Era una noche como cualquier otra, pero más fría que lo normal. Aún así, el rey y la reina salieron a dar su paseo nocturno por la ciudad, una costumbre que habían adquirido años antes luego de cenar en familia.
Siempre escogían un lugar diferente, de preferencia tranquilo y poco transitado, y esa noche, se habían decantado por la costanera. Una extensa avenida arbolada con anchas veredas peatonales, que bordeaba el rio que cruzaba la ciudad.
Brianna se arrebujó en su abrigo y se abrazó con más fuerza a su esposo mientras caminaban. —No sé si fue tan buena idea venir aquí esta noche —comentó—. Hay viento y está helado.
Alioth aprovechó la oportunidad de tenerla entre sus brazos y la estrechó justo a su cuerpo. —Deja que yo te caliente un poco —susurró provocando una risita en su esposa.
—¿Cómo harías eso en un lugar público y con nuestra seguridad a metros de distancia? Los pobrecillos se escandalizarían.
—Bueno, puedo ordenarles que se den vuelta... —murmuró el rey.
Brianna siguió riendo y negó con la cabeza sin dejar de caminar. Siguieron por el sendero a paso lento, como tanto les gustaba y la mayor parte lo hicieron en silencio.
Había días en los que tenían mil temas para discutir y comentar, y había noches en las que se dedicaban a conectarse en silencio.
Estaban a punto de volverse para regresar por el mismo camino al coche que los esperaba a varias cuadras de distancia, cuando oyeron el inconfundible llanto de un bebé.
—¿Quién saca a un bebé a la calle con este frio? —Farfulló Bri arrugando la frente y mirando a sus alrededores tratando de encontrar al dueño de esos gritos.
—Creo que viene de allá —señaló Alioth hacia un banco en la misma vereda pero unos cincuenta metros más adelante en el camino.
—¿Crees que estén bien? —Insistió Brianna poniéndose las manos en la cadera—. Tal vez deberíamos acercarnos y ver si están bien.
El rubio apretó los labios, indeciso. —Mejor enviamos a unos de los muchachos para ver qué pasa —propuso refiriéndose a los hombres que formaban el equipo de seguridad que los seguía a cada paso.
Brianna lo miró alzando las cejas. —¿De verdad, Alioth? ¿Crees que una mujer le pediría ayuda a un hombre en el medio de la noche? Vamos, acerquémonos.
Resignado, él la siguió, pero los dos caminaron despacio y tratando de ser lo más disimulados posible.
Pudieron verlos bien cuando estuvieron a pocos metros de distancia. Era una joven que tenía un bebé en los brazos que no paraba de llorar y había otra niña en el banco cubierta con una manta.
A Bri se le paró el corazón. —¿Qué están haciendo? —Susurró tomando la manga de la camisa de Alioth—. ¿Acaso... acaso van a dormir ahí?
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Mentiras reales (Descontrol en la realeza 5)
Roman d'amourRobert Van Helmont es uno de los solteros más codiciados de Sourmun, pero el joven príncipe y heredero no muestra señales de interés por ninguna joven en particular. Todos saben por qué, desde que perdió a su novia y mejor amiga, Rob no ha vuelto a...