Robert Van Helmont es uno de los solteros más codiciados de Sourmun, pero el joven príncipe y heredero no muestra señales de interés por ninguna joven en particular. Todos saben por qué, desde que perdió a su novia y mejor amiga, Rob no ha vuelto a...
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Adelaine se despertó a la mañana siguiente en la enorme habitación que le habían asignado para ella y sus hermanas. Tenía una cama grande en la que había dormido con Lucy, y además, la reina había mandado a que colocaran la cuna que había pertenecido al príncipe Nolan, para que pudiera poner a dormir a Mina.
Ese sería sin dudas un recuerdo que le contaría a su hermana cuando creciera. ¡Había dormido en la misma cuna que un príncipe!
La habitación, además de ser más grande que cualquiera de las casas en las que había vivido, era tan cálida que no había necesitado abrigarse cuando se levantó a la noche para atender a Mina.
Cuando abrió los ojos, Lucy ya había corrido las cortinas y recorría el cuarto observando cada detalle. Miró hacia la cuna, y vio que para su fortuna, Mina seguía dormida, pero sabía que no tardaría en empezar a llorar en señal de que tenía hambre.
Así que se levantó, se colocó el pantalón y las zapatillas y buscó en la maleta un peine para desenredar su cabello.
No tenía demasiadas pertenencias, solo había conseguido juntar algunas cosas esenciales antes de que las echaran de la casa y en su mayoría eran de Lucy y Mina. Ella solo tenía la ropa que llevaba puesta, ropa interior extra, otra remera y un abrigo.
—Acércate, Lucy así te peino —le pidió, pero su hermana la ignoró. No era usual en ella, pero Ada imaginaba que la emoción de estar en un lugar así, y la atención que el rey le había brindado le estaba afectando—. Seguramente veas al rey hoy, ¿quieres estar bonita cuando eso suceda?
¡Aja! Eso sí que funcionó. Lucy se acercó sin rechistar y dejó que le acomodase el cabello.
Ada observó que su hermana ya se había cambiado de ropa, por sí misma y sin que nadie se lo pidiera, seguramente esperando que Alioth volviera a visitarla. Pero ella temía por ese momento. No sabía que ocurriría a continuación y eso la tenía muy nerviosa.
Pasó al menos media hora hasta que golpearon la puerta. Lucy saltó del sillón en el que estaba mirando televisión y abrió antes de que Ada pudiera detenerla.
—Disculpe, señorita. Su Majestad, la reina, las invita a bajar a desayunar si están listas. Yo me quedaré con la bebé. —Dijo una mujer de mediana edad, que sin duda vestía mejor que ella con lo que parecía ser un uniforme.
—¡Sí! —Brincó Lucy—. Estamos listas y me muero de hambre.
—Muy bien —respondió la señora—, el señor Nash las acompañará hasta el desayunador.
—Gra... gracias —compuso.
Miró al hombre que la mujer le había señalado, parecía joven, pero más grande que ella. Era alto, de cabello oscuro y ojos claros. Llevaba un traje negro con camisa blanca y corbata oscura. Sus zapatos negros a juego eran brillantes y aparentaban ser muy costosos.