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Robert obedeció, la besó como tanto deseaba

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Robert obedeció, la besó como tanto deseaba. Su boca estaba ansiosa por tocar la de ella, llevaba esperando ese momento desde la mañana aunque no había creído que fuese a conseguirlo, no con la actuación deplorable de la noche anterior.

Unió sus labios pero con lentitud y dulzura, los degustó despacio y luego se separó apenas para volver a hablar mientras le acariciaba una mejilla con la yema de los dedos. —Repite lo que acabas de decir, por favor.

Ada se mordió el labio inferior antes de responder. —Bésame, Robert.

Volviendo a obedecer, la besó esta vez con más ímpetu, y bajó una mano para posarla en su cadera y atraerla hacia sí.

—Solo para asegurarme —insistió alejándose una vez más—. ¿Qué acabas de decir?

Adelaine soltó una carcajada y lo tomó de la nuca para volver a atraerlo hacia ella. —Bésame, Robert, no sea que me arrepienta —murmuró esta vez siendo ella quien daba el primer paso y procedía a tomar sus labios.

Robert, risueño, le respondió de inmediato y se recolocó en una posición distinta de modo que quedó casi cubriéndola por completo con su cuerpo. El beso de Ada fue más suave y delicado, Rob a pesar de todas sus ansias se limitó a seguirla y dejar que fuera ella quien tomara el control. Recorrió el contorno de su cuerpo con las manos y sus dedos se metieron de manera casi automática debajo de su camiseta. Podía decir que estaba casi desesperado por tocar su piel y poder hacerlo, aunque se tratara de la pequeña extensión de su abdomen, supuso un gran alivio a la vez que una inmensa tortura. Más tenía y más deseaba. Lo quería todo de ella.

Pero también deseaba ser el caballero que Ada merecía y por esa razón trataba de contener todos esos impulsos que despertaba en él.

En ese momento se sentía en la gloria, no creía haberse sentido nunca así de vivo, así de eufórico.

Abandonó sus labios y empezó a besarla en el cuello inhalando ese perfume que lo volvía loco y con el que a veces creía soñar.

—Robert —compuso la rubia en un tenue jadeo y continuó con los dedos enterrados en su cabeza, con el cuello ladeado hacia un lado otorgándole acceso completo para probar el sabor de su piel—. Robert, alguien va a vernos.

—Lo sé, pero no quiero dejar de besarte —contestó mordisqueándole el lóbulo de la oreja—. No sé cuándo será la próxima vez que me dejarás hacerlo.

Adelaine volvió a soltar una carcajada y lo empujó hacia atrás. —No seas dramático.

Rob se apoyó sobre sus codos y la miró sin separar el resto de su cuerpo de ella. —¿Estás diciendo que puedo besarte cuando quiera? ¿Me estás dando permiso?

—Solo si te esfuerzas tanto como hoy.

La sonrisa del príncipe se amplió y volvió a depositar un tibio beso en sus labios. —De acuerdo, esta noche no dormiré pensando en qué haré mañana para conseguir mi premio.

Mentiras reales (Descontrol en la realeza 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora