Capítulo 1.

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Me levanto temprano como cada mañana desde hace dos meses, a buscar algún posible empleo ya que el último en el que trabajé debieron hacer una reducción de empleados.

Para los que no me conocen soy Mariela Montenegro, tengo veintinueve años y soy editora, tengo dos hermanos más, yo soy la del medio.

Luego de vestirme cómoda, salgo de mi cuarto a desayunar antes de arrancar el día.
—Buen día nana. —Saludo acercándome a mi abuela y besando su mejilla.
Ella me ha criado a mi y a mis hermanos luego de que mi madre se marchara con otro hombre.
—Buen día hija. —Respondió girándose y apoyando sobre la mesa una panera con tostadas— ¿Cómo descansaste?
—Bien nana.
—¿Hoy también saldrás? —preguntó mientras observaba como me servía una tasa de café bien humeante, ya que afuera hacía bastante frío.
—Si, debo conseguir algo urgente. —Respondo mientras comienzo a buscar en internet algún posible trabajo— Ya queda poco de la indemnización que me dieron.
—Hija sabes que... —No pudo continuar la frase ya que la corté.
—No nana, no voy a dejar que gastes lo poco que tienes.
Nunca quise que mi abuela gastara lo poco que tenía, haría lo que fuese por evitarlo.

Mientras me dedico a desayunar, chequeo mi mail, pero lo unico que obtuve fueron varios correos en los que quedaban en llamarme.
La frustración comienza a colarse en mi sistema sin poder evitarlo. Sino encuentro algo pronto no sé que haré.

Una vez que termino de desayunar, saludo a mi abuela y mis hermanos, tomo mi bolso, mi abrigo y me pongo en marcha.

Ya en la calle el frío me recibe, luego de acomodarme mejor el abrigo me dirijo a las parada del colectivo ya que debo ir hasta el centro.
 
Al llegar a mi destino, camino con paso apresurado pues ha comenzado a nevar. Comencé mi recorrido dejando mi currículum en varios posibles trabajos, pero  al igual que los correos, todos quedaron en que llamarían.

Ahora me encuentro yendo a otro posible trabajo, pero algo me llama la atención. En la puerta de lo que parece ser un local hay un cartel de que se necesita personal. Sin pensarlo mucho más empujo un poco la puerta e ingreso.
A penas traspaso la puerta me encuentro con un lugar en semi penumbra y con la música alta. Es un bar, pues hay una barra la cual se encuentra llena de botellas de licores, el espacio está inundado de sillas y mesas bordeando lo que parece ser un escenario, el cual abarca gran parte del local.

Mientras recorro el local con la vista, el joven que se encuentra tras la barra llama mi atención.
—Hola, ¿en que puedo ayudarla?
—Oh, hola, ¿usted es el dueño del local?
—No, enseguida se la llamo.
Sin decir nada más, salió por la puerta al costado de la barra.
Cinco minutos después el mismo joven junto a una mujer de unos cuarenta años salieron por la misma puerta a mi encuentro.
—Hola, me dijo Paul que me buscabas. Soy Camelia.
—Hola, soy Mariela. —Respondo tomando la mano que la mujer me extiende a modo de saludo— Entré por que vi que necesitan personal.
—Ha si, pero... —Comienza a decir la mujer sin dejar de observarme de arriba a abajo, sin terminar la frase.
—¿Pero?
—Pero no pareces ser del tipo de persona adecuado para ocupar el puesto.
—¿A que se refiere? —pregunto, me molesta que den por sentado que puedo y no puedo hacer, al menos si no me dan una oportunidad.
—Pues es para otro estilo de persona.
—Creame que puedo realizar el trabajo como cualquier otra persona, solo deme una oportunidad. Puedo trabajar de moza, cajera, encargada, lo que necesite, pero por favor, deme una oportunidad.
—Pues... —Comenzó a decir no muy convencida, pero el joven de nombre Paul la interrumpió.
—Puede arrancar conmigo, el lugar se llena y no me viene mal una mano extra.
—Si quieres arrancar puedes hacerlo. —Concedió la mujer— Debes saber que la paga no es mucha y las propinas se la reparten entre ustedes dos.
—Gracias. —Respondo con una sonrisa.
Trabajaría aquí hasta que saliera un puesto mejor.
—Arrancas esta noche a las 21horas. —Me informó Camelia— No llegues tarde.
—Claro, gracias. —Respondo mientras me acerco a la salida.

—¡Volví! —Digo una vez que entré en la sala.
—¿Cómo te fue hija? —Pregunta mi nana saliendo de la cocina para salir a mi encuentro.
—Bien, conseguí trabajo de bartender en un bar, es lago temporal hasta que surja algo mejor.
—Prometeme que tendrás cuidado.
—Claro nana, lo tendré.

La tarde transcurrió tranquila, cuando se hizo la hora me entré a bañar para comenzarme a preparar.
Una vez que estuve lista, salí a mi cuarto y comencé a vestirme.
—Ya es hora de irme. —Comuniqué ingresando a la cocina para despedirme de mi abuela y mis hermanos.
—Cuidate hija.
—Si nana, nos vemos más tarde.

Luego de salir al frío exterior subí al taxi que había llamado mientras me terminaba de arreglar y me encamine hacía mi nuevo trabajo.

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