.44. I

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- Hola

Eleve la vista Isaza se acercaba a mí con un café en mano.

- Gracias – murmure tomando el café

Ambos nos quedamos en silencio. Había pasado la noche en aquel hospital, ni siquiera pude cerrar los ojos porque no podía tolerar ahora verla en mi cabeza y no frente a mí. Si antes decía vivir en el infierno separado de ella, el saber que ni siquiera abría sus ojos era caminar por el fuego del mismo.

- ¿Se supo algo? – murmuro, negué - ¿Por qué no vas a darte un baño? Despabílate un poco

- No – hable rápidamente – me voy a quedar aquí

- A ella no le gustaría que te dejes estar aquí adentro

Suspire

- Si quiere enojarse que lo haga – comente – pero que al menos este viva – por primera vez lo observaba – al menos quiero escuchar su voz diciendo que soy un gran imbécil por estar aquí

Él se quedó callado observándome con tristeza

- Lo siento – murmure bajando mi mirada hacia el vaso – lo siento por no haberte dicho la verdad, ustedes tenían razón. Sabían que mentía y que estaba cometiendo una locura y ahora

- Ya está papo – me interrumpió

- Me siento tan culpable – me tome la cabeza con mi mano libre, agotado – ella no debería de estar aquí

- Basta – suplico, sentí su mirada sobre mí – no es tu culpa

- Si – asentí – es mi culpa por dejar que el miedo me dominara, por dejar que Carla manejara mi vida, por no saber manejar mejor la situación

- Hiciste lo mejor que pudiste – palmeo mi hombro – lo hiciste porque estabas desesperado, no debes de reprocharte eso. Ella se va a reponer

- ¿Y si no? – me mataba pensar en esa posibilidad si no pasaba de esto ¿Qué haría yo?

- No va a haber un y si no – hablo seguro

- Tengo miedo – confesé – nunca tuve tanto miedo como ahora de tener el futuro tan incierto

- ¿Y si no? Y si no, nos repondremos – afirmo – estamos juntos en esto

Reí con angustia, yo la quería a ella.

- Por más de que pase lo peor, te quedaras con sus recuerdos – voltee a verlo - de ahí ella no se va a ir, es todo un ¿y si no? Pero mientras tanto, ella aun respira – asintió – es lo único que importa y que tu estés a su lado

Asentí entendiendo su punto, ella respiraba y aun había esperanza de que saliera de aquí intacta.

- Iré a preguntar si se sabe algo

El solo se levantó y me dejo solo nuevamente. Tome un sorbo del café, era de la esquina del hospital, era el café que ella tanto amaba. Todo me hacía acordar a ella. Apoye nuevamente mi cabeza sobre mi mano para descansar, nuevamente mi mente me jugo una mala pasada con su presencia.

- Amo acariciar tus mejillas – sonrió risueña

- ¿A sí? – fruncí el ceño divertido

- Si – asintió sin dejar de observarme, tan hermosa

- Que suerte ser el dueño de ellas – hable con orgullo

- ¿Puedes dejar tu narcisismo de lado? – se indignó – no puedo decir que me gustan tus mejillas porque te nace el ego

Toque mi mejilla recordando sus dulces caricias, cuanta falta me hizo estas semanas y me hacía en estos momentos sentir el calor de sus manos, de su ternura sobre mi piel. Cerré con fuerza mis ojos intentando no llorar.

Mi lugar favorito - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora