu abuela. -Estaba por replicar lo anterior, pero en vista de lo que dijo, agradezco mentalmente que me haya ayudado, y digo mentalmente por que antes muerta que decile "Gracias" a la cara.

-Bueno, si eso es todo, lo mejor es que me vaya yendo.

-Espera que tomo un abrigo, las llaves y te llevo.

-No...

-No fue una sugerencia Mariela. Es una orden.

-¿Pues que crees? A mi no me mandas. Podré tener una deuda contigo, pero eso no quiere decir que seas mi jefe. -Con este hombre era imposible hacer una tregua, él sacaba lo peor de mi.

Sin esperar respuesta, me levanté de mi asiento y salí a la sala. Al llegar a la puerta de entrada, tiré de la manija abriendola.
Sin importarme el frío salí, pero no llegué muy lejos.
Como si no pesara más que una pluma, en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba sobre el hombro de Dema con una vista perfecta de su trasero.

-¡Bajame! -Grito mientras pateo, grito y me remuevo para que me suelte- Lévedeb bajame ahora, te lo ordeno.

Sigo gritando y pateando, pero lo único que consigo es un golpe en la cola. Lo cual me hizo detener en seco mi rabieta.

-A mi no me mandas. Podrás tener una deuda conmigo, pero eso no quiere decir que seas mi jefa. -Soltó usando mis palabras lo que provocó no sólo que siguiera gritando y pateando sino que también le diera puñetazos en la espalda.

Al llegar al auto, luego de abrir con su mano libre la puerta del acompañante, me bajó de su hombro para luego, resignada, entre en el.

Ya ambos adentro del auto y con los cinturones puestos, Dema se puso en marcha.
Apenas el auto se movió, yo estiré mi brazo y encendí el stereo, por lo que comenzó a sonar música clásica por los parlantes.

-¿Es en serio? -pregunto conteniendo la risa.

-¿Qué tiene de malo? -Pregunta despegando la vista por unos segundos del camino para mirarme seriamente.

-La música clásica es de viejos. -Respondo como algo obvio.

-¿Disculpa? ¿Me estás tratando de viejo? -Pregunta volviendo a verme.

-Ay no te hagas el joven.

-¿Que edad piensas que tengo? Apenas y tengo treinta y cuatro.

-¿Ves? Sos viejo.

-¿Y tú cuantos tienes? ¿Quince? Digo por los berrinches que haces.

-Ya quisieras, pero no, tengo veintinueve.

-Como sea, no importa lo que digas, yo no soy viejo.

-Si lo que tu digas. -Respondo rodando los ojos divertida.

El resto del viaje lo hicimos en silencio, interrumpido por la música que na mi criterio es de gente grande.

Verdades  secretasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora