Robert Van Helmont es uno de los solteros más codiciados de Sourmun, pero el joven príncipe y heredero no muestra señales de interés por ninguna joven en particular. Todos saben por qué, desde que perdió a su novia y mejor amiga, Rob no ha vuelto a...
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Sintiendo que iba a desvanecerse en cualquier momento, Ada logró llegar a su habitación en compañía de John.
Había tratado de no llorar, pero solo había resistido hasta que las puertas del ascensor del edificio de Valantes se habían cerrado. John, que tenía amplia experiencia como hermano mayor, la había abrazado sin decir ni una sola palabra y Adelaine ya no había podido contenerse. Tenía tanto dolor dentro de sí que sentía que iba a explotar y cuando el llanto se desató, creyó que ya nunca iba a detenerse.
—Lo siento —dijo él cuando se detuvieron frente a la puerta del cuarto de Ada—. Esto es mi culpa, no tendría que haberte contado nada hasta luego de hablar con este... hombre. No tendrías que haberlo enfrentado.
Ella volvió a pasarse una mano por el rostro para quitarse las últimas lágrimas y negó con la cabeza. —No, John. Necesitaba esto, necesitaba saber la verdad. Aunque a pesar de lo que dije allí, no llegué a pensar que podía ser tan... terrible —inhaló profundamente porque estaba a punto de ponerse a llorar una vez más—. ¿No sentiste asco? Dime la verdad, ¿estoy exagerando al reaccionar así? Sedujo a mi madre que no era más que una niña, y luego la desechó porque le resultaba inconveniente. No entiendo cómo pudo volver a buscarlo más de veinte años después para pedirle ayuda.
—Si lo que dijo es cierto, supongo que estaba desesperada —compuso John con tiento—. Aunque no la conocí, estoy seguro que las amaba mucho, Ada. La idea de dejarlas solas debió aterrarla y se vio obligada a recurrir a medidas desesperadas. Se tragó su orgullo y le pidió ayuda a alguien que la había destrozado.
—Pero ese hombre es un monstruo... Le pidió que se deshiciera de mí hace años, ¿por qué nos ayudaría ahora? —Terminó negando con la cabeza al notar que estaba descargando su frustración con alguien que no tenía nada que ver con su disgusto—. Olvida lo que acabo de decir, lo siento. No voy a cargarte con mis problemas.
—Los amigos estamos para escucharnos entre nosotros, ¿no lo crees? Ya no tienes que tragarte todos tus problemas, no estás sola, Ada —compuso tomándola por ambos hombros—. Compartir lo que nos tiene mal con amigos, hace que la vida sea más llevadera. Deja que te diga lo que pienso de todo esto. Dado que tu madre ya no está entre nosotros para contarte qué fue lo que pasó en realidad, ¿por qué no elegir la historia que más feliz te haga?
Ada suspiró. —¿Qué quieres decir?
—Con todo lo que sabes ahora, piensa solo en lo bueno y descarta las partes que te hacen mal. Quédate con la historia que le contarías a Lucy si te preguntara. Quédate con la verdad más pura de todas, ¿sabes cuál es esa? —Ada negó con la cabeza sin dejar de escucharlo atentamente—. Que Jane las amaba por encima de todo.
Con el labio inferior temblando, Ada miró hacia el piso. —Es que eso no es cierto. No sabes cómo era vivir con ella, siempre... siempre poniendo a sus novios por encima de nosotras, descuidándonos... Tal vez... Tal vez lo que dijo ese señor es cierto y lo buscó para pedirle ayuda porque supo que le quedaba poco tiempo de vida, pero volvió a olvidarse de nosotras en cuanto lo vio. ¿Cómo explicas sino que se quedara embarazada otra vez? Se olvidó de que nosotras la necesitábamos, ni siquiera tuvo cuidado de no...