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Ada abrió la puerta y habló incluso antes de ver el rostro de Robert

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Ada abrió la puerta y habló incluso antes de ver el rostro de Robert. —Vete a tu cuarto y déjame en paz por una vez —demandó pero casi en tono de ruego.

—Solo vine a pedir que me perdones —balbuceo él y Adelaine se impresionó. Estaba peor que antes, apestaba a alcohol y tenía los ojos vidriosos.

—¿Has seguido bebiendo? —No pudo evitar preguntar.

Rob arrugó la frente. —Un poco —dijo negando con la cabeza—, pero me ha aclarado las ideas. Si me escu...

Ada soltó una risa antes de que él terminase de hablar. No había escuchado nunca algo semejante, ¿embriagarse le aclaraba las ideas? Robert estaba peor de lo que ella imaginaba.

—Vete a dormir, Robert. Vete antes de que alguien te vea y empiece a hacerse preguntas.

—No, no voy a irme. Quiero que me escuches —insistió el príncipe a lo que Ada no tardó en reaccionar.

—Y yo quiero que te vayas. ¿Qué crees que me importa más, lo que quieras tú o yo?

A Robert le tomó un momento contestar y parpadeó varias veces mientras parecía procesar sus palabras. —Me gustaría mucho que me escucharas, por favor. No sé si por la mañana voy a seguir teniendo el valor para decirte esto.

Ahora le tocó a Adelaine quedarse muda. ¿Cómo podía negarse cuando le hablaba así y tenía esos ojos tan tristes? Debería cerrarle la puerta en la cara como había pensado al levantarse de la cama, pero no tenía el corazón tan duro como le gustaría.

Así que se resignó y abrió la puerta un poco más para dejarlo entrar. Rob ni siquiera sonrió, aunque sí soltó un suspiro de alivio al ver que le estaba dando la oportunidad que pedía.

Para estar tan borracho, podía caminar bastante bien. Se abrió paso por el cuarto y terminó sentándose en la cama. Ada lo siguió, pero se quedó de pie frente a él y de brazos cruzados.

—¿No te vas a sentar? —Inquirió Robert.

—No.

Él asintió lentamente. —Te ves muy alta desde aquí —divagó con el ceño apenas arrugado.

Ada soltó un suspiro. —Robert, ¿tenías algo importante que decirme o solo estabas fingiendo para que te dejara entrar?

—No... no. Tengo algo que decirte —declaró pero volvió a hacer una pausa eterna.

—¿Y cuándo vas a decirlo?

—¿Puedes sentarte? Me marea tener que mirar hacia arriba y quiero verte mientras hablo.

No era una buena idea, porque estar tan cerca de él hacía que la propia Ada se sintiera mareada, pero si no lo hacía, estarían allí toda la noche. Terminó cediendo y se ubicó dejando toda la distancia que el largo del colchón le permitía. Como Rob estaba sentado en el medio, ese espacio no fue muy grande.

Mentiras reales (Descontrol en la realeza 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora