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Robert se detuvo en seco metros antes del lugar dónde se encontraban reunidos todos

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Robert se detuvo en seco metros antes del lugar dónde se encontraban reunidos todos. No pudo mirar a nadie más ni pensar en otra cosa que no fuera ella. Respiró profundamente porque sentía que se ahogaba mientras sus ojos se quedaban clavados en Adelaine.

Se dijo que no podía creer lo que había oído, Fox tenía que estar mintiendo, todo era una trampa con algún motivo macabro de fondo...

Pero entonces... ¿Cómo sabía todo eso? Había detalles que no le había contado a nadie, información que era privada...

Estaba confuso, mareado y con un gran dolor en el pecho. Mientras la contemplaba, sintió que ira empezaba a ceder. Se convencía de que ella no sería capaz de hacerle algo así a él o a su familia. No podía mentir cuando le decía que lo amaba, no existía una actriz tan buena.

Pero luego volvió a pensar en Emalene, en la gran mentira que había sido toda ella. Su mirada dulce, su voz suave y esa tristeza que parecía rodearla siempre y que inspiraba ternura o lástima. Todo había sido un gran engaño, él había caído como el idiota que era y Nina había pagado las consecuencias. Nina, Eric, Charlotte, Max, todos habían salido lastimados físicamente, sin mencionar el daño psicológico y emocional que le había provocado a Dina y al resto de la familia. ¿Cómo podría desentenderse de lo que le acababa de escuchar?

Se acercó a ella de manera sigilosa y nadie le prestó atención porque todos estaban muy entretenidos con algo más.

Ada lo recibió con una sonrisa que enseguida se borró, probablemente al ver su expresión.

Miró a su alrededor y se levantó para acercársele. Le tomó una mano y apoyó la otra en su pecho. —¿Estás bien, Rob? ¿Qué ha pasado? —Preguntó arrugando la frente—. ¿Han... atrapado a quién buscaban?

Él asintió sin poder articular palabra. Cubrió la mano que Ada había apoyado cerca de su corazón y continuó observándola, intentando dilucidar si se había equivocado con ella o no.

—¿Robert? ¿Te sientes bien?

—¿Podemos... hablar a solas? —Logró pronunciar al fin.

Ella no lo dudó, ni siquiera titubeó. —Claro, vamos.

Se alejaron de allí y tomaron un pasillo que ninguno sabía a dónde los llevaba. Robert lo prefería así, no quería que nadie escuchara esa conversación. De haber podido, habría elegido llevarse al palacio, pero necesitaba saberlo ya o explotaría.

Llegaron a lo que parecía ser una especie de cocina que esa noche no estaba siendo utilizada. Estaba vacía, pero la luz se encontraba encendida. De momento, serviría.

Vio un par de sillas junto a una pequeña mesa en un extremo de la habitación y enseguida se apresuró a sentarse. El corazón le latía con rapidez, sentía las manos sudorosas y la cabeza le daba vueltas. Al ver a Ada, lo único que deseaba era tomarla entre sus brazos, besarla y olvidarse de todo lo demás.

Mentiras reales (Descontrol en la realeza 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora