Soy un guarda espaldas. Elegí el peor trabajo que pude haber elegido en mi vida. Ni siquiera pensé mucho en elegir esa opción luego de ver como estaba marchando mi destino. Joven y ya con un crimen de por medio, debí de mirar hacia otro lado. Sin embargo, no pensé que podría llegar a gustarme, y mucho menos que podría llegar a sentir una atracción hacia mi jefe.
Fue lo más estúpido que pudo pasarme, sin mencionar que él es muy diferente al resto, comenzando por que es mi jefe y terminando en su peculiar personalidad y en sus deseos carnales. Ni siquiera sabría como describirlo exactamente, pero si lo intentará resumir en una palabra sería peculiar.
Hace 3 años que trabajo para él, caminando detrás de sus pasos, sentado a su lado, observando sus gestos y protegiendo su espalda. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba enamorado, hasta que las cosas comenzaban a dar un giro sorprendente especialmente conmigo.
Esa mañana estuve de pie frente a la puerta de su oficina mientras lo podía escuchar dejando escapar un tono de voz suave y sensual, que, por cierto, era bastante diferente al que usaba cuando hablaba. La oficina debía de estar encendida en fuego en esos momentos, suficiente para hacerme querer marchar, pero no tenía más remedio que estar allí.
Luego de algunos minutos, algunos hombres salieron de la oficina, despidiéndose de mi con una sonrisa en labios. El gritó mi nombre, haciéndome caminar hacia dentro de la oficina, donde lo encontré sentado encima del escritorio, semidesnudo y descalzo. Su pelo negro caía a la altura de sus hombros, le quedaba perfectamente bien para sus ojos canelas y debo de admitir que tenía un buen abdomen el cual no me molestaría observarle todo el día.
— "¿Por qué me miras de esa forma?" — Preguntó sin despegarme la mirada.
— "Por nada. Lo siento." — Respondí.
— "¿Podrías decirle a Michy que por favor se presente?" — Preguntó.
Simplemente asentí con la cabeza sin mencionar nada. Michy fue el primero que conocí al entrar a este trabajo, y por ende llevaba más tiempo trabajando allí. El primer día me había dicho como debía de comportarme y que debía o no debía de hacer con el jefe, me hizo un pequeño resumen de las cosas que le gustaban y cuales no. Fue un buen apoyo.
Michy entró a la oficina y tomó asiento delante del jefe.
— "¿Conseguiste la información que te pedí?"— Preguntó estando aun sentado encima del escritorio.
— Solo un poco.... Lo de la organización de Adén, dicen que no tienen que ver nada con lo sucedido en su bar y lo niegan rotundamente, dicen que tal vez esos hombres que provocaron el desastre usaron su nombre para perjudicarle y que realmente lo habían logrado. — Explicaba Michy mientras yo aún siga nadando en mi mundo lleno de imaginaciones donde me perdía en cada gota de sudor que caía por su pecho.
— "Ed, ¿Estas escuchando?" — Dijo llamando mi atención de forma inmediata.
— "Lo siento." — Respondí.
— Quiero salir a beber esta noche.... Y tu vas a estar ahí conmigo. Siento que podría ser una noche especial ¿No crees? — Dijo estirando sus brazos mientras Michy me sonreía con una sonrisa estúpida.
— Como ordene. — Fue mi respuesta.
Michy terminó marchándose de la habitación, pero él seguía allí sentado mirándome con esa hermosa cara de ángel cuando yo sabía que era totalmente lo contario, no era más que un demonio empedernido con un deseo sexual que no era fácil de satisfacer, y yo que moría de ganas por ayudarle.
Nunca había sentido una atracción tan fuerte como la que siento por él, pero de nada serviría confesarle que le amaba, pues solamente podía ser expulsado de la organización luego de haberme cocido los labios por tal falta. Estaba totalmente prohibido que un jefe se involucrara con sus empleados, podría estar totalmente castigado por el concejo, llevándole a la amputación de un dedo y a la perdida de su puesto.
— Luces molesto. — Comentó jugando con un mechón de su pelo. — "¿Tienes algo que decirme?"
— "No." — Dije con un nudo en la garganta.
— "Pues entonces cambia esa maldita cara. Y sal de aquí." — Dijo, a lo que de inmediato salí de la oficina. A veces solía cambiar de humor muy rápido.
Estuve rato de pie, hasta verlo salir y caminar tras de él. Llevaba todo el pelo revuelto, pero me gustaba así. Caminamos hasta el auto, le abrí la puerta para que ingresara y luego yo subirme en el asiento del conductor.
Yo era un hombre de pocas palabras, solo decía lo necesario para que pudiesen entenderme sin malas interpretaciones. Me cuidaba mucho de hacer comentarios salidos de orbitas o inapropiados, podía costarme la vida. Conduje en silencio hasta llegar a su casa, donde tomó una ducha y volvió a salir totalmente cambiado y renovado.
— "¿Por qué trabajas conmigo?" — Preguntó luego de haberse subido al auto.
— "¿Dinero?" — Pregunté devuelta.
— "Ya tienes suficiente — Respondió con seguridad. — Tal vez sea algo más. ¿Vas a decirme?"
— "Lo siento. Temo que no tengo nada mas que decirle" — Respondí, sabiendo que tengo un montón de cosas que decirle, cosas que me quemaban por dentro.
Estuvimos en unas cuantas reuniones destinadas, y al caer la noche había decidido ir a uno de sus bares favoritos en compañía de sus amigos mientras yo solo me limitaba a verlos. Las horas pasaban rápido como agua, así que me acerqué a el para susurrarle al oído de que ya había tomado demasiado y que debíamos de regresar a casa. Crucé mi brazo por su cintura para llevarlo hasta el auto y así conducir hasta llegar a casa.
Al llegar a casa Michy nos recibió con una sonrisa, pero solo me limite de llevarlo hasta la habitación donde se supone que descansaría y que yo inmediatamente saldría de la habitación hasta la mía para dormir. Pero, no sé como llegamos a ese punto en que su mano me tenía agarrado por la corbata de la camisa.
— "Quédate." — Dijo.
— "Debería de dormir" — Dije mirándole a los ojos.
— "No te estoy dando una sugerencia. Te estoy dando una orden." — Dijo y luego me dió una sonrisa de borracho.
Soltó mi corbata, porque obviamente sabía que me quedaría allí tantas veces el me lo pidiera. Intentó abrir los botones de la camisa, pero cada vez eran intentos fallidos, me miró con una mirada de molestia.
— Quítamela. — Ordenó, así que me acerqué a él y empecé a quitar botón por botón hasta dejar caer la camisa al suelo. Mis manos no temblaban, pero solo eso era suficiente para tenerlo en mi cabeza de diferentes formas durante algunos días. — "¿Te gusta?" — Preguntó repentinamente haciendo que mis ritmos cardíacos salieran de su normalidad. — "Como si no supiera que me deseas..."
Estuve congelado por unos segundos frente a el sin decir ni siquiera una palabra, me empujó hacia un lado dejándome caer encima de la cama para luego subirse encima de mí de una forma sensual y realmente cautivadora. No debía de olvidar que eran simplemente efectos de haber tomado tanto.
— "Que mal subordinado... desear a tu jefe de esa forma...." — Dijo jugando con mi corbata.
— "Te amo." — Dejé salir de mis labios sin ni siquiera pensar en lo que había dicho.
— "¿Qué?" — Dijo él.
Lo tome suavemente de la barbilla y lo besé. Ya no importaba, de todas formas, iba a sufrir consecuencias graves por esto. Disfruté el poco tiempo de mi lengua dentro de su boca, pero se separó de mí.
— Lárgate, ahora mismo. — Dijo quitándose de encima de mí.
No hice mas que simplemente levantarme y marcharme, pero ¿Que se supone que debía de hacer cuando mi jefe del cual estoy malditamente enamorado se sube encima de mi diciendo cosas como esas? De todas formas, estaba realmente perdido, no me quedaría de otra que simplemente esperar el resultado de haber hecho una estupidez como esa.
Solo me dejé llevar de la emoción, de sentir la esperanza de que podía tenerlo en mis manos, y tal vez tomar ese trago amargo de que podría tener una posibilidad con él. Como todo un real tonto.
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SIEMPRE FIEL.
RomanceUn corazon ardiente que espera el momento justo para saltar y ahogarse en el precipicio de un amor que no parece ser correspondido. Ed Kind quien cae profundamente enamorado de un mafioso luego de años de ser su guardaespalda, decide confensarse aun...