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Robert se marchó de la casa de Daphne con la extraña sensación de que ella había tratado de manipularlo con sus lágrimas

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Robert se marchó de la casa de Daphne con la extraña sensación de que ella había tratado de manipularlo con sus lágrimas. Al final, esa conversación que había buscado tener no había llegado a ninguna parte. Su meta de hacerla entrar en razón en cuanto a Ada y cómo debía tratarla no se había cumplido.

A punto de subirse a su coche, pensó en dar media vuelta y regresar, pero se dijo que de nada serviría hablar con Daph sobre el mismo tema estando ella tan afectada por la discusión con su hermana el día anterior.

Dejaría pasar unos días y lo abordaría de un modo distinto y funcionaría, se dijo para convencerse.

Y es que con Daphne siempre debía de tener mucho cuidado. Su amiga había pasado por muchas cosas en la vida y su estabilidad emocional era muy lábil. Así como él, Daph había perdido a la persona que amaba y con quién había planeado pasar el resto de su vida, y no solo eso, también había perdido a su hijo de solo unos meses de edad, lo que la había destrozado y cambiado para siempre.

Desde que se habían conocido, varias semanas luego de que la tragedia aconteciera en la vida de la condesa, Rob se había visto tan identificado con ella y su dolor constante, que de alguna manera extraña y retorcida al comienzo, se habían vuelto muy unidos.

Pero Daphne manejaba su dolor de una forma muy distinta a la suya. Ella prefería no hablar del tema, la más pequeña mención a su familia perdida era suficiente como para ponerla al borde de una crisis de nervios, sufría ataques de pánico de forma muy frecuente y tenía el número de su terapeuta en el marcado rápido de su celular, a quien por cierto, veía más de una vez por semana.

Rob no justificaba su conducta con Ada ni pasaba por alto el hecho de que no había sido sincera con él al preguntarle sobre la situación del domingo por la mañana, pero era consciente de que Daphne tenía muchos demonios contra los que luchar y a veces, era necesario hacer algunas salvedades con ella.


Rob regresó al palacio sabiendo que todavía no encontraría a Adelaine allí. Era temprano para que ella estuviera de regreso de sus clases. Tenía el deseo de enviarle un mensaje para ver cómo estaba, pedirle perdón por su actitud la noche anterior, pero tenía la sensación de que lo único que conseguiría era hundirse más.

Así que se bañó, se cambió de ropa por algo más apropiado para andar por el palacio un lunes por la mañana y decidió dar un paseo por el jardín para despejar su mente bajo los tibios rayos del sol.

Había caminado hasta el extremo más alejado del jardín y ya estaba regresando cuando vio la figura de su hermano menor aproximarse a él.

—¡Robert! —Exclamo este como si no lo hubiese visto y necesitara llamar su atención.

—Hola —lo saludó con una sonrisa, a pesar que la expresión del pelirrojo no tenía nada de amistosa.

—Estás enterado de lo que le hizo tu amiga a Ada, ¿verdad?

Mentiras reales (Descontrol en la realeza 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora